Dispuestos a empezar el año con buen pie, la noche del 31 de diciembre, miles de personas llegaron en coches y caravanas a una parcela del polígono industrial cercano al aeropuerto de Ciudad Real para inaugurar la Big Fucking Party 2025, una macrofiesta o rave ilegal que tuvo su primera edición hace ya dos años en La Peza (Granada), donde se llegaron a concentrar 8.000 personas. Pero, ¿en qué consisten este tipo de fiestas que pueden durar días?
Rave, un 'delirio' anticomercial
Cualquier escenario alejado de la civilización es adecuado para el delirio, que es lo que en realidad significa rave: un descampado, un edificio abandonado, un bosque o un túnel grafiteado a donde cientos e incluso miles de fiesteros llegan sin ticket de entrada ni limite horario para gozar de música electrónica y drogas "hasta que el cuerpo aguante".
El origen de estas free parties es borrosa, aunque se cree que comenzaron en Reino Unido a finales de los años ochenta, inspiradas por las fiestas ibicencas o los hippies que llegaban de Estados Unidos. Y triunfaron. ¿La razón? Quizás porque allí entraba todo el mundo, independientemente de su situación económica.
Nacía, de hecho, como un movimiento anticomercial en el que la autoría de la música no importaba, por eso pinchaban DJ emergentes. Ahora el término rave se asocia a fiestas y festivales comerciales legales que lo han convertido en un negocio para lo que, desde los sectores más tradicionales del movimiento, es toda una perversión de su espíritu original.
Banda sonora del Segundo Verano del Amor
"Cuando el éxtasis se combinó por primera vez con la música electrónica, la reacción que produjo desencadenó uno de los movimientos juveniles más vibrantes y diversos de la historia de Gran Bretaña. La cultura del éxtasis -la combinación de la música de baile con drogas- fue el fenómeno dominante de la cultura juvenil británica durante casi una década (...) Era el mejor formato de entretenimiento del mercado, un despliegue de tecnologías -musicales, químicas e informáticas- para lograr estados alterados de conciencia", así lo describía Matthew Collin, editor de la revista británica i+D, en su libro Estado alterado: la historia de la cultura del éxtasis y del acid house.
A finales de los años 80 el término 'rave', de sobra popularizado entre los jóvenes de clase obrera, se adoptó para describir a una subcultura que se desarrolló con el movimiento acid house (un subgénero de la música house) que sirvió de banda sonora para el conocido como Segundo Verano del Amor, transcurrido entre los años 1988 y 1989 en Reino Unido, que clamaba por el hedonismo y la libertad generalizados.
A España, estas raves no llegaron hasta a mediados de los noventa, sobre todo en Cataluña, Andalucía, Madrid y Aragón. Sin embargo, no se popularizaron tanto como en Estados Unidos u otros países europeos debido a la mayor flexibilidad de los horarios de las discotecas, que permiten prolongar la fiesta legalmente en los propios clubes.