En la Unión Europea hay momentos para todos los Estados miembros; de asumir responsabilidades, de liderar debates o de alzar la voz. De dar pasos adelante cuando los demás quizá no pueden. Es el caso de Polonia, que asumirá la presidencia rotatoria del Consejo desde este miércoles 1 de enero en un momento en el que su protagonismo en el bloque va a más, sobre todo también por la cierta debilidad que hay en el resto de socios principales. El país cuenta con un Gobierno fuerte, una economía saneada y un liderazgo notorio con Donald Tusk y, mientras, los gobiernos de Francia, Alemania o España no pasan por su mejor momento.
Es la 'tormenta perfecta' para que Varsovia esté en el 'grupo de cabeza' de la Unión Europea. Para empezar, porque Ucrania sigue en el foco y Polonia es uno de sus principales aliados desde que empezó la invasión rusa. No solo le ha dado respaldo económico o humanitario, sino que por ejemplo el pasado mes de julio ambos países firmaron "un acuerdo sin precedentes" que incluía la formación de militares ucranianos en territorio polaco. La realidad es que Polonia, en términos de envío de material militar, no está en el podio de socios, pero se ha comprometido a unos 3.000 millones de euros, según los últimos datos disponibles.
Asimismo, hacia mediados de 2024, cerca de 1,6 millones de ciudadanos ucranianos habían solicitado asilo o protección temporal en Polonia, según cifras oficiales. Esto representa una proporción significativa del total de más de 6 millones de refugiados ucranianos repartidos por Europa. Esto es, no obstante y tal y como asume el Gobierno de Tusk, un importante reto: ciudades como Cracovia han experimentado una reducción en la población refugiada, pasando de cerca de 270.000 personas en abril de 2022 a aproximadamente 120.000 en períodos posteriores. En el lado ucraniano, eso sí, Zelenski ha creado un Ministerio de Unidad Nacional para trabajar en la vuelta al país de hasta 10 millones de personas.
Por otro lado, Donald Tusk es uno de los jefes de Estado y de Gobierno mejor valorados ahora mismo en la UE. Roza el 50% de aprobado ciudadano en su país y lo supera, según algunas encuestas, en otros Estados miembros como es el caso de Rumanía (le dan un 53%). Está por encima de homólogos como Olaf Scholz, Emmanuel Macron o Pedro Sánchez y cuenta con una ventaja que ellos además no tienen: conoce cada esquina de Bruselas muy bien, pues ha sido presidente del Consejo Europeo. Eso hace que en las negociaciones pueda aportar visiones que escasean en otros socios.
Varsovia es capaz de tejer alianzas con gobiernos de todo color político. Tusk representa el conservadurismo tradicional, pues además de todo lo anterior es una pieza clave en el Partido Popular Europeo, y quizá su hombre más importante junto al primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis. Tal es su oposición, al mismo tiempo, a los pactos con la derecha radical que en las últimas elecciones se impuso precisamente a ellos, formando una coalición centrista para enfrentarse al PiS, que llevaba más de una década al frente del Ejecutivo. Esa postura le permite tener buenos contactos con figuras como Giorgia Meloni, pero también con Scholz o Sánchez, que están en el lado socialdemócrata.
Y con todo eso, la economía también ayuda. En términos de crecimiento, en el primer trimestre de 2024, el PIB de Polonia experimentó un incremento interanual del 2%, acelerándose desde el 1% registrado en el cuarto trimestre de 2023. Y es que para este año que ahora termina, se prevé un impulso de un 3%, que sería de un 3,6% en 2025, según las previsiones de la Comisión Europea. Así, Polonia es el quinto país más importante de la UE, pero además se ha convertido en uno de los que tiene su economía en mejor forma, con una industria reactivada y la apuesta por nuevos sectores.
El país, además, es clave geográficamente. Para empezar, Polonia comparte fronteras con Bielorrusia y Ucrania, y está cerca de Kaliningrado (un enclave militarizado de Rusia en el Báltico). Esto le da una posición clave en la disuasión contra posibles amenazas de Rusia, de ahí que su papel desde el inicio de la invasión haya sido decisivo porque es el principal corredor de la ayuda militar para Kiev. A esto hay que sumar su histórica y feroz oposición al régimen de Putin: su cooperación con Moscú ha sido mucho menor que la que han tenido, por citar dos países, Alemania o Italia.
De hecho, el oleoducto Druzhba, que sirve para transportar energía desde Rusia cada vez funciona menos y en cambio la apuesta pasa por la terminal de gas natural licuado (GNL) en Swinoujscie. Se trata de un puerto en el Mar Báltico que permite la importación de gas natural licuado desde países como EEUU y Catar, fortaleciendo la seguridad energética de Polonia y sus vecinos.
Polonia, con todo, es la mezcla perfecta ahora mismo de estabilidad, buenas conexiones, política pausada y experiencia. En unos tiempos en los que el motor de la UE, formado por Francia y Alemania, flaquea casi más que nunca, Tusk puede liderar un paso al frente para que la UE no pierda comba; y esa apuesta tiene que empezar por una presidencia fuerte del Consejo. Quizá el 2025 sea, de nuevo, un año en el que haya que mirar más hacia los Bálticos.