Los nuevos años 20 de la UE: así tiene que cambiar Europa para convertirse en una potencia global

La Unión Europea es un camino inacabado, una máquina de retos y un desafío para desencantados; casi también una droga para los que ven en esta apuesta una filia. Mark Leonard tiene claro que hay que ver Europa no como una maraña de burocracia y reglamentación, sino como un modelo revolucionario para el futuro. "No podemos permitirnos olvidar que Europa se fundó para protegernos de la guerra y que ahora es clave para la expansión de la democracia", dice. Pero del contenido hay que pasar al continente y todo empieza por entender que la Unión necesita reformarse, renovarse, reinventarse si quiere ser una potencia global en el medio y largo plazo. Hacia dónde y, sobre todo, cómo se consigue esa ambición.

La foto completa es la de la integración europea, en general. Pero ese proceso, que es constante y siempre incompleto, está lleno de matices. Sergio Príncipe Hermoso, doctor en Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid, explica a 20minutos que el gran problema de la UE "es que es timorata". Debería creer más "en su propio potencial" para el futuro, pero también abandonar en la medida de lo posible "su hipocresía" en muchos asuntos y tiene que conseguir que "su ciudadanía no quede al margen" de los pasos que se den: es decir, que las medidas concretas que se adopten lleguen a la gente. "No puede ser que el ciudadano sea un ente abstracto desde Bruselas o Estrasburgo", avisa.

Para Príncipe la clave para una UE líder en el futuro pasa por una frase: "Cambio de conciencia y recuperar principios comunes". Pero, ¿cómo se desgrana eso? El profesor lo resume en tres puntos: las relaciones con China, la política interna (con temas como la migración, sobre todo) y cómo se posiciona la UE desde dentro y hacia fuera respecto a Rusia. En lo que tiene que ver con Moscú, de hecho, lanza otra diatriba: "No vamos a ser nunca amigos, pero tampoco podemos ser siempre enemigos". Príncipe, con todo, ve aventurado hablar de la UE como una potencia, pero sí considera plausible usar el término "referencia", de cara al mundo del futuro.

"Creo que hay un trabajo básico de definir cuáles son los principios comunes de la Unión Europea. Esa construcción continental basada en la democracia, en la estabilidad, en la solidaridad comunitaria. La Unión Europea, si quiere prosperar, si quiere tener éxito, si quiere ser una referencia a futuro, tiene que rescatar eso", resume, en una visión de lo que ha sido desde los inicios del proyecto el concepto de "integración europea". La gran pregunta es, asegura, "qué UE queremos ser", más allá de ideologías, con un panorama que ahora además apunta al pragmatismo y no tanto a un escenario ideal; el Parlamento Europeo está repartido, cargado ideológicamente y con contrapesos relevantes; por eso el cortoplacismo parece inevitable.

En la mirada larga, hacia dentro y hacia fuera, entran también los componentes de la ampliación de la UE y de la vecindad. Ahí Sergio Príncipe ve fundamental no hablar solo de Rusia. sino también qué pasa con el Mediterráneo. "A partir de ahí se destilan otras políticas, las migratorias, las energéticas, que las podemos meter en otro cajón, pero de momento, definamos mapa europeo. Porque definir mapa europeo nos va a permitir definir qué Unión Europea queremos ser y cómo nos vamos a llevar con todos esos agentes que comparten frontera con la Unión Europea y que tienen perspectivas importantes con respecto a ella", concluye. Y no, no es un mapa geográfico, pero también es geográfico. ¿Hasta dónde llega Europa?

Hay un trabajo básico de definir cuáles son los principios comunes de la Unión Europea

La UE, en ese panorama, ha de ser exigente consigo misma y con quienes llaman a las puertas, sean cuales sean. "La Unión Europea no está aislada, mucho menos en un mundo global, entonces eso nos va a permitir establecer prioridades en Rusia, nos va a permitir establecer prioridades en Mediterráneo, nos va a permitir redefinir también las relaciones con el Reino Unido", expresa Príncipe; se trata de establecer unos criterios, con los países candidatos a la adhesión pero también con los que hay que establecer relaciones comerciales, políticas o aunque sea de puro interés coyuntural. "Pero sin ser naives", alerta. La Unión, en general, tiene que ser capaz de marcar su propio territorio.

