En África oriental, algunas especies de herbívoros son muy abundantes: se estima que hay un millón y medio de ñus y 150.000 cebras de Grant. En cambio, los depredadores son mucho más escasos: hay aproximadamente unos 9.000 leones y unos 2.800 guepardos. En todas las comunidades biológicas existen unas pocas especies muy abundantes y muchas especies raras, pero en el mundo microbiano esta relación es todavía más exagerada.
Esto queda claro cuando analizamos los microorganismos que viven en el mar. Hace unos años, en el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC analizamos detenidamente una muestra de agua superficial del Mediterráneo tomada cerca de la Bahía de Blanes. Lo que observamos es que una sola especie llamada SAR11 representaba el 11% de todas las células bacterianas. Sería el equivalente al ñu. Tras este organismo, hallamos una larga lista de muchísimas especies muy poco abundantes. Una era Leeuwenhockiella blandensis, una bacteria hasta ese momento desconocida que constituía un 0,003% de toda la muestra. Es decir, que por cada 40.000 células había solo una de estas bacterias y más de 4.000 células de SAR11.
Sin embargo, hay casos todavía más extremos. El ecólogo Pierre Galand, en el Observatorio Oceanográfico de Banyuls-sur-Mer (Francia), hizo un experimento incubando agua de mar con trozos de madera para ver si las bacterias marinas podían degradarla. Después de distintas pruebas y cálculos, comprobó que varias de las bacterias que habían crecido sobre la madera y la habían empezado a degradar eran distintas cepas del género Acrobacter y que en el agua de mar solo había una célula de estas bacterias en cada 10 litros de agua. ¡Que en 10 litros de agua haya solo una célula es equivalente a que en toda la Tierra haya una sola persona!
Ser raro, una protección frente a virus y depredadores
En las comunidades microbianas, las especies abundantes son las que intervienen activamente en el ecosistema, las responsables de los flujos de energía y de nutrientes. Están creciendo activamente y, por eso, siendo devoradas por sus depredadores y atacadas por sus virus. Las especies raras están inactivas o muy poco activas, pero esto tiene una gran ventaja: que son pequeñas y poco nutritivas, lo que hace que los depredadores, si pueden, las eviten. Además, los virus necesitan que haya una concentración suficientemente alta de células sensibles para encontrarlas, porque se mueven por azar. En general, si hay menos de 1.000 células de una especie determinada en un mililitro, sus virus no las encontrarán.
Por eso esta enorme cantidad de especies raras están a salvo de los mecanismos de mortandad de las bacterias y, en consecuencia, pueden sobrevivir durante periodos muy largos de tiempo. Si a un león del Serengueti se le acaba la comida, se muere. Si a las bacterias Acrobater se le acaba la madera, sencillamente esperan en reposo a que el recurso vuelva a aparecer.
Bacterias que degradan el petróleo
A este conjunto de microorganismos muy poco abundantes Mitchell I. Sogin (Laboratorio Biológico Marino Woods Hole, Estados Unidos) le dio el nombre de “biosfera de los raros”. Gracias a ellos, las comunidades microbianas son muy resilientes y flexibles, porque, cuando aparece un nuevo producto, lo habitual es que haya especies raras capaces de degradarlo.
Esto se vio en unos experimentos que coordinados por la Universidad de Vigo después del hundimiento del petrolero Prestige frente a las cosas gallegas. Eva Teira y sus colaboradores (2007) incubaron agua de mar con distintas cantidades de derivados del petróleo y analizaron cómo cambiaban las comunidades con el tiempo. En todos los casos aparecía una bacteria denominada Cyclocalsticus que crecía, degradaba el petróleo y, una vez acabado este recurso, volvía a desvanecerse. Cuanto más petróleo se añadía, más crecía la bacteria, pero al acabar el recurso siempre volvía a ocultarse en la biosfera de los raros.
Las ventajas de reproducirse sin sexo
Este comportamiento es posible gracias a que las bacterias no necesitan sexo para reproducirse. En el caso de los animales, tiene que haber al menos una pareja. Si la especie se va haciendo rara llega un momento en que el encuentro entre un macho y una hembra se hace imposible y la especie está condenada a la extinción.
Además, como estas bacterias son tan pequeñas y ligeras pueden viajar a través del planeta con las corrientes de agua, la dinámica de la atmósfera o en las patas e intestinos de aves y mamíferos. Esto quiere decir que es bastante probable que cualquier especie pueda llegar a cualquier parte y, entonces, es una cuestión de tiempo que alguna célula de esa especie encuentre condiciones favorables para crecer y hacerse abundante de nuevo. Ser parte de la biosfera de los raros ofrece muchas oportunidades.
Carlos Pedrós-Alió es investigador del CSIC y autor de varios libros de divulgación, como Biodiversidad. ¿Con cuántos seres vivos compartimos la Tierra? (CSIC-Catarata), del que ha sido extraído este texto.