La relación llevaba semanas, si no meses, muy desgastada, pero el 5 de diciembre de 2023 se consumó una ruptura que, al menos por ahora, no va camino de solucionarse. Exactamente un año después de que Podemos anunciara por sorpresa su salida del grupo parlamentario de Sumar, la coalición en la que se había presentado a las elecciones generales, la relación entre ambas formaciones es inexistente, pese a los intentos de tender puentes de actores como IU. Por el camino se han producido varios roces, aunque en el día a día Podemos y Sumar se esfuerzan en ignorarse. Pero su desencuentro, lejos de ser inocuo, ha llevado al espacio a la izquierda del PSOE a sus registros demoscópicos más pobres en más de una década.
La separación llevaba meses larvándose a ojos de toda España, incluso antes de que Sumar y Podemos firmaran su alianza para concurrir conjuntamente a los comicios generales. La relación venía tocada desde el año 2022, pero la verdadera piedra de toque fueron las negociaciones para diseñar las listas electorales, en las cuales la líder de Sumar, Yolanda Díaz, vetó la presencia de la número dos morada, Irene Montero. Aunque Podemos aceptó, desde entonces el desencuentro se tornó en abierta aversión, y los morados anunciaron que no pensaban someterse en el Congreso a las directrices de Díaz, quien los arrinconó en el grupo parlamentario y además les amenazó con sanciones internas si rompían la unidad de voto.
Con ese panorama, era cuestión de tiempo que la fractura se consumara, y lo hizo en mitad de una sesión plenaria de la Cámara Baja, y después de que la vicepresidenta hubiera rechazado la petición de la secretaria general de Podemos, Ione Belarra, de intervenir en el estrado durante el tiempo reservado al grupo de Sumar para defender la posición de su partido sobre la invasión israelí de Gaza. Es "imposible" hacer "política" dentro de un grupo parlamentario que, denunciaron los morados en su comparecencia para anunciar su paso al grupo mixto, llevaba meses tratando de invisibilizarlos. "La reglas no son iguales para todos los miembros de esta coalición", espetó el diputado Javier Sánchez.
La salida de Podemos del grupo parlamentario de Sumar vino acompañada de momentos esperpénticos, como el que se produjo en febrero, cuando los morados denunciaron que los despachos de sus cuatro diputados en el Congreso habían sido forzados por la formación de Yolanda Díaz para vaciarlos. No obstante, en el plano puramente político, la estrategia de Podemos fue clara desde el principio: el objetivo era diferenciarse de la otra formación a la izquierda del PSOE, y para ello los morados iban a aprovechar que estaban fuera del Gobierno para negociar con total libertad.
La primera ocasión para poner en práctica esta estrategia llegó muy pronto. El 10 de enero, Podemos derribó la reforma de la subvención que perciben las personas que agotan su prestación por desempleo por incluir un recorte en sus pensiones, para enorme enfado de Díaz, que tuvo que renegociar este texto y aprobarlo, meses después, sin esa rebaja. Y, desde entonces, la presión al Gobierno por parte de los morados en cada negociación ha sido una constante: el último ejemplo tuvo lugar hace apenas un par de semanas, cuando los de Belarra apuraron hasta el final para confirmar su apoyo a la reforma fiscal del Ejecutivo a cambio de un impuesto a las empresas energéticas cuyo diseño aún está por negociar.
El pasado mayo, los morados superaron su primer Rubicón logrando dos eurodiputados en las elecciones al Parlamento Europeo, la cita en la que se jugaban su existencia. Y, poco a poco, Podemos ha ido consolidando un pequeño espacio a la izquierda del PSOE a medida que Sumar iba desangrándose: en la última encuesta de DYM para 20minutos, los de Díaz seguían estando por encima, pero del 12,3% de los votos obtenido en las elecciones generales se quedaban en un 7,5%, y buena parte de esa caída la recogía Podemos, que trepaba hasta el 4,9% de los sufragios en la estimación.
La división, un lastre para el bloque progresista
No obstante, todos los analistas electorales (y también los propios partidos implicados) son conscientes de que la división en el espacio a la izquierda del PSOE lastraría enormemente las opciones del bloque progresista en unas eventuales elecciones. De hecho, en la Moncloa hay preocupación ante un desencuentro entre Sumar y Podemos que, lejos de encauzarse, se cronifica. Y el equipo de Presidencia del Gobierno es consciente de que sin una alianza en el espacio de la izquierda alternativa, el mínimo de 30 ó 35 diputados necesario para reeditar una alianza con el PSOE es un objetivo inalcanzable.
Ante esa situación, la Moncloa ha puesto sus ojos en IU, el único de los partidos del espacio a la izquierda del PSOE que, hoy por hoy, mantiene los puentes tendidos con todas las sensibilidades y partidos de esa parte del espectro político. Y eso incluye tanto a Podemos, con cuya dirección Maíllo mantiene contactos discretos pero recurrentes, como a Movimiento Sumar, la pequeña organización liderada de facto por Yolanda Díaz que capitanea la coalición Sumar, en la que se integra IU.
Esos contactos no pasan, por el momento, de ahí, puesto que IU sigue formando parte de Sumar, ha concurrido integrado en esa coalición a todas las últimas elecciones y sus diputados en el Congreso se adscriben al grupo parlamentario liderado por Díaz. Pero, dado que las relaciones entre Podemos y la vicepresidenta están completamente rotas (lo mismo ocurre entre los morados y Más Madrid, Compromís o Catalunya en Comú), lo cierto es que Maíllo juega desde hace meses un rol de bisagra entre las dos partes en las que está fracturado el espacio a la izquierda del PSOE.
De hecho, sabedor de su papel, el líder de IU ha dado varios pasos en los últimos meses para sentar las bases de una futura recomposición de su espacio político. Hace unos días, Maíllo dio el pistoletazo de salida a la "Convocatoria por la democracia" planteada por IU, un proceso con el que la federación quiere sacudirse el marasmo en el que se encuentra sumido Sumar desde hace meses, reactivar a militantes que han ido abandonando el espacio ante la interminable pugna interna y la falta de respuesta a los malos resultados electorales y, al menos, sentar las bases para una futura colaboración con Podemos en el futuro.
Pero, antes de que finalice ese proceso, Maíllo ha ido haciendo cada vez más evidentes sus diferencias con Díaz. Tras la dimisión de Íñigo Errejón como portavoz parlamentario de Sumar hace unas semanas, el líder de IU exigió a Sumar una "catarsis" y "responsabilidades". El mes pasado, ante la dirección de su partido, Maíllo defendió sin ambages que, "para llegar en las mejores condiciones al siguiente ciclo electoral, debe existir una coordinación entre iguales" con "todos dentro, sin vetos cruzados". Y la hace unas semanas, el dirigente deslizó públicamente que Díaz, como líder, "necesita mejorar".
El reencuentro, no obstante, parece hoy por hoy muy lejano. Sin elecciones a la vista en el corto plazo, Podemos se mantiene firme en la aplicación de una estrategia que le está permitiendo, poco a poco, ir afianzando un pequeño espacio. Mientras, Sumar se encuentra en un proceso de recomposición tras sus sucesivas debacles electorales en el que tendrá que definir qué quiere ser y en el que los partidos aliados de Díaz ya están tratando de atarla en corto y de ganar cotas de poder interno. Nadie se atreve a pronosticar si el espacio de la izquierda alternativa volverá a reunirse. Pero, en privado, todo el mundo asume que, sin ese reencuentro, el Gobierno de la derecha tras las próximas elecciones puede darse por descontado.