El juicio del horror llega a su fin tras más de tres meses: los 51 acusados en el caso Pélicot podrían cumplir 656 años de cárcel

Más de tres meses de proceso judicial, 64 sesiones de mañana y tarde en total, han servido para poner cara al horror: la de los 50 acusados que junto a Dominique Pélicot perpetraron cientos de violaciones contra la exmujer de este último, Gisèle. El proceso por el caso del conocido como monstruo de Mazan llega a su fin entre este jueves y viernes en el Tribunal de lo Criminal de Vaucluse (Aviñón) con la lectura de una sentencia final que también pondrá fin a uno de los procesos más terroríficos y mediáticos sobre violencia sexual de los últimos tiempos.

Así, los 51 agresores se enfrentan a una petición fiscal de 656 años de cárcel en total por violación agravada. La mayor pena, la de veinte años, para Dominique Pélicot, el artífice de la red de violaciones bajo sumisión química en la que participaron el resto de los coacusados, todos ellos aptados a través de la web de citas Coco, que se enfrentan a entre cuatro y 18 años de prisión. Aunque no fueron los únicos: en los más de 20.000 archivos de vídeo y foto recopilados por Pélicot sobre las agresiones a su esposa, cada uno de ellos con títulos irónicos sobre los abusos, la Policía pudo ver que había otros diez agresores que nunca ha podido ser identificados.

"Alabo la valentía de mi exmujer por haber soportado las acusaciones contra ella y le pido que tenga la amabilidad de aceptar mis disculpas junto con el resto de mi familia", espetaba este lunes el principal acusado durante su turno de palabra final ante Gisèle y sus tres hijos, entre ellos Caroline Darian, que ha acusado a su padre de hacer lo mismo con ella después de que se encontraran dos archivos de foto borrados donde se podía ver a la mujer de 42 años en ropa interior. "Es uno de los peores depredadores sexuales de los últimos 20 años", aseveró la mujer en su declaración durante el proceso.

Frente a él, el resto de acusados en el caso: jubilados, un enfermero, un soldador, un camionero... los procesados, de entre 26 y 73 años, fueron presentados en los primeros compases del caso como hombres normales, aunque la realidad es que, según se ha podido conocer durante el juicio, detrás de muchos de ellos se escondían pederastas, delincuentes reincidentes e incluso un discípulo del monstruo de Mazan.

Del perdón al señalamiento

Es el caso de Jean-Pierre M., de 63 años, para el que la Fiscalía solicita diecisiete años de cárcel, de las mayores penas después de la del septuagenario. Este camionero sometió a sus propia esposa a las mismas prácticas que Pélicot, siempre aleccionado por él, que incluso participó en las agresiones. "Me avergüenzo de mí mismo, estoy disgustado, un hombre debe proteger a su esposa y yo la profané", afirmó Jean-Pierre durante su último turno de palabra, según recogió una periodista de BFMTV. El pupilo también aseguró que durante su estancia en prisión participará en grupos de debate sobre violencia machista.

No es la única historia retorcida que define a los coacusados. Romain V., un jubilado de 63 años, llevaba un año dentro de Coco cuando se topó con Pélicot. Portador del VIH desde 2004 y en triple terapia desde 2005, no usaba condón, como la mayoría de los demás acusados. Para él se solicita la segunda mayor condena, dieciocho años, tras acudir hasta en seis ocasiones a la casa de Mazan. Niega que fuese consciente de estar violando a la mujer, como la mayoría de acusados. Incluso acusa al septuagenario de drogarle.

Entre los que se presentan como víctimas también se encuentra Redouane E., enfermero de 55 años y para el que los fiscales solicitan doce años de prisión. El hombre asegura haber sido engañado por Pélicot e incluso el presidente del tribunal, Roger Arata, ha asegurado que ha realizado una investigación en paralelo. "Tengo mucha información que usted no tiene", espetó Redouane E. durante su último turno de palabra. "Mi comportamiento sólo puede explicarse por la disociación ante un peligro. Cuando Gisèle habla no veo que sea una víctima", agregó.

En este sentido, han sido muchos los coacusados que han señalado a la propia Gisèle como cómplice de las relaciones. "Si tuviera que violar a alguien no sería una mujer mayor, elegiría a una mujer hermosa", llegó a decir uno de ellos, Ahmed T., fontanero de 54 años y para el que también se solicitan 12 años. El también alega haber sido manipulado.

Entre los coacusados también hay cuatro hombres para los que se piden penas mayores por ser poseedores de archivos de pornografía infantil, incluso hay un reincidente que ya violó a su hija de catorce años; Mohamed R., para el que también se piden diecisiete años. Además, hay un caso que ha sido procesado en ausencia: Hassan O., de 30 años, permanece fugado, con orden de busca y captura internacional desde abril de 2022. Sus antecedentes penales incluyen doce condenas por delitos contra la propiedad, contra las personas, por posesión de armas y tráfico de drogas.

En total, para 32 de los procesados se solicitan condenas de 10 a 13 años; para seis de ellos de catorce; para tres de quince; para cuatro de dieciséis, para tres de diecisiete y para uno de dieciocho. Solo hay un hombre para el que no se solicita violación agravada. Joseph C., para el que la defensa pide la absolución, se enfrenta a cuatro años de prisión por agresión al no haber penetrado a la víctima.

