Cayó Aryna Sabalenka y emergió Madison Keys (3-6/6-2/5-7). La tenista estadounidense dio la sorpresa en su primera final de Grand Slam: tumbó a la número 1 y vigente campeona del torneo, a la que empezó rompiendo en el primer juego del partido, para conquistar el Open de Australia.
Lágrimas de emoción para la norteamericana y llanto de decepción de la bielorrusa, que cedió la corona tras levantar el trofeo durante dos años consecutivos en Melbourne y descargó su frustración destrozando su raqueta contra el banquillo antes de romper a llorar.
La jugadora de Illinois, que ascenderá en la clasificación WTA hasta la séptima, se convierte a los 29 años en la cuarta tenista más veterana en conseguir su primer Grand Slam, por detrás de Flavia Pennetta (US Open, con 33 años), Ann Jones (Wimbledon, con 30) y Francesca Schiavone (Roland Garros, 29 años).
Melbourne abrió sus puertas con un aroma propio de los días de finales. El alboroto, protagonista durante la primera semana y el primer tramo de la segunda, había sido sustituido a la compostura de un público con más vocación tenística que festiva. A una hora y media del arranque del choque, el sol y el cielo azul dieron paso a unas densas nubes, que trajeron consigo una ligera brisa y una bajada de la temperatura.
Ni se inmutaron las finalistas, que calentaban en uno de los pasillos de la Rod Laver Arena con una concentración infranqueable. Tras el himno y la ceremonia de presentación del partido, ambas saltaron a un estadio llena hasta la bandera, para retarse en un duelo que tendría como recompensa el preciado trofeo Daphne Arkhurst.
El inicio de Keys fue arrollador y cumplió con la sensata conclusión que extrajo de aquel fatídico tropiezo en la final del US Open de 2017 frente a su compatriota Sloane Stephens: en lugar de intentar no ponerse nerviosa, aceptar esos nervios y aprender a convivir con ellos.
Así desesperó a la número uno mundial con una implacable derecha y un inteligente tenis, que abarcaba desde reveses paralelos imprevisibles, hasta dejadas que esbozaron una sonrisa cargada de desesperación en el rostro de la vigente campeona, que también presa de los nervios cometió infinidad de errores.
Reaccionó tímidamente Aryna, que llegaba a la cita con 20 triunfos consecutivos en major de pista dura, pero el incontestable 5-1 inicial le condenó a ceder la primera manga por 6-3. Un resultado justo tras cometer cuatro doble faltas, cuatro golpes ganadores y 13 errores no forzados tras una actuación muy alejada de su brillante partido de semifinales ante Paula Badosa.
Sabalenka pasó por los vestuarios, en su intento de cambiar la dinámica de la final, antes de volver a competir, pero su cara de alarma de no se esfumó en el primer tramo del segundo set. Keys comenzó por delante tras mantener su servicio y el nerviosismo creciente de la bielorrusa la empujaba a cambiar de raqueta en uno de los primeros cambios de lado, como una frenética respuesta a esa búsqueda de soluciones.
Bajó de revoluciones Keys y reencontró las buenas sensaciones Sabalenka tras igualar la contienda al apuntarse un segundo set (6-2) que finalizó con un 83% de acierto con el primer servicio, muy lejos del 64% con el que había cerrado la primera manga.
A pesar de que la estadounidense bajó físicamente, se mantuvo a flote en el marcador durante el primer tramo del set definitivo. Con 2-2 y servicio para la americana, ambas se concedieron el lujo de sonreír tras firmar un gran punto que acabó con winner de Keys y el estallido de una grada que disfrutada con la emoción del choque.
No se deshizo la igualada hasta el último suspiro de un set que se decidió con el break conseguido por una valiente Keys cuando el marcador lucía un 6-5 a su favor que estrenó su vitrina de Grand Slam por todo lo alto.