¿A cuántas personas les ha caído un meteorito encima? 'Undead Unluck' y la mala suerte

Por lo general, la gente suele decir que no tiene suerte. No suele importar a quién preguntes, el rico se quejará de que la fortuna le evade porque no le ha salido una inversión en una empresa de fregonas turboadaptables con relajador de túnel carpiano y el pobre porque el jamón york de marca blanca ya no está de oferta, que en la app del supermercado se han equivocado y le pone triste. Cada cual con su ruina particular.

La suerte es un concepto interesante. Personalmente, considero que es más una concepción que una probabilidad, sin entrar en análisis científicos. Pero, lógicamente, todo en esta vida quiere ser cuantificable por el ser humano. Un ejemplo curioso de personaje cuyo poder es la “suerte” es Dominó, de la franquicia Marvel, que tiene el poder psíquico de afectar a las probabilidades de que algo suceda, obviamente, a su favor siempre. Pudimos ver su particular poder en la película Deadpool 2 donde todo acababa relativamente mal para los demás menos para ella.

En el mundo del manganime también han jugado con un personaje que maneja la suerte, pero absolutamente al revés que Dominó. El manga Undead-Unluck, cuya serialización ha finalizado recientemente en la revista Shonen-Jump, cuenta la historia de dos fueras de serie. Por un lado, Andy, un ser inmortal que quiere morir y no sabe cómo, y por otro Fuuko Izumo, que si toca a una persona le transmite “mala suerte” y no le augura nada bueno. Al principio de la historia, por circunstancias que es mejor que leáis o veáis la obra, Fuuko da un beso en la mejilla a Andy y el inmortal recibe un poco de mala suerte… En forma de un meteorito que le cae encima.

Con la reciente noticia de que en 2032 un meteorito puede caer en la Tierra me he aventurado a ir más allá. Somos muchas personas en la Tierra y la probabilidad de que te caiga un peñasco en el colodrillo es bastante grande… ¿No?

La tierra es demasiado grande

Me gusta poner en perspectiva la amplia superficie de nuestro planeta en comparación a lo que ocupa el terreno usado por el ser humano. Si pusiéramos la superficie de la Tierra esférica en un plano (La tierra no es plana, importante matiz) sería de aproximadamente 510 millones de kilómetros cuadrados, un número absurdamente grande que ni nos va ni nos viene porque no somos capaz de imaginarlo. De esa superficie hay que distinguir cuánto es agua y cuánto tierra, ya que nosotros normalmente estamos asentados en ciudades con tierra firme (de momento). El 70,1% de nuestro planeta visto desde el espacio es agua, correspondiente a océanos y mares, así que el restante 29,9% es zona “habitable”... Y ni eso. Hay mucha mayor densidad de población en Europa, puntos concretos de América y Asia que en territorios mucho más grandes, como, por ejemplo, la zona norte de Rusia, donde no hay ni un alma. Es todo montaña y bosque, o como dirían en Rusia, montaña y voski. Perdón.

De los 510 millones de kilómetros cuadrados se pueden “usar” 148,9 millones, y de esos hay que estimar cuánto ocupa el ser humano en realidad. El Atlas of the Human Planet de 2024 tiene un término denominado “superficie construida (built-up surface)” que indica la presencia humana en el planeta. Menciona que, en 2020, la superficie global construida en 1975 era 1.7 veces el tamaño de Islandia (aproximadamente 100,000 km²), mientras que en 2020 era casi 5 veces ese tamaño, es decir, alrededor de 464.000 km².

En esa superficie actualmente deberían caber las 8.000 millones de personas, correspondiendo a cada una de ellas, si la repartimos equitativamente, una superficie de 58 m². Si lo miras en perspectiva, más grande que muchos pisos de alquiler. Al dividir los 58m² entre los 510.000.000 km² de la tierra, tenemos que un ser humano puede ocupar en promedio un 0,00000000000113% de la superficie terrestre. ¿Crees que aún así algún ser humano ha sufrido el impacto de algún meteorito?

Pues la verdad es… que sí.

Un único caso documentado

Ann Hodges, de 34 años, dormía la siesta en su sofá de Sylacauga (Alabama) el 30 de noviembre de 1954, cuando un meteorito de tres kilos atravesó el techo y rebotó en una radio antes de golpearla. El golpe le dejó un profundo hematoma, como se puede ver en este material de la revista LIFE, y la catapultó a una fama discreta y a una importante disputa legal con su casera, que pensaba que la roca le pertenecía por derecho. Impresionante que hasta en colisiones de meteoritos el principal villano de la historia sea, sorpresa, un casero.

El hematoma de Ann parece doloroso, pero fueron peor las consecuencias del impacto que el impacto en sí. Entre la prolongada batalla judicial con su casera y la atención mediática, la salud mental y física de Hodges fue cuesta abajo, separándose de su marido y muriendo de insuficiencia renal en una residencia a los 52 años. Por si acaso, esto último no tiene nada que ver con el meteorito, que igual creéis que era radiactivo.

Como contrapartida, el que recibió buena suerte por la caída fue uno de sus vecinos, que encontró un trozo del “meteorito Hodges”, menos de la mitad de grande que el que golpeó a la mujer que le dio nombre. Vendiendo el trozo ganó suficiente dinero para comprarse un coche y una casa.

Sesenta y dos años después de su fallecimiento, Hodges sigue siendo el único caso bien documentado de alguien alcanzado por un meteorito. Pero los seres humanos han seguido viéndose afectados por la basura espacial. En 1992, un meteorito surcó el cielo de Peekskill, Nueva York, antes de impactar contra el coche aparcado de una mujer. En 2003 en Nueva Orleans, un meteorito de 18 kilos se estrelló contra el tejado de otra casa, sin ningún herido. Y en 2007, el impacto de un meteorito provocó enfermedades en Perú al liberar vapores de arsénico de una fuente de agua subterránea.

La historia nos lo deja bien claro. En 2032 puede caer un peñasco que nos ponga en una encrucijada y lo más seguro es que sea uno de muchos avisos que se quedan en nada, pero por si acaso, ten en cuenta que es poco probable y no imposible, que te caiga encima. Y si es así, intenta que te caiga al aire libre, que al parecer lo peor de un impacto del espacio exterior no es la colisión, si no lidiar con el casero que te arrenda el piso.

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