La ONU avisa de que si no se encuentran soluciones a la gran cantidad de basura espacial peligrará el acceso de las naves

Resulta difícil de imaginar un mundo donde el GPS falle, las noticias no lleguen y las aplicaciones bancarias dejen de funcionar. Pero todas esas tecnologías dependen de satélites y un enemigo invisible desde la Tierra las amenaza: la creciente basura espacial.

Este complejo problema internacional es uno de los asuntos que se ha tratado en una reunión en Viena de la Oficina de la ONU para Asuntos del Espacio (Unoosa), que concluye este viernes.

El último informe del Comité Interinstitucional de Coordinación de Basura Espacial (IADC), que agrupa a las principales agencias espaciales, señala que existen más de 30.000 desechos de más de 10 centímetros en órbita, y alrededor de un millón superiores a un centímetro.

Una posible cascada de colisiones

El informe detalla que estos fragmentos de basura espacial pueden causar daños a satélites o incluso destruirlos, provocando la aparición adicional de miles de fragmentos de desechos.

"Esto es una gran preocupación porque aumenta el riesgo de una colisión que provoque una cascada de otras colisiones que acaben impidiendo que podamos acceder al espacio en un futuro", alerta en declaraciones a Efe la directora de Unoosa, Aarti Holla-Maini.

"Es un problema que nos afecta a todos, ya que dependemos de la tecnología espacial en la vida cotidiana", enfatiza la experta, que destaca que se debe buscar una solución de forma "muy urgente" porque la actividad espacial se ha multiplicado por diez en las últimas dos décadas.

Unoosa desempeña un papel clave en la coordinación de esfuerzos internacionales para abordar la situación, promoviendo "la cooperación entre los distintos países y el sector privado", explica Holla-Maini.

Esta agencia actúa como Secretaría del Comité de la ONU sobre los Usos Pacíficos del Espacio (Copuos), el principal organismo encargado de debatir este asunto.

Un difícil consenso

En 2019, ese comité adoptó una guía de sostenibilidad para el Espacio Exterior, con recomendaciones para reducir la generación de basura espacial.

Sin embargo, "las directrices son solo medidas sobre el papel", explica la directora de Unoosa. "Lo importante es que los países las apliquen" y las incorporen a sus regulaciones nacionales, añade Holla-Maini. Actualmente, esa guía es de carácter voluntario.

"No vivimos en un momento en el que sea posible llegar a un consenso sobre un nuevo tratado vinculante. La geopolítica de esta época no lo permite", reconoce Holla-Maini sobre la actual situación internacional.

En este contexto, la aplicación de esa normativa queda en manos de cada país. La Unión Europea es el único bloque regional que ha dado pasos para convertir estas directrices en normas obligatorias.

También pone como ejemplo a Estados Unidos, que ha tomado medidas como que los satélites en órbita baja deben ser retirados en los cinco años posteriores al final de su vida útil.

¿Quién paga la limpieza?

Las constelaciones de pequeños satélites como Starlink, que cuenta con unos 6.000 aparatos, han intensificado el debate sobre la seguridad espacial. "Cuantos más lanzamientos se produzcan, mayor será el riesgo de colisión", señala Holla-Maini.

Sin embargo, la experta subraya que la clave no es restringir las operaciones privadas, sino garantizar la seguridad mediante una mejor coordinación a escala global.

Para mejorar la coordinación entre organismos, la directora se hace eco de la propuesta de Emiratos Árabes Unidos de crear una plataforma global para que los operadores puedan compartir información sobre sus satélites y alertas de colisión.

En este sentido, el papel del sector privado y las empresas espaciales resulta ahora fundamental para mitigar el problema de la basura espacial y fomentar la "economía circular en el espacio" con iniciativas como la Carta de Cero Desechos de la Agencia Espacial Europea que ya han firmado algunas empresas, indica Holla-Maini. Además de la prevención, la eliminación activa de desechos se ha convertido en un área de interés creciente.

Holla-Maini destaca la labor de las empresas privadas especializadas como la japonesa Astroscale o la suiza Clear Space y cree que es necesario aumentar los incentivos, como las licencias de retirada de basura espacial, "para que más empresas empiecen a invertir".

Holla-Maini recuerda que, de momento, Nueva Zelanda y Japón son los dos únicos países que cuentan con directrices para la concesión de licencias de retirada de basura espacial.

La cuestión de una financiación internacional para limpiar la órbita terrestre sigue también abierta. "No creo que podamos simplemente aplicar el principio de 'quien contamina, paga'", argumenta la directora de Unoosa.

"Me imagino que muchos países en desarrollo podrían preguntarse por qué deberían pagar por una crisis que no han generado", reflexiona Holla-Maini, quien añade que, sin embargo, es un problema que afecta a todo el mundo. No obstante, cualquier solución requerirá un consenso internacional, algo que aún está por lograrse.

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