Siria mira con cautela al futuro: entre la guerra civil y el desafío de un Gobierno que ponga de acuerdo a las facciones rebeldes

Después de trece años de guerra, una ofensiva de doce días ha bastado para acabar con el régimen de Bachar al Asad en Siria. Con su destierro en Rusia se cierran 50 años de Gobiernos autócratas protagonizados por él y su padre. Un cambio no solo para el país, sino para toda la geopolítica de Oriente Medio. Las fuerzas islamistas de Hayat Tahrir al Sham (HTS), antigua filial de Al Qaeda, han tomado Damasco bajo la promesa de una transición moderada que la comunidad internacional mira con escepticismo.

Las calles de Siria se han convertido en una fiesta que no es ajena al complejo período que tienen por delante. Las numerosas facciones vencedoras tendrán que ponerse de acuerdo para que el entusiasmo actual no se transforme en un nuevo conflicto civil. En un país ya de por sí destrozado por la guerra y la represión, y en el que las grandes potencias mundiales y regionales quieren seguir teniendo influencia.

Un día después de esa refundación del país, donde ya ni la bandera es la misma, sobrevuelan muchas dudas sobre qué papel tendrá el HTS y su líder Abu Mohamed Al Jolani. Por el momento, las facciones rebeldes han encargado este lunes a Mohamed al Bashir, el presidente del Gobierno de Salvación -la administración de facto en la provincia septentrional siria de Idlib controlada por HTS-, formar un Gobierno para la transición, según la televisión siria. Esto ocurre después de que el primer ministro sirio de Al Asad, Mohamed Ghazi al Jalali, se ofreciera para hacer una transición ordenada tras un acuerdo con los rebeldes. Al Jalil se ha reunido este lunes en una reunión tripartita en Damasco con al Jolani y Al Bashir para "evitar que Siria entre en un estado de caos".

Varios escenarios posibles

Según reconoce a 20minutos Jesús Maestro, profesor asociado de Ciencias Políticas de la Universidad de Barcelona, el futuro inmediato pasa por la estabilización de la situación y esto "no va a ser fácil porque las fuerzas políticas, sociales, armadas y religiosas que han derrocado al régimen de Asad tienen incompatibilidades las unas con las otras". Maestro señala que la comunidad internacional "sabe que Siria no puede ser otro Estado fallido como Libia y eso juega va a favor del pueblo sirio". "Siria no es Afganistán, no va a ser un Estado paria, es un lugar que siempre ha estado ligado y conectado con la comunidad internacional", apunta.

Consciente del papel que puede jugar ahora, Al Jolani ha tratado de mantener un perfil comedido públicamente y ha afirmado que en la nueva Siria no buscarán la creación de un califato en el que no tengan cabidas otras religiones. Todo ello pese al carácter yihadista que tiene HTS, la organización que él lidera después de que Al Nusra desapareciera tras las desavenencias con Al Qaeda. "Estas sectas han coexistido en esta región durante cientos de años, y nadie tiene derecho a eliminarlas", afirmó durante una entrevista con CNN hace escasos días. Lo que no ha desmentido es que imagine un futuro país con un sistema de gobierno islamista, lo que podría provocar tensiones no solo con otras confesiones, sino también con facciones rebeldes seculares, pese a que estas actualmente sean una minoría.

Lo cierto es que Al Jolani ha capitalizado la victoria y su figura está en auge, como demuestran las imágenes en las que aparece seguido por miles de personas y ensalzado por ciudadanos sirios a su paso por las calles de Damasco; lo que le sitúa como el gran favorito a hacerse con el control del país. "El poder central lo tendrá muy probablemente Al Jolani, pero tendrá bastante contestación por algunas milicias", considera Antonio Alonso, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad San Pablo CEU, que añade que estos grupos se han "aliado para acabar con Al Asad pero que una vez conseguido ese objetivo resurgirán las enemistades". Para Alonso, pensar en un Gobierno de concentración nacional que integre las distintas facciones "es una utopía".

Los expertos consultados coinciden que está por ver cómo se desarrollan los acontecimientos, pero remarcan que las posibilidades de que, en el proceso, esas luchas internas deriven en un conflicto militar son muy probables. "No sé si se podría llamar guerra civil, ya que llevan en ella desde 2011, pero lo que previsiblemente ocurra será un escenario de caos" entre estos grupos, dice Alonso.

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