¿Ǫué nos dicen de las orcas los ataques a embarcaciones de lujo?

Cuando comparamos nuestra sociedad con un modelo de organización social animal, generalmente optamos por el de las abejas y las hormigas. Nos gusta vernos reflejados en sus pequeñas sociedades perfectamente jerárquicas y dedicadas a un bien común en las que cada individuo conoce claramente su lugar y su tarea. Sin embargo, no hace falta profundizar mucho para darnos cuenta de que la sociedad humana se parece más bien poco a las de estos insectos. Si hubiera que establecer un símil animal, diría que nuestra sociedad se parece mucho más a la de las orcas. Veamos por qué.

Orcas, una sociedad en blanco y negro

Las orcas (Orcinus orca) son mamíferos marinos de la misma familia que los delfines y que últimamente han saltado a la prensa por los ataques a embarcaciones de lujo en la costa española (con la famosa orca Gladis como icono mediático). Todavía no hay consenso sobre si la causa de estos ataques es una respuesta a un accidente con un barco, un juego o un comportamiento para enseñar a los individuos más jóvenes a cazar. En cualquier caso, lo sucedido nos permite observar cómo, a partir del comportamiento de una o pocas orcas, varias decenas de animales han comenzado a imitarse entre sí hasta llegar a suponer un peligro para la navegación.

Este fenómeno nos lleva a hablar de uno de los eventos más sorprendentes registrados en el comportamiento de los animales marinos: la moda de los sombreros de salmón, que las orcas del Estrecho de Puget (EE.UU.) llevaron a cabo en el verano de 1987. Si suena extraño, imagina lo que debieron pensar los científicos que de repente vieron a una orca llevando un salmón muerto a modo de sombrero sobre el morro, y luego a otra, y a otra… Y así, hasta que los salmones muertos se convirtieron en un furor estético (porque nadie ha podido encontrar otra explicación plausible y sólida para este comportamiento).

La cuestión es que, tras unas cinco semanas, todo se acabó. Tal y como aparecieron los gorros de salmón, se fueron para regresar mucho más tímidamente el verano del año siguiente y luego ser olvidados. Sin ser inmediatamente conscientes de ello, aquellos científicos acababan de presenciar algo insólito: una moda entre orcas que había surgido, se había instalado y había desaparecido, al igual que ocurre con las modas humanas, que sirven únicamente a propósitos sociales mediante los que se potencia, entre otras, una sensación de pertenencia al grupo.

Y las similitudes con las modas humanas no terminan aquí, ya que, cuarenta años después, se han vuelto a avistar orcas con sombreros de salmón en las mismas aguas. No podemos saber si esto ha sido una iniciativa espontánea de individuos jóvenes o iniciativa de un superviviente de la manada de 1987, pero podríamos decir que, como para nosotros, lo vintage vuelve a llevarse entre las orcas.

Lo que sí sabemos con certeza es que el componente social es de vital importancia para estos cetáceos. Las orcas viven en grupos dirigidos por una hembra de avanzada edad, que presenta parentesco sanguíneo con toda su manada, o sea, su familia. Esta familia, salvo causa de fuerza mayor como podría ser la falta de alimento, se mantiene unida hasta que los individuos más viejos mueren y son reemplazados por otros.

Las hembras son mucho más longevas, ya que alcanzan los 50 años de esperanza de vida media frente a los 30 años de los machos. Esta extrema diferencia permite que, además de un papel reproductivo, las hembras sean las encargadas de transmitir estrategias de caza y supervivencia a las nuevas generaciones. Así pues, tras terminar su etapa fértil, en la que se aparean con individuos de otras familias, las hembras atraviesan la menopausia, un evento extremadamente raro en el mundo animal, hasta el punto de que solo se ha documentado en menos de una decena de especies. Entre ellas se encuentran las orcas, otras tres especies de cetáceos, los chimpancés y, cómo no, el ser humano.

Orcas en crisis (sí, ellas también)

En la actualidad, no todo va viento en popa para las orcas de nuestros mares. Estos cetáceos son especialmente sensibles a las perturbaciones humanas, en especial a aquellas derivadas de la actividad pesquera. La sobreexplotación de caladeros de peces causa un fuerte desequilibrio en los ecosistemas y afecta tanto a sus fuentes directas de alimento (ya sean los salmones en el Pacífico o el atún en el Estrecho) como a las fuentes de alimento de animales de mayor tamaño que las orcas, como las focas, los leones marinos y otros cetáceos.

Por otro lado, el ruido de los motores de las embarcaciones altera su capacidad de orientarse. Los cetáceos confían naturalmente en la ecolocalización, un sistema basado en la emisión de ondas de sonidos que rebotan contra posibles objetos en el agua y regresan al animal, permitiéndole hacerse un mapa mental de su entorno. La interferencia provocada por el ruido de un motor puede hacer que toda una manada de cetáceos termine desorientada y, en ocasiones, varada en una playa remota en la que no pueden ser asistidos.

Finalmente, las orcas no son tampoco inmunes al cambio global. El calentamiento de las aguas provoca cambios en la distribución de presas, lo que en ocasiones fuerza a las orcas residentes de una zona a romper la unidad de la familia y moverse en busca de alimento. El problema surge cuando varias manadas llegan a la misma zona y han de competir por los recursos disponibles en esta, que suelen ser insuficientes para mantener a un gran número de animales y fuerzan a una nueva migración que puede acabar en éxito o en fracaso.

Modas, jerarquías, crisis… Espero que con esto hayas podido convencerte de que nos parecemos más a las orcas, con todos sus matices, que a las abejas con su orden casi perfecto. Y que, si ves en las noticias que un grupo de orcas ha hundido un yate en la costa gaditana puedas pensar: “Bueno, igual es la nueva moda; ya se les pasará… O no”.

Pablo Mielgo es investigador predoctoral en el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN) del CSIC.

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