El huevo es un básico de nuestra alimentación. Comemos millones cada año. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en 2023 los hogares españoles consumieron 407 millones de kilos de huevos. Eso sale a 8,68 kilos por persona, es decir, más de 137 huevos por persona al año (una media de casi 3 a la semana).
De tanto comerlos se supone que tenemos claro cómo hay que conservarlos. ¿O no? Lo vemos.
Los huevos almacenados en el frío de la nevera pueden llegar a durar de tres a cinco semanas, un tiempo muy superior que los que guardamos a temperatura ambiente, que aguantan en buen estado de siete a 10 días.
Conviene recordar que los cambios de temperatura afectan en gran medida a este alimento. De modo que si sacamos un huevo de la nevera para utilizarlo y finalmente no lo hacemos, no es lo más recomendable volverlo a meter dentro si ya ha perdido la refrigeración porque podría haberse puesto malo y afectar a nuestra salud.
Debemos mantener los huevos a una temperatura inferior a 5 grados para evitar que aparezca la salmonela. ¿Y hasta cuándo? En principio, se recomienda su consumo antes de 21 días.
¿Cómo saber si un huevo ha caducado?
Lo primero que haremos es ver la fecha de caducidad del huevo. La que leemos en el huevo suele indicar el día en el que la tienda debe retirarlo de la venta. No es exactamente la fecha de caducidad, sino una aproximación. Nos dice que tras esa fecha pierde calidad y frescura, pero no que ya debamos tirar ese huevo.
Lo explica el Instituto de estudios del huevo: "Esta fecha de consumo preferente (no es fecha de caducidad) es como máximo de 28 días desde la fecha de puesta. Indica el tiempo durante en que los huevos se pueden considerar huevos frescos porque, bien conservados, mantienen su calidad y seguridad".
O sea, podemos comernos un huevo pasado de fecha, simplemente habrá perdido cualidades nutricionales u organolépticas. Como dice la Agencia española de seguridad alimentaria y nutrición (AESAN), si los huevos se han conservado bien, comerlos sigue siendo seguro pese a que estén caducados.
Más allá de la fecha, los indicadores de que el alimento no se encuentra en buen estado son la cáscara rota, el mal olor al abrirlo o un color extraño de su yema. Y los "trucos" para salir de dudas son sumergirlo en un vaso de agua (si flota, está malo); agitarlo al oido (si escuchamos como un "chapoteo" debemos descartarlo); o romperlo en un plato y ver si la yema es plana y se rompe (entonces está malo).
¿Qué pasa si me lo como caducado?
Puede que nada. Los expertos en seguridad alimentaria aseguran que comerse un huevo con fecha de caducidad terminada no representa, en principio, un riesgo. Si los descartamos es para no correr riesgos y prevenir enfermedades como la salmonela, diarrea u otro tipo de enfermedades estomacales.
El Instituto de estudios del huevo hace una recomendación. Los huevos cocinados a menor temperatura (o sin cocinar) deben ser huevos muy frescos. Los huevos menos frescos deben consumirse bien cocinados (hasta que estén completamente cuajados).
Si nos comemos un huevo en mal estado podemos sufrir una intoxicación, pero no peligrosa. Sentiremos malestar estomacal, náuseas, diarrea, escalofríos, vómitos o fiebre. Para no empeorar, deberemos hidratarnos bien y descansar. Si no mejoramos, toca ir al centro de salud.