La socialdemocracia aparca su tradicional discurso inclusivo con la inmigración ilegal: "Es una cuestión de supervivencia"

"Es imprescindible el retorno a sus países de quienes han llegado a España irregularmente". Pedro Sánchez sorprendió este miércoles admitiendo la necesidad de poner coto a la inmigración irregular y hablando abiertamente de deportar a quienes lleguen a España por cauces ilegales. "Traslada un mensaje desincentivador, nítido y claro y contundente a las mafias y a quienes se ponen en sus manos", dijo, asociando, además, esa inmigración irregular con "otros delitos como tráficos ilícitos de toda clase o el terrorismo".

Sus palabras, pronunciadas en Dakar durante su gira africana en la que ha firmado acuerdos con Mauritania, Gambia y Senegal para fomentar la inmigración regular, se alejan del tradicional discurso inclusivo de los socialistas y se alinea con las tesis defendidas por el PP, como así se lo han hecho saber los populares. "Esperamos una disculpa de los que cuestionaron nuestra altura moral, de los que nos llamaron xenófobos y de los que dijeron que nos marcaba el paso la ultraderecha", han señalado fuentes del partido de Núñez Feijóo.

Pero el posicionamiento de Sánchez no solo le lleva a una coincidencia con postulados del PP, también le aproxima al actual discurso global de la socialdemocracia occidental, que poco a poco ha ido abandonando sus tesis más inclusivas en materia de inmigración para acercarse al discurso de la centroderecha.

"Es una cuestión de supervivencia. Las socialdemocracias europeas están adaptando su discurso porque están viendo que la realidad las está superando", explica el politólogo de la Universidad Europea, Moisés Ruiz. "Hay cuestiones ideológicas que se sostienen hasta que las crisis toman protagonismo. Si los partidos políticos no son capaces de anticipar en sus discursos las nuevas realidades, se debilitan y favorecen el crecimiento de las ideologías rivales", añade.

Alemania agiliza las deportaciones

Uno de los ejemplos más nítidos y actuales lo encontramos en Alemania, donde el canciller Olaf Scholz ha apostado por deportaciones masivas de inmigrantes irregulares. "Tendremos que hacer todo lo posible para garantizar que aquellos que no pueden o no se les permite quedarse en Alemania sean repatriados y deportados", afirmó este lunes, tras visitar el escenario de atentando de Solingen, en el que un solicitante de asilo sirio asesinó a tres personas con un cuchillo, el pasado 23 de agosto.

"Ya hemos hecho mucho para reducir la migración irregular. Hay éxitos, pero no son suficientes. Se aplicará lo siguiente: Quien no pueda permanecer en Alemania deberá marcharse", insistía Scholz en un mensaje de Twitter, en el que invitaba a la oposición a "trabajar con el gobierno" para hacer frente a este problema.

Las palabras del Scholz no han tardado en surtir efecto porque este jueves, el gobierno alemán presentó un paquete de medidas para agilizar las deportaciones de solicitantes de asilo que ya habían registrado peticiones en otros países europeos, como fue el caso del atacante de Solingen. El paquete incluye eliminar las prestaciones para las personas que están a la espera de ser deportadas y la deportación de inmigrantes que hayan cometido actos de violencia con cuchillos, así como de criminales convictos de Siria y Afganistán.

Es más, este viernes Berlín ya comenzó a expulsar a criminales afganos a su país, una medida que no aplicaba desde agosto de 2021 y que afectó "a 28 delincuentes convictos que no tenían derecho a permanecer en Alemania y contra los que se habían dictado órdenes de expulsión", según explicó la ministra del Interior, Nancy Faeser.

"Están ofreciendo una respuesta a sus votantes que no tiene nada que ver con la pureza ideológica que han mantenido durante décadas", señala el profesor Ruiz: "La socialdemocracia nace ideológicamente para dar respuesta a las necesidades de los ciudadanos y, si se aleja de ellos, se debilita como ideología política".

"En Europa están emergiendo ideologías con un mensaje de rechazo a los movimientos migratorios, como el partido de Le Pen, al que no solo votan los ricos, también barrios obreros en los que tradicionalmente el voto había sido para los socialistas. Es un fenómeno que hemos visto en Francia y que probablemente veamos en Alemania (en 2025 habrá elecciones generales). La socialdemocracia está adaptando su discurso a esas nuevas realidades", recalca.

La socialdemocracia nórdica también muta

Los países nórdicos, antaño paradigma de la socialdemocracia, también están experimentando ese viraje tras fracasar su modelo integrador, que ha convertido los barrios de algunas ciudades en auténticos guetos. "El fracaso en la integración de los inmigrantes ha creado dos sociedades paralelas en nuestro país. Se ha instalado una segregación tal que, actualmente, Suecia está compartimentada en sociedades paralelas. Todos vivimos en el mismo país, pero en realidades totalmente distintas", ha reconocido la ex primera ministra de Suecia, Magdalena Andersson.

En Dinamarca, uno de los primeros países en vivir el giro de sus líderes socialdemócratas, la primera ministra Mette Frederiksen comenzó ya en 2019 a endurecer las leyes de extranjería, especialmente para "inmigrantes no occidentales", y ha demolido barrios que se habían convertido en focos de delincuencia.

"Cada vez está más claro que el precio de la globalización no regulada, de la inmigración masiva y de la libre circulación de mano de obra, lo están pagando las clases más bajas", ha declarado Frederiksen, haciendo referencia a que lo que hasta ahora era un tabú para la socialdemocracia: los precarios sueldos que habitualmente se pagan a trabajadores inmigrantes podrían estar empujando a la baja los salarios de los empleos menos cualificados e incrementando la desigualdad de la sociedad.

El índice Gini, que mide la desigualdad (0 significa que todos los ciudadanos poseen la misma renta y 100 que un solo ciudadano acumula toda la renta del país), es revelador en el caso danés, pues se ha disparado más de 8 puntos desde 1995, pasando de 20 (entonces uno de los más bajos del mundo) a 28,2 el año pasado.

El primer ministro canadiense Justin Trudeau, otra de las caras más amables de la centroizquierda, ha recogido ese guante al otro lado del Atlántico y esta misma semana apostaba por reducir el número de trabajadores extranjeros, animando a las empresas a "invertir" en producto nacional.

"Estamos reduciendo el número de trabajadores extranjeros temporales con salarios bajos en Canadá. El mercado laboral ha cambiado. Ahora es el momento de que nuestras empresas inviertan en los trabajadores y jóvenes canadienses", escribió en su cuenta de Twitter.

"La socialdemocracia ha pecado de 'buenista' en materia de inmigración y ahora tiene que dar respuesta a lo que su electorado demanda. Tiene que saber leer la realidad y adaptarse a las necesidades de sus votantes. Lo peor que puede ocurrirle a una ideología política es que sea considerada inútil por los ciudadanos por no dar respuesta a los problemas que están surgiendo en la sociedad. La socialdemocracia no puede permitir eso y se está adaptando por mera supervivencia", concluye el politólogo.

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