Donald Trump y Elon Musk son dos refuerzos para el discurso socialista. Oportunista como es Pedro Sánchez, los nuevos actores le vienen muy bien para reforzar sus alertas sobre la "internacional ultraderechista" que acecha Europa. No hay nada más sacrosanto para la izquierda que su antiamericanismo, como explicó Jean-François Revel. Zapatero lo explotó haciendo suya la oposición a la guerra de Irak y faltando el respeto a la bandera estadounidense.
Sánchez, que tiene en el expresidente a un gurú, seguirá su senda porque Trump, como antaño Bush, da réditos electorales. Además, puede recuperar voto perdido en el campo, si es que impactan los aranceles. Y si para eso hay que defender el libre comercio y disfrazarse de liberal, pues uno se disfraza de liberal. Todo vale cuando no se tienen principios.
Por otra parte, la campaña de recortes del gasto público que ha anunciado Musk es el ejemplo idóneo para recordar a sus votantes que no votar al PSOE es dejar camino expedito a la ultraderecha para que ponga fin al estado del bienestar.
Cabe preguntarse qué estrategia seguirá el PP. No parece que a sus votantes les llegue propuesta alguna, más allá de denunciar las tropelías de Moncloa y sus continuos intentos de quitarse el corsé de Santiago Abascal. Feijóo quiere mantener su barco en el centro político con la esperanza de hacerse con el votante moderado cueste lo que cueste.
El gallego tiene en su ADN aquello que José Manuel García-Margallo expresó en la presentación de uno de sus libros: El PP no puede ir de la mano de Vox en la lucha contra la violencia de género y en asuntos como el estado autonómico y europeísmo. Esteban González Pons seguro que se lo susurra al oído todos los días en Génova. Lo que no sabemos es hasta qué punto Trump va a alterar esta estrategia, pues muchos de sus posibles votantes ven con buenos ojos, aunque no lo confiesen, el nacionalismo de la Casa Blanca. Y eso es una ventaja para Abascal y, cómo no, para Sánchez.