'Todos pájaros', o por qué el amor debería ser mejor que matar y morir en Israel y Palestina

A menudo se oye por ahí ensalzar la historia de amor de Romeo y Julieta como si fuera el colmo del romanticismo. Pero en esa historia de amor palman seis personas, incluidos los enamorados, uno por alergia al veneno y la otra por exceso de agujeros.

Y como ocurre en Romeo y Julieta, en la obra teatral Todos pájaros, de Wajdi Mouawad, hay dos enamorados que pertenecen a mundos distintos, con familias enfrentadas y por si fuera poco, en medio del conflicto de Palestina e Israel, que viene de largo y lleva décadas, si no milenios, jodiendo al personal.

Los Teatros del Canal, en Madrid, acaban de estrenar la versión de Mario Gas de esta obra escrita en 1968 y que, de no saber el detalle, podría pensarse que está inspirada en 2024. Los humanos seguimos siendo igual de estúpidos y encasillados en arreglarlo todo (que no se arregla nada) a base de hacer explotar cosas y personas.

Aleix Peña, Candela Serrat, Vicky Peña, Manuel de Blas, Pere Ponce, Anabel Moreno, Lucía Barrado están en el reparto de esta versión de la obra de Wajdi Mouawad, larga como él estila (unas 3 horas, con un descanso en medio).

Todos pájaros cuenta la historia de Eitan y Wahida, dos jóvenes que se enamoran en Nueva York. Uno, judío, la otra, árabe. La cosa se tuerce cuando a Eitan (para qué) se le ocurre ponerse a rebuscar en sus orígenes. Eso les lleva a Israel y les mete en un conflicto bélico, familiar y vital.

Mario Gas ha hecho una versión maravillosamente incómoda de ver. El ritmo expone la estupidez humana, acostumbrada a encasillarse a un pasado que no es suyo y a encadenarse a lo que los demás esperan que seamos. Esta obra revela el absurdo de la ortodoxia y el fundamentalismo, con un reparto que hace justicia a la dureza de una función que no carece de humor. De un humor negro como el betún que usaría un grillo, pero humor.

Pero no se engañen, es un drama. En el estreno no era difícil ver a miembros del público llorando, como también lo hacían los personajes, inmersos en un drama capaz de remover la conciencia del espectador, más en un momento en el que el conflicto Palestino-Israelí está en pleno apogeo.

Todos Pájaros es una irónica obra de arte a modo de bofetada para los que llevan la mochila cargada de pasado. ¿Ah, que eres judío fundamentalista? ¿Ah, que no puedes amar porque tu pasado está en una aldea de Palestina? Pues te vas a cagar, toma siete tazas. Esto es un spoiler, aunque no lo parezca.

La escenografía sencilla, gris, con tantas aristas y pendientes como la historia, es polivalente y ayuda a centrar la atención en lo actoral. El Todos Pájaros de Mario Gas en los Teatros del Canal no es una función para disfrutar en el sentido divertido de la palabra. Es una obra para conmoverse, para reflexionar y que cualquier amante del teatro dramático debe ver.

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