La Comisión Europea es ahora mismo un castillo de naipes: si cae su pieza principal, todo se viene abajo o, al menos, desaparece. Eso es lo que ha pasado en estas semanas ante la baja de Ursula von der Leyen con neumonía; la UE, en cierto modo, ha quedado descabezada. No es una sorpresa porque cuando la alemana presentó a su equipo, con la estructura incluida, ya se vio que todo iba a ser vertical: en Bruselas las cosas empiezan y acaban en Ursula von der Leyen, pero eso tiene grandes riesgos y deja una obligación. La presidenta tiene que estar... y si no está la UE pasa a parecer ausente. La maquinaria de la Unión ha quedado descabezada mientras la 'hiperlideresa' se recuperaba en su casa de Hannover a la espera de reaparecer la semana que viene en el Foro Económico de Davos.
Teresa Ribera subió un escalón, pero no es Von der Leyen. La española se sentó al frente este miércoles del Colegio de Comisarios, como número 2 de facto del Ejecutivo comunitario; fue la primera vez que se dio esta situación aunque en 1999 también lo hizo Manuel Marín de manera interina. Ahora, queda claro que Ribera no reemplaza a la alemana, igual que otros perfiles importantes como Stephane Sejourné, Hena Virkkunen o Maros Sefcovic han avanzado con su calendario pero sin una voz potente que posicione a la UE en los temas clave. A la larga, Von der Leyen concentra el 95% del poder no solo desde el punto de vista político, sino también en el plano mediático.
A esto hay que añadir la opacidad en Bruselas sobre el estado de salud de la presidenta y la poca actividad desde la vuelta del parón navideño. El equipo de la alemana mantuvo oculto el hecho de que pasó una semana ingresada en su país natal, en el momento más complicado de su enfermedad, y los médicos consultados la sitúan, por edad, en grupo de riesgo ante una neumonía. Los portavoces de la Comisión, con todo, no vieron necesario explicar esta 'parte' de la historia, incluso cuando en el barrio europeo casi todos se preguntaban cuándo se iba a reincorporar Von der Leyen de su receso. Ese silencio ha desatado numerosas críticas con una estructura que acaba de renovarse para la nueva legislatura.
Mientras, el mundo no para y Donald Trump está a punto de volver a la Casa Blanca. El 20 de enero se sienta de nuevo en el Despacho Oval y regresa con exigencias para Europa ante las que no ha tenido, de momento, quien las matice o rebata. Es el caso por ejemplo del reclamo de que los aliados europeos de la OTAN aumenten su gasto en Defensa hasta el 5% del PIB, una cifra inalcanzable de momento incluso para aquellos países que como Polonia lideran las inversiones en este sentido. El mensaje de la UE, por otro lado, es el de reforzar la autonomía estratégica para que cada vez sean mensos las dependencias respecto a Washington en lo que respecta a lo militar.
Groenlandia fue el primer tema del 2025, con una reacción muy tímida de la UE. El territorio autónomo que se encuentra bajo Dinamarca es el primer objetivo de la nueva Administración estadounidense; y Trump no descarta hacerse con su control a partir de la intervención económica o militar. Sin entrar en excentricidades, la UE tardó en reaccionar -y lo hizo a través de la Alta Representante, Kaja Kallas- para limitarse a decir que, llegado el caso, tiene que respetarse "la integridad territorial". Eso sí, hacia fuera la frase más repetida fue que en el pasado "ya hubo otras amenazas que no se llevaron a cabo" por parte de Donald Trump. Es decir, la UE casi pasó de largo sobre el asunto.
Tampoco ha dado relevancia la Comisión a un órdago como el que está lanzando Elon Musk. Sergio Príncipe, doctor y profesor de la Universidad Complutense, explica a 20minutos que "la Unión no debería ser tibia, pero sin caer en por ejemplo el cierre de X. Hay normativa que se puede aplicar. Si la propia Comisión no se cree las propias directivas que aprueba, es un problema". En ese contexto, los giros de guion pillan a la UE en un proceso de muchos cambios internos. "Ahora Bruselas parece haberse quedado sin pesos pesados para enfrentar este tipo de situaciones.
De momento la reacción es nula", lamenta y pide algún tipo de contrapartida por parte de Bruselas: "Estamos en un contexto en el que hay que dar alguna respuesta que, por supuesto, sea coordinada. Y parece que todo está esperando a que hable Von der Leyen -ahora mismo ausente por una neumonía-". El mutismo, así, es la peor opción posible. "No hay que sobrereaccionar, pero tampoco es buena opción el silencio", termina. La realidad es que a la Comisión Europea le falta horizontalidad, perfiles hechos en Bruselas y con callo y una comunicación más efectiva. Sin Von der Leyen casi todo falla. La alemana quiere que todo pase por ella, y cuando falta... no hay un teléfono al que llamar para resolver los problemas. La baja médica de la presidenta es algo coyuntural, pero también un aviso de lo que puede pasar: falta capacidad de delegación en otras figuras, avisan en los pasillos de la capital comunitaria.
La UE ha elegido ser reactiva justo cuando los expertos insisten más en la proactividad. Si la Unión fuera una orquesta, Ursula von der Leyen tendría todos los galones (todos) para dirigirla; y si ella falta, no hay batuta y nada suena. Eso, en realidad, es una falla para el bloque comunitario porque en un momento en el que, como dijo Josep Borrell, tiene que aprender el lenguaje duro ha empezado este 2025 estando casi todo el tiempo en silencio.