Las imágenes y la vergüenza

A falta de la decisión final del juez sobre las penas solicitadas por los fiscales, las miles de imágenes y vídeos de las agresiones han sido la prueba pública que ha llevado a Giséle a convertirse en todo un icono feminista. Ella decidió en los comienzos del proceso que todo se tenía que ver y con una frase, ya convertida en lema, dejó claras sus intenciones: "La vergüenza debe cambiar de bando".

Así, los periodistas pudieron ser testigos mudos de los horrores a los que fue sometida esta mujer, que sufrió cuatro enfermedades venéreas por las violaciones, mientras yacía inconsciente en su propia cama. "Me llaman alcohólica, dicen que me puse en tal estado de embriaguez que soy cómplice del señor Pélicot. Con todo el debate que está habiendo, tengo la impresión de ser yo la culpable, cuando los cincuenta culpables están sentados detrás de mí y deberían estar sentados en mi lugar", dijo la mujer en su momento, poco después de que el magistrado Arata intentara impedir que los periodistas vieran los vídeos y fotos por considerar que era demasiado impactantes.

Gisèle, que ha comparecido en varias ocasiones ante el tribunal, no ha dudado en expresar que la cicatriz causada "no se cerrará nunca", también que nunca imaginó que su propio marido fuese capaz de hacer lo que hizo. Ni siquiera habiendo vivido momentos de somnolencia inexplicable. Dominique Pélicot la drogaba cada noche con ansiolíticos, los metía en la cena que diligentemente le preparaba, incluso estando sus hijos presentes. "Pensé que terminaría mis días con este señor", reconoció la víctima, que explicó que lo suyo "no es valentía", como ha querido ensalzar su verdugo en el último día de juicio, sino que cuenta con "voluntad y determinación".

Ella misma, además, ha hablado de que su exesposo, para ella "el hombre perfecto", se sumió en la oscuridad. Algo que también se ha repetido en varias ocasiones durante el proceso. Incluso el propio Pélicot no ha dudado en señalar que todo esto se debe a varios episodios de abusos que sufrió de niños y en su juventud, algo que también han alegado otros coacusados. "Es un hombre perverso, egocéntrico, perturbado, con múltiples desviaciones sexuales que quiso satisfacer sus deseos sin poner ningún límite y sin el consentimiento de la víctima", retrató la Fiscalía y puso al septuagenario en el centro de todo: "Es la piedra angular del caso".

Necrofilia, sometimiento... y crimen

No fueron mejores los análisis de los psiquiatras y psicólogos sobre el septuagenario, que apuntaron a una "desviación parafílica", es decir, un apetito por actos sexuales con personas sin su consentimiento, que combina notablemente "voyerismo y somnofilia, rozando la necrofilia". Según el propio Pélicot, "someter a una mujer rebelde" era su fantasía y simplemente "sentía placer" al ver cómo otros tocaban a su esposa.

Aunque las actuaciones delictivas de Pélicot no se forjaron durante su jubilación, como se contó en un principio. Muchos antes de ser detenido en 2020 por grabar bajo las faldas de varias mujeres en un supermercado de Carpentas (cercano a Mazan), en 1991 y 1999, el hombre, que entonces se dedicaba al mercado inmobiliario, podría haber utilizado un modus operandi similar al que después usaría con su mujer para atacar a dos jóvenes durante visitas a viviendas.

En otoño de 2022, el septuagenario fue acusado, a pesar de sus negaciones, de la violación y asesinato en 1991 de Sophie Narme, de 23 años, en el distrito 19 de París, algo que para su abogada se basa solo "en conexiones". Pélicot también está acusado de intento de violación a otra joven en Sena y Marne en 1999. Su ADN apareció en el lugar de los hechos y el hombre reconoció el ataque, no así haber usado un arma para reducir a la joven. Ambas fueron dormidas con éter para cometer los actos. También ha sido acusado por sus propios hijos de hacer con sus nietos lo mismo que con Gisèle.

Símbolo feminista

Y pese a las acusaciones de complicidad de la entonces pareja, incluso después de que se hiciera público en forma de arma arrojadiza que en el matrimonio hubo altibajos o que Gisèle tuvo una aventura, la septuagenaria, que no ha faltado ni un solo día de los 64 al juicio, que se ha sentado frente a sus violadores y se ha sincerado mostrando su rabia, se ha convertido en un referente mundial de la lucha contra la violencia machista. "Aguanto porque tengo a todos estos hombres y mujeres detrás de mí y porque esto no debe volver a suceder", dijo la mujer su última declaración, poco después de convertirse en el rostro de portada de la revista Vogue en Alemania.

Su historia ha llegado a todos los rincones del mundo, ha sido epicentro del pasado 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y ha promovido manifestaciones en Francia y otros países durante los tres meses de proceso judicial. Según los medios franceses, las pancartas y pintadas en las inmediaciones del Tribunal de lo Criminal de Vaucluse en favor de la víctima han sido tan constantes que se ha optado por dejar de eliminarlas.

"Una violación es una violación", decía una de ellas. "Bienvenidas nuestras hermanas en apoyo a Gisèle", escribieron mujeres españolas que acudieron a la localidad francesa. "He perdido diez años de mi vida que no recuperaré. Espero que la sociedad, machista, abra los ojos y cambie su mirada sobre la violación", expresó la mujer en su última intervención.

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