Alemania siempre ha sido la base de la Unión Europea, pero ahora esa base se tambalea. La recesión, la falta de liderazgo y el peso de la historia son tres componentes que hacen de las elecciones del 23 de febrero las más importantes de la historia reciente del país y una cita clave para el bloque comunitario. En Bruselas hay una máxima que no deja de repetirse en los últimos tiempos: si Alemania está en crisis, Europa está en crisis. Y no es un dicho, sino una realidad... Berlín pasa por su peor momento como motor europeo, pero, ¿por qué?
El país está en una encrucijada. Es un gigante dormido en los últimos tiempo. Su economía ha mostrado signos de desaceleración, con una contracción del PIB del 0,3 % en 2023 y varios momentos de recesión. Factores como la alta inflación, que alcanzó el 6,9 % en 2022 antes de moderarse, la crisis energética derivada de la reducción del suministro de gas ruso y la caída de la demanda global de manufacturas alemanas han afectado el crecimiento. La transición energética hacia fuentes renovables ha sido complicada, con un lento desarrollo de infraestructuras y una dependencia del carbón que aún representa cerca del 30% de su matriz energética. Además, el envejecimiento de la población es un reto significativo: se estima que en 2035, más del 30 % de los alemanes tendrá más de 65 años, lo que agrava la escasez de mano de obra calificada y pone presión sobre el sistema de pensiones.
Además, la polarización y el auge de la derecha radical, con la AfD en máximos, segunda en los sondeos, después de un gran resultado en las elecciones europeas, marcan también la cita del día 23. La crisis migratoria ha generado tensiones, con más de 1,1 millones de solicitudes de asilo desde 2022, lo que ha reavivado debates sobre integración y seguridad. Al mismo tiempo, la coalición de gobierno liderada por Olaf Scholz ha sido criticada por su gestión económica y la falta de consenso interno en temas clave como la política fiscal y energética.
En el plano internacional, Alemania ha aumentado su gasto en defensa, comprometiéndose a alcanzar el 2% del PIB en línea con las exigencias de la OTAN, mientras enfrenta presiones para asumir un papel más activo en la seguridad europea en el contexto de la guerra en Ucrania. Esto, en cambio, contrasta con lo que muchos consideran un "doble rasero" a la hora de gestionar la guerra en Gaza, con un apoyo inequívoco a Israel por "responsabilidad histórica", en palabras de un Scholz que no ha sabido suplir el legado de Angela Merkel ni dar estabilidad con un Gobierno de coalición -con Verdes y liberales- que se ha roto antes de lo que cualquiera preveía.
Ruth Ferrero, profesora de la Universidad Complutense de Madrid, explica a 20minutos que Alemania está "evidentemente en crisis" entre otras cosas porque ha entrado en su segundo año de recesión. "La combinación del recorte en cuestiones relacionadas a las energías fósiles procedentes de Rusia en combinación con esa crisis industrial por la que atraviesa unido a una crisis política que tiene absolutamente alterados a todos los alemanes" hace que el país "ahora mismo no sea el motor de nada".
"Estamos llegando a un punto de inflexión"
"Esto tiene una onda expansiva en todo lo demás, en cómo se toman las decisiones en el marco europeo, cuáles son las estrategias políticas y demás que se están desviando hacia otras capitales", resume Ferrero, que ve que estamos asistiendo "a un punto de inflexión en el ámbito global como a un punto de inflexión en el marco de la propia Unión Europea", donde otros países como Polonia, España o Italia podrían adquirir más protagonismo 'en lugar' de Alemania. Esa foto "da buena muestra de la pérdida de relevancia en el mundo de la Unión Europea y a la vez de la profunda división que hay dentro de la propia Unión".
En palabras de la profesora, en Alemania hay también un elemento importante, que son los liderazgos. "El liderazgo de Merkel dejó una honda huella en el sistema, no solo en el sistema alemán, sino también en Europa, para bien y para mal", por lo que hay que preguntarse, dice, "qué tipo de liderazgo preferimos". Hace dos preguntas: "¿Un liderazgo que refuerza a las posiciones ultras en países como Polonia o Hungría u otro que lo cuestiona? Aunque sea desde una posición de más debilidad, como era el caso de Scholz", sostiene.
Por su parte, Daniel Gil, analista en The Political Room especializado en UE, añade que el problema de Alemania "es su economía", pero eso no cambia demasiado las cosas: "Todavía es el motor de la Unión Europea, en tanto que es el mayor poder económico de la Unión Europea, lo es por mucha diferencia, y además no hay alternativa", sobre todo por la situación tan delicada de Francia ahora mismo y porque otros países como Polonia, España o Italia no lo pueden compensar. Ahora, Berlín ha perdido fuerza porque "ha visto tambalearse su modelo económico, que dependía en buena parte de la energía barata rusa, que eso es algo que ya todos sabemos", pero ya no solo eso, sino que al tambalearse esa base económica "se han acrecentado otros problemas".
Para Gil el país ahora lleva mucho retraso en reformas que no ha podido hacer, como cerrar la brecha en digitalización. Ese "punto muerto", como lo define el analista incluye también problemas de liderazgo, que vienen desde antes de Angela Merkel. La 'eterna' canciller "era una persona que también tenía cierta aversión al liderazgo en términos europeos, que siempre proponía la solución de consenso, el mismo común denominador. Y eso, durante mucho tiempo, instaló a la Unión Europea en una suerte de parálisis", termina.
Alemania ahora mismo es un problema para sí misma, pero también para la UE, aunque siga siendo su motor. Y lo es más por inacción de los demás que por propuestas propias. Es el motor por descarte... pero se ha ido desgastando entre cambios no hechos, dependencias no resueltas y falta de una voz relevante que rearme al país en todos los sentidos. Con todo eso, las elecciones del 23 de febrero son claves para Berlín y para una Europa que espera que su locomotora deje de estar gripada.