La mayoría de edad (de Europa)

Desde un punto de vista legal en la mayoría de los países europeos los 18 años es la frontera para alcanzar la vida adulta. Eso supone poder conducir, comprar alcohol, entrar en una discoteca, pero también votar, adquirir una casa o hasta ir a la cárcel. Otra cosa diferente es emanciparse, o lo que es lo mismo, vivir independiente y asumir responsabilidades fuera del hogar familiar. Ahí la edad media supera los 26 años en Europa. No es fácil, porque además de un empleo que permita pagar gastos básicos como vivienda o alimentación, supone tener que gestionar imprevistos y ser muy consciente de que ya no hay padres para ayudar o vigilar que todo es correcto. Eso hace que cada año la edad de emancipación se retrasa, hasta que ya es insostenible seguir en casa de los padres, bien por edad o bien porque los progenitores dicen basta.

Europa se encuentra en este momento de emancipación, pero no voluntaria. Llevamos décadas retrasando la decisión de ser independientes en materia de Defensa. Nos hemos acostumbrado a que la responsabilidad de protegernos de los enemigos externos recaía en Estados Unidos. Y ahora, sin darnos cuenta, nos han abierto la puerta para salir del calor del hogar. La administración Trump llevaba meses avisando, el nuevo presidente lo había dicho en mítines, en los debates electorales y hasta en artículos y documentos, pero los europeos –como esos hijos consentidos– hemos hecho caso omiso. Nos pedían los americanos aumentar nuestro presupuesto en Defensa, pero nosotros preferíamos plantar árboles; exigían tropas para proteger las fronteras, en cambio nosotros defendíamos acuerdos comerciales con el enemigo para aplacarles; rogaban luchar juntos contra las plataformas digitales chinas, pero nosotros optamos por poner multas e impuestos a las redes sociales americanas…

La realidad es muy parecida a esos hijos cuyos padres les piden que ahorren para independizarse pero siguen saliendo a cenar todos los días, que respeten los horarios y sean corresponsables de las tareas hogareñas, pero siguen comportándose como menores de edad cuando superan los 30, hasta que un día te encuentras las maletas en la puerta.

Estados Unidos y Europa compartían un hogar: Occidente, pero no los gastos. A los europeos nos gustan los impuestos y las normas, en cambio odiamos las armas y Trump ha dicho hasta aquí hemos llegado. Si vivimos juntos, asumimos las cargas (y beneficios) juntos y si no es así, a emanciparse toca. El nuevo Gobierno americano ha tomado decisiones en una clara dirección: Europa ya no es parte de mi familia y tendrá que formar la suya propia con lo que ello supone, desde pagar su ejército a defender sus intereses en una jungla mundial en el que no es el más fuerte y ni siquiera puede aspirar a tratar de tú a tú al grupo de los que toman las decisiones: todos ellos armados hasta las cejas con muchas bombas y poca ética.

Emanciparse nunca es sencillo, pero siempre imprescindible para ser consecuente con la edad que reza el DNI. Europa es mayor de edad y ahora ha de demostrarlo, será difícil y será mejor para todos.

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