Cadena perpetua para Daniel Sancho: claves de la sentencia y el futuro que le espera

Cadena perpetua para Daniel Sancho. El Tribunal Provincial de Samui ha dictado sentencia: sí, hubo premeditación en el crimen de Edwin Arrieta. Al asesinato se añaden los delitos de ocultación de cadáver y destrucción de documentación ajena, y deberá pagar una indemnización a la familia de la víctima de 106.000 euros.

Eran ciertos los rumores, el homicidio imprudente ha quedado desmontado, y al juez no le ha temblado la mano al considerar la circunstancia agravante. No se contempla la pena de muerte. La capital no se aplica en Tailandia desde el año 2018.

¿Qué va a pasar a partir de ahora?

El juez, tras la lectura del veredicto, ha explicado al abogado tailandés y a los padres de Daniel Sancho que pueden presentar dos recursos, uno al Tribunal de Apelación y otro posterior al Supremo. Es posible que García-Montes ya esté planeando el escrito. Cabe la posibilidad de apelación, en cuyo caso el procedimiento no habría acabado.

Daniel se encontraba en prisión preventiva en el penal de Koh Samui. Sus condiciones estaban siendo cuanto menos benévolas. Comida externa, largas estancias en enfermería y visitas asiduas. Su defensa luchará para que permanezca allí hasta que la sentencia sea firme, pero lo más seguro es que se le acabe la suerte y no cumpla condena en esa prisión.

Entre los posibles escenarios se encuentran las cárceles de Bang Kwang y Surat Thani. Bang Kwang, en Bangkok, es considerada una de las prisiones más peligrosas del mundo. Celdas de medio centenar de presos amontonados, ayunos de 17 horas seguidas y mantas por el suelo para dormir. Por algo la llaman "El gran tigre". Pocos salen con vida de allí. Es una bestia salvaje.

Otra opción es la nueva cárcel de Surat Thani, otro penal que tampoco hace alarde de comodidades. Allí también cohabitan una veintena de presos por habitación, pasan más de 12 horas sin salir de sus habitáculos, se duerme en el suelo y se sale muy poco. Aquí, al igual que en Bang Kwang, residen quienes cometen delitos graves, de hecho, hay corredor de la muerte. Daniel Sancho podría ser el primer español en ingresar en esta cárcel.

Su posible regreso a España depende de muchos factores. De hecho, siendo justos, el futuro de Sancho podría estar marcado por el pasado de Artur Segarra, el español que fue condenado a la pena capital en 2016 por asesinar, torturar y proceder al posterior descuartizamiento del empresario David Bernat. Segarra fue condenado a pena de muerte en 2016, aunque le llegó el perdón real cuatro años después de su crimen, y ahora podría estar en trámite para ser enviado a España. No existe la extradición entre España y Tailandia, pero sí cabe la posibilidad de traslado de presos. Para ello entrará en juego la acción consular.

Claves de la sentencia

Para acreditar la premeditación han sido decisivas las confesiones iniciales de Daniel Sancho. En más de tres ocasiones, el español, ante la policía tailandesa, reveló haber planeado el crimen de Arrieta. Luego llegó el equipo de García-Montes y, en un giro de guion, procuró desmontar las primeras declaraciones, basándose en irregularidades en el procedimiento y en el desconocimiento de lo firmado. De poco sirvió. La policía siempre lo tuvo muy claro. No iban a desacreditarse a sí mismos.

El segundo elemento es la previa compra del material sospechoso. Cuchillos, sierras y demás elementos, constatados a través de un ticket de compra y las cámaras de vigilancia. También el alquiler del segundo bungalow, más apartado e idóneo para la comisión de un delito, fue otro de los puntos muertos durante el juicio. Daniel no encontró excusa válida para justificarlo.

Aunque la autopsia no aclarara causa de muerte ni arma homicida, habría quedado probado que no se trató de un accidente. Hubo una pelea, Daniel Sancho golpeó brutalmente a Arrieta. No lo socorrió. Lo remató. Luego lo descuartizó. Envolvió sus restos, los colocó en un frigorífico y los escondió por la isla. Al día siguiente simuló estar preocupado y envió mensajes al móvil de Arrieta fingiendo estar buscándolo. Una coartada muy poco sólida al considerar que se lo vio por la isla repartiendo esas bolsas.

Una lectura de sentencia precedida de un goteo informativo de vértigo, digno de un guion cinematográfico. Una sentencia redactada hace días, pero revisada por una institución superior, hecho que hizo saltar todas las alarmas sobre una posible pena capital. A esto se agregó la presunta filtración desde la fiscalía por un error informático y los temores de una manipulación. Desde el equipo legal de la familia de Arrieta se llegó a mencionar la posible "compra de voluntades y movimientos extraños" por parte de la defensa de Sancho. Es evidente que, o han sido ignorados, o eran meras conjeturas. No ha habido mano negra, sí ha habido justicia.

Todo parecía evidente, pero no ha sido tan sencillo. El propio fiscal Jeerawat Sawatdichai lo dijo en un corrillo. La premeditación era clara, pero había que probarla. Sin arma homicida, sin tórax y sin causa de muerte. Pero con confesión, ticket de compra, cámaras de vigilancia y lesiones. El asesino no podía tener tanta suerte. Se ha hecho justicia para la familia de Arrieta. Por credo y humanidad, ellos nunca quisieron la pena de muerte. Queda la apelación. Este no es un punto y final.

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