Kneecap, el polémico grupo de rap irlandés al que la prensa conservadora quiso censurar

Pese a que la prensa británica conservadora los acusa de cantar odas a las acciones más violentas del viejo IRA, ninguna columna indignada ha impedido que Kneecap, que en irlandés significa literalmente “disparo en la rodilla”, se convierta, aunque muchos de sus oyentes ni siquiera consigan entender sus letras, en uno de los grupos más aclamados del circuito de rap underground de Gran Bretaña. De hecho, su nivel de fama es tal que su película estuvo a punto de ser nominada a los premios Oscar.

Durante el siglo pasado, cuando el conflicto por Irlanda del Norte – o el Norte de Irlanda, depende de la versión de los hechos – regaba con sangre las aceras y convertía las iglesias católicas en auténticas bases militares, era habitual usar el irlandés, lengua minoritaria aunque tradicional en la isla verde, como un arma cultural con la que reivindicar autodeterminación y raíces, sin embargo, sus usos se reducían a contextos folkloricos y formales a finales de un siglo donde la música, gracias a géneros como el rap o el punk, se había convertido en un vehículo perfecto para la protesta y la propaganda masiva. Hasta que ya bien adentrado el siglo XXI llegaron tres chavalitos, dos raperos y un dj, a cambiar las reglas del juego y el mercado de la música en Irlanda del Norte – o Norte de Irlanda –.

Kneecap se formó en los barrios bajos del Oeste de Belfast, una de las zonas más pobres de todo Irlanda, en 2017. Forjada por Mo Chara, Móglaí Bap y DJ Próvaí, nació después de que estos tres chavales, pertenecientes a la generación rota norirlandesa, se conocieran de fiesta y decidieran apostar por hacer rap en irlandés cuando nadie creía posible hacer un género musical moderno en aquella lengua.

Según ellos mismos han contado en las no demasiadas entrevistas que han dado, la idea para el primer tema del grupo, el ya mítico Cearta, nació después de que al colega de uno de ellos lo detuvieran por pintar una frase antibritánica en una parada de autobús. Esto ocurrió justamente en el contexto de las marchas por la Ley de la Lengua Irlandesa, una serie de manifestaciones en todo el Norte de Irlanda que pedían la equiparación de aquella lengua al inglés.

El tema, producido con pocos recursos y distribuido online en un territorio donde no existía ninguna escena local que los apoyara, no tardó en hacerse viral gracias a su carácter reivindicativo, pero también a la fórmula hedonista que desbordaba por todos sus compases: en un contexto donde la música en irlandés acariciaba la reivindicación formal de las raíces, este grupo de chavales de Belfast apostaba por una canción irreverente, plagada de referencias a las noches de desfase que disfrutaban y llena de lo que podríamos definir como apología al consumo de drogas; era un rap politizado y reivindicativo, pero también plagado de códigos nihilistas que conectaban con una generación que, como todas, no creía tener futuro.

La viralidad de la canción fue tal que el enfado censor no tardó en aparecer, lo que provocó que la RnaG, la radio más importante en irlandés y una de las emisoras que más había difundido la canción, la vetara de sus programas. El efecto contrario al esperado no tardó en suceder tampoco, pues incluso se comenzó a recoger firmas para pedir que el ente radiofónico volviera a pinchar el tema.

Ya en el 2018, el grupo se consolidó formalmente gracias a 3CAG, su primer y hedonista álbum, el cual mantenía las características de sus primeros sencillos y venía plagado de referencias a las drogas, la fiesta y la violencia a favor de la causa norirlandesa – como detalle significativo, el título 3CAG es una referencia en código al MDMA, droga, según sus propias canciones, bastante consumida por el trío musical –. Este nuevo álbum, sumado a las brutales actuaciones en sus directos, donde el dj salía con un pasamontañas con los colores de la bandera de Irlanda y se lanzaban todo tipo de consignas contra la ocupación británica, no tardó en despertar la rabia de los periodistas y políticas conservadores, quienes advertían sobre la fiebre social provocada por el grupo e incluso pedían su ilegalización. Por supuesto, toda esta campaña le vino francamente bien a los Kneecap, quienes se asentaron todavía más en su isla y comenzaron a expandir su sonido por el resto de Europa, siempre llevando con ellos la bandera del underground, la provocación y la reivindicación. Y la tricolor de Irlanda, claro.

En la actualidad, la banda sigue cultivando éxitos dentro de sus posibilidades, pues no deja de ser un grupo minoritario y extraño para los circuitos musicales del viejo continente, sin embargo, cuenta con una buena base de seguidores, acumulando más de medio millón de oyentes mensuales solo en Spotify y habiendo actuado en importantes festivales internacionales como el madrileño Mad Cool en su edición de 2024.

A finales también de este mencionado año, su fama se incrementó todavía más cuando se estrenó su película, bautizada igual que la banda y, más interesante todavía, protagonizada por los tres músicos interpretando los papeles de ellos mismos. El biopic tuvo tan buena acogida que estuvo en los 'shortlist' a los Oscar en las categorías de mejor película extranjera y mejor banda sonora, sin embargo, finalmente no consiguió ninguna de las dos nominaciones.

Pese al misticismo de la película, donde se cuentan historias de persecuciones políticas e incluso se narra la relación de parentesco de un miembro de la banda con un importante dirigente del IRA, el director de la cinta, Rich Peppiatt, se tomó muchísimas licencias creativas y convirtió la historia del grupo en pura ficción: pese a ser muy divertidas algunas de las anécdotas que se cuentan, la mayoría de ellas no dejan de ser una jugosa ficción que engrandece todavía más la leyenda de una banda que no estaba predestinada a funcionar, pero que lo ha hecho ante la sorpresa melómana de todos.

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