Es importante también tener en cuenta "los techos de cristal" entre los Estados miembros. La UE necesita hacer un ejercicio de retrospección en el que cada país anote las iniciativas de otros socios "que han servido para resolver problemas" en temas como el acceso a la vivienda, la gestión de los flujos turísticos o las energías renovables. Príncipe asume que en este sentido necesita dejar atrás los tabúes ideológicos en asuntos que resultan estancos a primera vista en función de qué parte del mapa político se ocupa. La vía está en mirar lo común.

Una UE preparada y competitiva

La UE tiene que ser competitiva. Por su parte, Andrea G. Rodríguez, investigadora asociada del Centro de Estudios de Política Europea (CEPS), comenta que esa competitividad pasa por la inversión, la capacidad de innovación y relevancia. "Entonces, cuando hablamos de competitividad en la Unión Europea, sobre todo se está hablando de dos maneras. La primera manera es en temas emergentes, pues en aquellos mercados que van a ser cada vez más relevantes, como puede ser el tema de la inteligencia artificial. Y luego también la Unión Europea habla también de competitividad en términos de autonomía estratégica", desarrolla.

La UE ya ha empezado a legislar en este sentido, con el reglamento de la IA o con normativas y apuestas por los semiconductores o las materias raras. Eso es ideal no solo en un escenario de guerra o de competición, sino a la hora de hablar de la 'propia supervivencia' del proyecto a medio y largo plazo. Ese camino ya se ha empezado a dibujar desde la pandemia de Covid, pero queda mucho por hacer todavía sobre todo porque tanto China como Estados Unidos tienen sus propios planes... y la Unión tiene que intentar ponerse a su altura.

"El punto de partida de China a principios de los 2000 no es el punto de partida de Europa", avisa Rodríguez, por eso hay que acelerar todos los planes a futuro: "Diez años es absolutamente nada, porque se tarda muchísimo en desarrollar y, sobre todo, lo más importante es que no hay suficientes empresas; en el mercado no hay suficiente capacidad de sustitución. Entonces, hay componentes muy clave que, aunque tú quieras trabajar mucho en ellos, es que no lo vas a poder conseguir", comenta. Estos son por tanto grandes deberes por cubrir, con prisa y, además, sin pausa porque la realidad apremia.

La otra pata clave para la Unión es la política climática y su pionero Pacto Verde, que ahora parece abocado al pragmatismo. Mauro G. Ferrándiz, director de Proyectos de Talento para el Futuro expresa, por su lado, que la clave ahora está en la "implementación" después de que en los últimos cinco años haya habido importantes avances en este sentido. "Todo está ahora planteado desde el punto de vista político pero además sin inversiones no se llega a ningún sitio", argumenta Ferrándiz, por lo que movilizar nuevos fondos puede ser la clave para cinco o diez años vista. De hecho, el experto huye de cualquier idea de ralentización o pragmatismo en lo que tiene que ver con la lucha contra el cambio climático.

"Al final es una carrera contra el tiempo. Y en ese sentido, cuanto más hagamos y más rápido, mejor serán los resultados para los europeos", esgrime: "Los impases respecto al cambio climático tendrán un coste siempre mucho mayor que cualquier medida que se tome para mitigar sus efectos o para adaptarse a los mismos". Así, es importante "que haya ambición política" para plantear estrategias a largo plazo: "Es una cuestión de tiempo y dinero. Si queremos realmente lanzarnos la piscina y hacer las cosas bien, y hacer un plan de inversiones ambicioso, como lo presenta Estados Unidos.... pues se puede hacer. Será como realmente avanzaremos".

Con todo, la teoría parece bien estudiada, pero la práctica es lo realmente complicado para la Unión Europea. Acostumbrada a la reactividad los últimos años han sido una llamada para que sea más proactiva; la hoja de ruta, marcada también por las agitaciones ideológicas, es un libro que si bien mantiene las líneas maestras exige profundización. La UE del 2030 no puede parecerse en casi nada a la actual. El tiempo corre... y han de aprenderse muchas lecciones de lo que se ha vivido hasta ahora.

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