Como casi todos los días, en todas las tertulias, en todos los bares, en todas las esquinas, la nueva ciencia infusa, la ‘todología’, estará muy presente en las celebraciones de estas fiestas. El primo Aurelio sabe más que nadie acerca de Oriente Medio: tiene una posición muy clara sobre lo que deben hacer los rusos con sus bases y los israelíes con sus estruendosas presencias. El yerno por antonomasia, Eufrasio, sigue con su empecinamiento terraplanista: ha constituido una plataforma contra Galileo, Copérnico y Giordano Bruno acusándoles de cobrar de una oprobiosa oficina de la calle Ferraz billetes en bolsas de basura. Qué asco.
La tía Marta juega de farol casi siempre, pero avisa de una epidemia de gripe para este invierno y llama a no vacunarse de nada. Su hijo, ‘todólogo’ de nacimiento, va más allá y reclama la desinoculación de todas las vacunas que le han administrado en su vida (alguien le dice que, para evitar gastos a la sanidad pública, se tire por la ventana). Un pariente lejano, Restituto Arévalo, vulcanólogo retirado, afirma que todas las catástrofes naturales recientes se han provocado por haber levantado una gran losa en la basílica de Cuelgamuros (antes de los caídos, pobres).
La tortuosa relación de personas expertas en todo, ‘todólogas, que van a sentarse a las mesas de Navidad estos días es abrumadora. Parece que el cuñado por antonomasia estará ausente por exceso de trabajo. El resto de la humanidad, yo mismo, esperamos impertérritos que el vaticinio de la suegra de suegras, María Luisa, sobre el inminente encarcelamiento de políticos de izquierdas de este país, en masa, y de las personas que los siguen, se produzca antes del fin de año.
Puede resultar preferible tomar las uvas en la cárcel que en el píloro de este pandemonio. Feliz 2025.