Oihana Kortazar y Manu Merillas, dos peces fuera del agua en Chamonix

Oihana Kortazar derrocha simpatía por sus cuatro costados. Habla y habla, sonríe y bromea. Atiende a los medios en el lujoso hotel de Chamonix durante la presentación de los atletas élite que tomarán parte en alguna de las tres grandes carreras de la semana de fiesta del UTMB (OCC, CCC y UTMB). Y allí está porque ella es élite, incansable ganadora y lista para su primer año en Chamonix. Correrá la OCC, 57 kilómetros, pese a todo.

"A mi estas carreras no me van mucho. Me encanta la montaña, subir y bajar todo el rato, pero aquí hay que correr mucho en llano y no es mi estilo. Todo este ambiente no me va, porque durante esta semana esto parece un centro comercial, con miles de personas por todos lados, pero bueno, aquí hay que venir una vez en la vida para probar la experiencia y encontrarte con gente a la que no sueles ver".

Oiahana cogió la furgoneta hace el martes, pasó por Avignon y ha llegado el miercoles a Chamonix, mientras sueña ya con marcharse un día después de la carrera, jueves, al valle de Aosta. Allí encuentra la paz absoluta, aire y altura, tras un verano movidito con su eterna amiga, la conciliación. "Supongo que algunas corredoras también tendrán este problema, pero para mi no es sencillo. Mis dos hijos son mayores, yo tengo que entrenar y ahora en verano intento que salgamos los tres juntos: el más grande va en bici y yo intento seguirle corriendo pero, claro, entonces el pequeño se queda detrás. Voy haciendo lo que puedo".

Y lo hace. 24 horas después, Oihana llega bañada en sudor a la meta de Chamonix, muy lejos de la ganadora Eli Hemming o de la primera española, la irreductible Sara Alonso, cuarta, pero llega feliz, porque su cabeza se ha rebelado contra mil doscientas súplicas de rendición y retirada. "He pensado en retirarme los últimos 30 kilómetros pero no me lo podía permitir porque luego me arrepentiría. Al final sí que había bastantes subidas empinadas y eso me ha gustado, pero desde el principio no tenía buenas sensaciones. Bueno, al menos ya sé lo que es correr aquí".

Y Oihana sonríe otra vez, hace una broma y se larga: ducha, maletas, furgo, montaña y un poquito de soledad. El sábado ya está en Aosta, sola, feliz.

La búsqueda de una identidad en la naturaleza es también el primer mandamiento en la vida de Manu Merillas, filosofía gemela a la de Oihana llevada al extremo. "Yo para ser feliz dame aire puro, una montaña y a 'Zar', no necesito nada más", bueno sí, a mi familia". Espera ya el segundo hijo.

Merillas, por hacer una breve introducción, es posiblemente el mejor atleta de montaña del mundo en carreras técnicas: bajadas y subidas inaccesibles para cualquier mortal, porque allí muere, y que él surca corriendo con sol, lluvia, barro y nieve. Así lo practica a diario en La Cueta, su paraíso leonés de 7 habitantes. Su currículo está sobrado de victorias, como la prestigiosa Zegama, por citar una de ellas.

De repente está en Chamonix, la marabunta, también fuera de su estanque, pero al menos con 'Zar', su perro pastor, compañero de vida. Manuel corre, anda, pasea, escala, rapela montaña abajo, da entrevistas, y allí siempre está su aliado de cuatro patas, con su propio arnés y cuerda cuando toca descender por las cumbres. Durante la presentación del evento, obviamente, se convierte en el protagonista. Allá donde 'Zar' no puede estar, no cuenten con Manu.

Las aspiraciones de Merillas esta semana en Chamonix pasan por correr la CCC, carrera de 101 kilómetros y varios miles de metros positivos como desnivel (6.000). Demasiado correr para él, poca piedra, igual que Oihana, mal presagio. Llega, además, una semana después del tortazo de Kima (Italia). "Volé metro y medio contra una roca y me clavé varias piedras en la pierna. No fue una caída muy grave, le pondría un 4 en una escala de 10", pero no pudo seguir y terminó siendo evacuado en helicóptero.

Así que en CCC Manu saldrá a hacer su carrera, a su ritmo, con unos tiempos marcados y una dieta rica en ibéricos de todo tipo: geles y polvos nutricionales los justos, donde esté el lomo o la cabeza de cerdo y derivados... Así corre y así vive este hijo de minero, amable y locuaz pese a su fama de ermitaño, que irradia seguridad en si mismo, esa que la gente suele confundir con el 'va sobrado'. "Yo he pasado muchas cosas, malas y buenas, de joven viví tres años en una furgoneta de cinco metros, sin apenas relacionarme, y he ido forjando poco a poco mi personalidad. Claro que dudo, como todo el mundo, pero creo que he logrado saber dónde está mi felicidad".

Esta queda lejos de la multitud de Chamonix o de esos 100 kilómetros tan corribles. Merillas terminará abandonando a mitad de carrera, sin ocasión de repetir la victoria de 2022 en la prueba pequeña de 57 kilómetros (OCC). Tampoco se quedará mucho tiempo por aquí. Le espera su vida, la montaña, y su compañero, 'Zar'.

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