Hay marcas en el mercado asociadas a productos, en pañales, en yogures y sí: también en aparatos. Nadie tiene dudas de que si hablamos de aspiradoras, la primera que se nos viene a la cabeza es Dyson, que ha conseguido ser la reina del sector gracias a una apuesta firme por tecnología de última generación y por diseño.
Es habitual oír de Dyson que es el iPhone de los aspiradores. Lo que sucede es que Dyson es mucho más que una firma de aspiración y en los últimos tiempos se ha empeñado en demostrarlo.
Llevo un tiempo en casa con un elemento del hogar que jamás pensaría que también convertiría en algo tech: una fregona eléctrica. La Dyson WashG1 es una maravilla, como suele ocurrir con la mayoría de los productos de esta compañía británica. Sin embargo, antes de que te cuente mi experiencia, debes tener clara una cosa: no vas a olvidarte del mocho.
Un diseño en la línea de Dyson
A simple vista, puede que confundas tu WashG1 con un aspirador, ya que tiene un aspecto bastante similar en lo que a forma se refiere. Pero su cabezal más ancho y, sobre todo, su tanque de agua probablemente te darán pistas de que se trata de otro tipo de producto.
Conviene decir que este aparato friega y aspira —o, más bien, succiona— a la vez, así que en teoría sigue siendo un aspirador. Pero, matices aparte, lo importante es que el diseño sigue la línea inconfundible de Dyson.
Los principales elementos son dos depósitos —agua limpia y sucia— y una bandeja de residuos ‘sólidos’. El depósito de agua limpia es de un litro de capacidad, lo que según Dyson es suficiente para cubrir suelos de hasta 290 metros cuadrados. Mi casa no es tan grande y he podido fregarla entera. Parece pequeño, pero cunde mucho. De hecho, dado que la autonomía de la batería es de una media hora, es fácil que se le gaste antes la energía que el agua limpia.
Hay algo del diseño que me ha parecido un acierto total y es que Dyson propone una tecnología que separa los residuos y el agua sucia en el origen, para que el mantenimiento sea más cómodo e higiénico: el agua sucia se extrae de los rodillos mediante un manguito y la suciedad y los residuos se atrapan y envían a una bandeja de residuos extraíble.
Un aspecto que no está en la lista de ventajas es su peso, ya que no es tan ligera como lo que Dyson suele proponer en sus aspiradores. Si bien sigue siendo más liviana que la mayoría de los productos de este tipo, transportarla se hace pesado porque es contundente. La parte buena es que la tecnología de la fregona hace que te ayude a moverla y casi parece que va sola.
A pesar de ello, es versátil y flexible y cabe bien debajo de casi todos los muebles y elementos de casa, como radiadores. Además, se maneja sin problemas porque se pone prácticamente en posición horizontal y el cabezal permite bastante curvatura. El problema principal es que dada su forma habrá espacios y recovecos a los que no llegue, por eso no podemos olvidarnos de la fregona tradicional. A mí me ha ocurrido sobre todo en el suelo del baño.
Cómo funciona la fregona eléctrica de Dyson
Tenemos un panel digital que muestra el nivel de agua y el tiempo de funcionamiento restante. Ahí mismo también tenemos los botones en el mango para encender y apagar el aparato (rojo) y para cambiar los diferentes modos de limpieza (azul), que son tres. Como probablemente deducirás, a más gotitas en la pantalla más agua suelta la fregona. Por tanto, usaremos el modo más suave para limpiezas más básicas y el más alto para manchas más difíciles o incrustadas. Si quieres, puedes añadir un poco de producto para una mayor higienización del suelo.
Cuenta con dos rodillos motorizados de microfibra que giran en sentidos opuestos mientras una bomba distribuye el agua a través de 26 puntos de hidratación. Este mecanismo le permite tanto absorber líquidos derramados y limpiar suciedad seca, como atrapar los residuos y el pelo que encuentra.
Evidentemente, igual que no nos podemos olvidar del mocho, tampoco del mantenimiento de este aparato —¿para cuándo máquinas que limpian solas otras máquinas?—. El depósito de agua sucia es de 0,8 litros de capacidad y lo tendremos que vaciar y aclarar bien para que no queden olores. Por su parte, la bandeja de residuos también hay que higienizarla bien.
Sí que hay una parte del proceso que se hace de forma automática en la base de carga: después del uso, el modo de autolimpieza purga con agua limpia ambos rodillos y deja la fregona lista para la siguiente limpieza. Es bastante rápido, apenas un par de minutos.
No obstante, si lo que has recogido con la fregona es un buen desastre —en mi caso, con niños pequeños, algo habitual— conviene que limpies bien todo el aparto y sus elementos, incluidos los rodillos. Dyson hace magia con la limpieza, pero no tanto.
¿Recomendaría la Dyson WashG1?
Como casi siempre ocurre con Dyson, estamos ante un producto muy premium. Pero no esperamos menos por su precio, que en este caso son 699 euros.
Me ha encantado lo bien que hace el trabajo y desde luego merece la pena, pero tal vez dependiendo de cómo sea tu casa no tiene mucho sentido apostar por este tipo de producto, que es principalmente para fregar. También aspira, pero no lo puedes usar como aspirador sin que moje, por lo que olvídate de pasarlo por una alfombra.
Para mí lo mejor ha sido poder enfrentarme a desastres como comida derramada por el suelo sin mucho esfuerzo, algo que con una fregona tradicional llevaría un rato e implicaría llenar el cubo, aclarar varias veces el mocho, vaciarlo… No hay duda de que la WashG1 ofrece comodidad.
Y otro punto destacable es su rápida autolimpieza, aunque como he dicho si hay grandes desastres hay que esmerarse un poco más en la parte manual.
Por último, en un piso de tamaño medio, da suficiente —tanto la batería como el depósito— para limpiar todo el suelo. Y además lo harás más rápido que con una fregona tradicional. Incluso gastando menos agua.
La mayor pega que le he encontrado es que no llega a apurar del todo la pared y deja aproximadamente un dedo sin limpiar en uno de sus lados, lo que puede resultar incómodo.
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