"Soy discrepante anti-multi-tudi-nari-o; ni mando a necios ni obedezco a pícaros". Así se autodefinía mi amigo Arturo Soria y Espinosa, quien fue antimultitudinario solo en la medida en que consideraba que integrarse en una organización multitudinaria o de masas requiriese abdicar de la moral o, lo que viene a ser lo mismo, supusiera la anulación del individuo. Solo en esa medida, pues casi toda su vida estuvo proyectando y animando iniciativas de carácter colectivo que agruparan a personas individualizadas, no a dóciles secuaces.
"El discrepante antimultitudinario es individualizador, no individualista", como solía decir. Entendía en línea con Lamartine que "hay dos patriotismos. Uno se compone de todos los odios, todos los prejuicios… El otro se compone, por el contrario, de todas las verdades y todos los derechos que los pueblos tienen en común…" Los pueblos del mundo y, por supuesto, los de la Península.
En opinión de Arturo Soria y Espinosa, "los movimientos colectivos deben ser consecuencia de aportaciones anónimas". Y todo intento de figurar y brillar personalmente atenta contra ese movimiento colectivo. O, dicho de otra manera, no cabe discrepar trasladando a la acción colectiva la esencia misma de la sociedad establecida: capitalizar en beneficio propio cuanto se hace.
De la intensa participación que tuvo Arturo en el advenimiento de la II República deja constancia la foto tomada el 14 de abril de 1931 en el Ministerio de la Gobernación, donde aparece en un segundo plano. Pero ya ese mismo día empezó a discrepar de la gran mayoría de los políticos republicanos. En 1934, considerando amenazada la República, fundó con Corpus Barga el semanario Diablo Mundo con el objetivo de defenderla pero, una vez más, sin identificarse necesariamente con los gobernantes que la timoneaban. Contó para ello con la colaboración de los intelectuales más representativos de la época, pero duró poco porque sus ataques a la CEDA y su independencia le enajenaron apoyos económicos y no pasó del número 9.
Durante la guerra chocó frontalmente con los comunistas en el Servicio Español de Información sin que en el trato personal parara nunca mientes en la ideología. Cuando los comunistas hacían de la unidad, entendida al modo estalinista, uno de los ejes de su propaganda, escribió en un periódico mural comunista: "La unidad es el camino de la simplicidad. Los simples, unidos, forman los partidos y, conformados por deformados, logran la uniformidad".
Mientras se declaraba amigo de la complejidad, la multiplicidad y la diversidad. Mientras estuvo en Chile exiliado 20 años y un día se volcó en lo que llamaba la España extraterritorial y vuelto a España inició un segundo exilio mucho más duro y una lucha sin cuartel contra el vocabulario imperante en la España de entonces, sin tolerar que se llamara "nacionales" a los franquistas, "rojos" a los republicanos o "Movimiento" a la sublevación militar, se alineó contra la tergiversación verbal de la historia, convencido de que tras el robo verbal llega el robo en efectivo.
Como le escribió en una carta Ramón Gómez de la Serna el gran Soria "no olvidó que el ocio más o menos hambriento es la suculencia máxima del destino". Y, entre tanto, sin sesiones hasta febrero porque el artículo 61 del Reglamento dispone que enero sea un mes de vacaciones parlamentarias. Para que siga el espectáculo se utilizarán otros foros. Atentos.