Tras un invierno inusualmente cálido y recién comenzada la primavera meteorológica, parece que el clima ha dejado para el último momento hacernos experimentar el frío y las madrugadas heladas. Pero, ¿podemos llamarlo ola de frío? En términos generales, una ola de frío se refiere a un episodio de temperaturas anormalmente bajas que persisten durante varios días y afectan una parte significativa de nuestra geografía.
Cómo se determina qué es una ola de frío no tiene una respuesta tan sencilla como podría parecer y los criterios específicos pueden variar según el país o la región.
Los criterios para determinar qué es una ola de frío
En primer lugar, para que se considere una ola de frío, debe durar al menos tres días consecutivos. No es suficiente con una breve ráfaga de frío; debe persistir. En segundo lugar, un 10 por ciento de las estaciones meteorológicas seleccionadas deben registrar mínimas por debajo del percentil del 5% de su serie histórica de temperaturas mínimas diarias durante los meses de enero y febrero. En otras palabras, no estamos hablando de simples noches frías, estas temperaturas deben estar significativamente fuera de lo normal para la época del año.
También es importante la variabilidad geográfica para considerar un episodio como ola de frío. Por ejemplo, en Molina de Aragón, Guadalajara, un día con una mínima de 7 grados bajo cero no se consideraría una ola de frío, ya que que la temperatura media en invierno es mucho más baja que en otras ciudades, y un 20% de los días invernales tienen temperaturas inferiores a 7 grados negativos. En contraste, en Sevilla, donde las temperaturas invernales son más suaves, un día con una mínima de -7 grados sí se consideraría una ola de frío. Esto se debe a que la temperatura mínima absoluta registrada en Sevilla es de 5,5 grados bajo cero, por lo que una temperatura de -7 grados se puede considerar excepcionalmente baja.
Impacto de las olas de frío
Las olas de frío no se limitan a ser simples fenómenos meteorológicos; su presencia conlleva repercusiones importantes en diversos aspectos. Las temperaturas gélidas pueden incidir en el funcionamiento de los sistemas de calefacción, ocasionar la formación de hielo en las vías y provocar problemas graves de salud en personas vulnerables.
Asimismo, estas condiciones extremas pueden acarrear consecuencias económicas significativas, que van desde la interrupción de servicios hasta daños en cultivos agrícolas, afectando así la vida diaria y la estabilidad de diversos sectores.