En los últimos tiempos en Europa todas las elecciones son un "se la juega". Alemania no es una excepción. El domingo el principal país de la UE afronta unos comicios decisivos no solo para el país, sino también para un bloque comunitario que espera que su motor supere cualquier riesgo de shock en un momento de crisis en el que la cabeza está entre los problemas internos y la situación en Ucrania. Todo se mezcla en una cita con las urnas que, en realidad, es un cara a cara entre los democristianos de la CDU y los socialdemócratas del SPD, pero con la derecha radical de la AfD como actor principal en los debates.
Hay tres temas clave en lo que se decide este domingo: la migración, la economía y una reconversión industrial que ya va tarde en una Alemania la cual va camino de su tercer año en recesión. El motor de la UE está gripado y Friedrich Merz, el candidato de la CDU, y Olaf Scholz, actual canciller y opción del SPD, chocan en las recetas para resolver esa crisis. Lo que en 2008 fue cosa del sur de Europa ahora ha llegado al actor protagonista del continente. "La vieja canción de los socialdemócratas es la de subir los impuestos, aumentar la deuda e incrementar el gasto estatal", le dijo Merz a Scholz en el último debate, antes de apostar por bajadas de impuestos a las empresas y políticas de ayuda a las familias.
El todavía canciller, por su parte, aboga por un bono "made in Germany" para atraer nuevas inversiones del extranjero, y quiere poner un tope al precio de la energía y reducir el IVA de los alimentos. Sigue apostando el SPD además por la lucha contra el cambio climático, algo en lo que la CDU es mucho más pragmático con la idea de no "trastocar aún más" el tejido industrial germano. "La economía se está contrayendo, con su plan se seguiría contrayendo, mientras que con nosotros emprenderá un rumbo de crecimiento", espetó Merz.
Ahora, el punto decisivo es el asunto migratorio. La CDU, líder en los sondeos con hasta un 30% de los apoyos, quiere un "giro" en política migratoria, acelerando las expulsiones y con refuerzos de la seguridad en las fronteras, sobre todo para hacer frente al auge de ataques terroristas de los últimos tiempos en Alemania. "Tenemos que resolver dos grandes problemas a los que se enfrenta este país en los próximos cuatro años: el de la migración y el de la economía", insistió Friedrich Merz, con quien Scholz confrontó, pero a medias en este tema: el SPD se daría por satisfecho con las expulsiones de quienes no tengan el asilo concedido o quienes hayan delinquido. El canciller, en cambio, rechaza las "devoluciones en caliente".
Ahí es donde coge cuerpo la AfD, segunda en las encuestas con hasta un 20% de los apoyos pero que está desterrada para los pactos. Su candidata, Alice Weidel, asume que su partido será el que más fuerte salga de las elecciones del domingo y su discurso se centra sobre todo en la llamada "remigración", es decir, en la devolución de los migrantes a sus países de origen, y en un rechazo de plano a las políticas de lucha contra el cambio climático. Además, la formación de ultraderecha viene impulsada por sus buenos resultados en las últimas elecciones regionales y en las europeas de 2024. También son díscolos en cuanto a la guerra en Ucrania: asumen que Kiev tenga que entregar territorios a Rusia para alcanzar la paz.
"La inmigración es la cuestión principal de Alemania en este momento y nosotros somos los únicos que la estamos poniendo en el centro; es lo más importante. Queremos que se cierren las fronteras y no entren más inmigrantes, y lo que proponemos también es que puedan volver a sus países", explicó a 20minutos el eurodiputado de AfD, Alexander Sell, que también lamenta la "recesión" en la que está sumida el país como "consecuencia de la política suicida de los Verdes", que han formado parte del último Ejecutivo semáforo.
No habrá cooperación con la AfD y esto es claro y definitivo
¿Y quién formará el nuevo Gobierno? Esa es la otra gran pregunta, porque hay condiciones y vetos cruzados. La CDU le pide al SPD "un giro político y económico" para poder formar una nueva gran coalición, a la que tampoco se cierra Scholz. Además, los conservadores defienden que ellos mantendrán el cordón sanitario contra la AfD. "Quiero dejar esto muy claro una vez más, para que no surjan malentendidos, ni siquiera con el canciller: no habrá cooperación con la AfD y esto es claro y definitivo, ese partido está en contra de todo lo que mi partido ha construido en la historia de la República Federal de Alemania", concluyó Merz, aunque la derecha radical asume que es "cuestión de tiempo" que esa barrera caiga.
"En algunas regiones tenemos un 40% de los votos y es imposible gobernar un país o un Estado dando la espalda al 40% de la gente", dicen desde la formación. Los Verdes, por su parte, esperan a ver las sumas que salgan del domingo para conocer si pueden ser decisivos o no en la formación del nuevo Gobierno. Los ecologistas también son, eso sí, objeto de un veto: los liberales del FDP han cerrado la puerta a volver a sentarse en el mismo gabinete que los Verdes. De igual manera, el propio Scholz ha negado que pueda explorar una "suma de izquierdas", dijo, por disparidades sobre la gestión de la situación de Ucrania.
Con todo, estas elecciones marcarán también en cierto modo el rumbo de la Unión Europea. Una victoria y un Ejecutivo liderado por Friedrich Merz virará al país en temas como la migración, pero en Bruselas nadie duda de su europeísmo; el escenario de una gran coalición, asimismo, es ya conocido en la capital comunitaria. Esta ya no es la época de Merkel, y falta por ver si Merz -gran favorito- puede retomar un liderazgo europeo que Scholz ha acabado delegando en el presidente francés, Emmanuel Macron. Alemania cambiará de era... en un momento de cambio de época también para la UE.
Alemania ahora mismo parece inmóvil, pero tiene que moverse. Las elecciones del 23 de febrero son el primer empujón para un reinicio que, según las encuestas, estará liderado por la CDU: los conservadores aspiran a volver al poder después de tres años de Ejecutivo semáforo que en ningún momento ha dado estabilidad al país. El paradigma de la ortodoxia y la tranquilidad tiene que acostumbrarse a la incertidumbre... como el mundo en general.