El cambio de año siempre es motivo de celebración, pero el mundo criminal no cesa ni para tomarse las uvas. Hacemos un repaso por algunos de los crímenes más impactantes ocurridos por el mundo en vísperas de Año Nuevo.
El político que fotografió a su asesino
El concejal filipino Reynaldo Dagsa se encontraba junto a su familia en Caloocan, un suburbio de Manila, pasando la Nochevieja de 2010. En medio de la celebración, salió a la calle, sacó su cámara fotográfica y se dispuso a tomarle una foto a su esposa, hija y suegra, pero un disparo lo tumbó. El concejal falleció en el hospital y dio comienzo la investigación.
Pocas horas más tarde, sus familiares, al observar la fotografía que había tomado justo antes de morir, observaron una figura de fondo, justo detrás de ellos. Era un hombre apuntando con una pistola calibre 45. La policía consiguió identificar a Michael Gonzales, un conocido ladrón de coches que había sido arrestado un año antes por orden de Dagsa.
En 48 horas las autoridades dieron con él y con dos cómplices. Gonzales había planeado el crimen como venganza por su detención. De haber esperado un solo minuto, su rostro no habría aparecido en la foto y quizá nunca hubiera sido descubierto.
Crimen pasional a una hora de las uvas
A una hora de las campanadas de 2019, Tyrone Hassel, un joven sargento estadounidense, fue asesinado a tiros de camino a su casa, donde le esperaban su mujer y su hijo de un año. Ella lo había planeado todo.
Al descubrir el crimen, Kemia, su mujer, se abalanzó sobre la ambulancia y simuló estar consternada. Mientras se desplegaba la investigación, una llamada anónima a las autoridades desveló el secreto que guardaba: una relación secreta.
Kemia llevaba un tiempo viéndose con un soldado, Jeremy Cuellar. Según la informante, Cuellar le había contado a un amigo del ejército que ambos planearon el asesinato de su marido para beneficiarse del dinero del seguro de vida militar, que rondaba los 400.000 dólares. Cuando los agentes registraron el vehículo de Cuellar encontraron municiones de 9 mm, las mismas que se usaron para matar a Tyrone. En paralelo, Kemia fue sometida a una prueba de polígrafo. El aparato confirmó que estaba mintiendo y la presión forzó su confesión.
Kemia fue condenada el 18 de julio de 2019 por asesinato premeditado en primer grado y conspiración para cometer asesinato. En agosto fue sentenciada a cadena perpetua. Cuellar, por su parte, se declaró culpable de asesinato en segundo grado el 30 de julio de 2019 y fue sentenciado a una pena entre 65 y 90 años de prisión. Más tarde, intentó retirar su declaración de culpabilidad, pero el Tribunal Supremo de Michigan rechazó escuchar su caso.
La masacre de Nueva Jersey
La noche del 31 de diciembre de 2017, Scott Kologi, de 16 años, entró en el salón de casa con un rifle semiautomático y disparó contra su familia. Asesinó a tiros a su padre, a su madre, su hermana y a la pareja de su abuelo. Fue arrestado pocos minutos después, en la escena del crimen.
La defensa de Scott alegó problemas mentales. El joven sufría autismo y alucinaciones. Pretendían demostrar que no era consciente de sus actos. Sin embargo, la fiscalía presentó evidencias de premeditación. Scott había estado investigando sobre armas y chalecos antibalas, y en el momento de la masacre utilizó tapones para los oídos. En 2022 fue sentenciado a 150 años de prisión.
Aunque la defensa planteó que Scott no era capaz de diferenciar entre el bien y el mal debido a su estado mental, la fiscalía argumentó que su capacidad para planificar el ataque y tomar decisiones demostraba que sí sabía lo que estaba haciendo. Un caso que volvió a reabrir el debate entre posesión de armas y salud mental en el país.
El chico que descubrió ser un asesino
El 21 de enero de 2015, Adrián regresaba a su casa tras celebrar la Nochevieja con sus amigos por Madrid. De repente, alrededor de las 7 de la mañana, un coche gris lo interceptó y, sin mediar palabra, un grupo de jóvenes salió a golpearlo. Uno de ellos le dio una patada en la cabeza que le causó la muerte. Sus amigos trataron de reanimarlo, pero Adrián falleció al día siguiente en un hospital de Getafe.
Durante meses los investigadores dieron vueltas a múltiples versiones hasta que, un año después, el asesino confesó. Lo hizo tras descubrir que él había sido el autor. Ocurrió de casualidad. Pablo, un joven veinteañero, estaba leyendo la prensa por Internet y le llamó la atención un titular que hacía referencia a un caso sin resolver de la Nochevieja anterior. Al acabar la crónica, se dio cuenta de que el relato de los hechos coincidía con sus recuerdos, pero nunca imaginó que aquella pelea había terminado en tragedia. Tras contárselo a sus padres, decidió entregarse a la policía. Ocho más tarde, el juicio sigue sin celebrarse, a la espera de que la Fiscalía elabore el escrito de acusación.
El crimen de la estación Fruitvale
En pleno festejo de Año Nuevo, una pelea multitudinaria a bordo de un tren alteró a las autoridades. Cuando los agentes entraron, se toparon con varios individuos increpándose unos a otros. Entre ellos se encontraba Oscar Grant, un joven afroamericano de 22 años.
Los oficiales intentaron controlar la situación, el ambiente en la estación se tensó y varios pasajeros comenzaron a grabar la reyerta. Las imágenes mostraron a Oscar siendo empujado al suelo, boca abajo, con las manos detrás de la espalda. Uno de los oficiales lo inmovilizó hasta que un disparo resonó en la estación. El agente Johannes Mehserle disparó a Oscar por la espalda, a quemarropa. Murió esa misma madrugada, en el hospital.
Mehserle explicó que en medio de la trifulca confundió el Taser con el arma, pero las imágenes provocaron una ola de indignación que se transformó en protestas masivas por todo Oakland. La comunidad exigía justicia por lo que consideraban un caso claro de brutalidad policial y racismo.
El oficial Johannes Mehserle fue arrestado y acusado de asesinato. En 2010, el jurado lo declaró culpable de homicidio involuntario. Fue condenado a dos años de prisión, pero cumplió solo 11 meses. La historia de Oscar fue llevada a la gran pantalla de la mano de Ryan Coogler. Fruitvale Station, protagonizada por Michael B. Jordan, retrata las últimas 24 horas de Oscar. Hoy su caso sigue siendo un reflejo de la lucha contra las desigualdades raciales y la brutalidad policial.