El alcalde de Madrid va a tener un hijo-nieto. Lo digo porque cuando le preguntaron hace meses por el tema niños respondió "no puedo tardar, a ver si voy a ser un padre-abuelo". En abril cumple 50 y a esa edad como que ya no estás para cambiar pañales. Vamos, yo he tenido dos hijos una década antes y he llegado tarde.
Se habla mucho de hasta qué edad una mujer debe ser madre, pero se pone menos sobre la mesa la fecha de caducidad de los papás. Muchos creen que mientras el mástil levante la vela se puede navegar, pero la realidad es que a partir de los 40 bajan la testosterona y los espermatozoides sin fragmentación de ADN que saben nadar. Y la otra realidad que no descubres hasta que tienes niños es que ser padre es como sufrir un abordaje.
Nada que ver con el embarazo de la madre, pero las noches sin dormir por los cólicos del lactante te tocan y no se pasan igual con veintitantos que con cuarenta y muchos. Tampoco se tiene el mismo cuerpo para subir cinco pisos el puñetero carrito que nunca cabe en el ascensor. Y peor que lo vas a tener cuando descubras que tener hijos no era solo tener bebés y te toque correr detrás de la bici para que el inagotable niño no se caiga mientras a ti se te caen los riñones. Hay una parte física tocha en ser padre de la que nadie advierte para que no se extinga la humanidad. Y hay una reorganización de la vida general.
Olvida el loft molón de alquiler, con niños necesitas puertas y 200 armarios. Casa comprada, que de pronto quieres en la vida cosas seguras, aunque hipoteca con 50 te la dan a regañadientes. Así están también tus colegas de siempre sin hijos, que por mucho que quieras seguir apuntándote a las cerves de los viernes la inercia te acaba llevando al parque con los papis del cole. Con niños te puedes mover lo justo y la gente que no está a lo mismo suele aburrirse de tus limitaciones. Y cada vez son menos.
Según el XIV Barómetro de Familias las prioridades son viajar (63,5%) y la vida profesional (59,3%). Tener hijos, a la cola de la lista, solo lo valora el 32,7%. Muchos es que no quieren, que también es una opción vital, aunque el 80% se agarra a que tienen más dificultades para tener hijos que generaciones anteriores. El viento no sopla a favor entre la vivienda y la tasa de paro, pero cualquier abuelo diría que fácil no ha sido nunca. Lo que antes se hacía menos era relacionar la familia con la bandera de la derecha (Almeida no la vio) frente al supuesto progresismo de una vida individual sin hijos, pero con mascota y app de Glovo.
Pero que tiro la primera piedra, soy de la generación sándwich que lo retrasó todo y va a cuidar hijos pequeños y padres mayores a la vez mientras se pincha la sustancia de Demi Moore para llegar vivo a conocer a sus nietos. A ver si Almeida al esterilizar bibes con canas lo ve y les cuenta a sus colegas que poder montar una familia cuando de verdad toca debe ser una prioridad política. Como con lo de ser padre, más vale tarde que nunca.