No cierra por vacaciones

La mitad de los mayores de 65 años son dependientes de alguna manera. Algunos estudios concretan esa cifra en un 34% de los que superan la edad de retiro. Un colectivo por tanto de casi cuatro millones que necesitan algún tipo de cuidados durante todo el año y que no entiende de vacaciones.

Esas personas que hacen la vida más fácil de muchos mayores, en una mayoría son cuidadores no profesionales, no por ello menos eficientes, sino que simple y llanamente son familiares que no cobran por ello ya que mantienen un vínculo de afectividad con el dependiente que es mucho más sólido que cualquier contrato.

Si profundizamos aún más veremos tres cosas. Primero que esas personas que cuidan son mujeres, segundo que es un fenómeno latino que se extiende por Iberoamérica con más intensidad que en el mundo anglosajón y tercero que dura mucho tiempo. La dedicación al mayor antes duraba apenas un lustro, pero ahora, con el alargamiento de la vida, puede extenderse hasta tres lustros. Por tanto, y en un cálculo prudente, al menos un millón de familiares dedicados en cuerpo y alma a atender a padres, abuelos o tíos.

Estos días que vemos carteles de "cerrado por vacaciones" o recibimos de vuelta correos electrónicos que nos avisan que no esperemos respuesta en breve por el descanso veraniego, conviene no olvidar que cuando una mayoría de españoles abandonamos nuestras obligaciones, otros siguen encadenados emocional y físicamente a los cuidados. En su casa, en la playa o en el pueblo, la tarea no cesa jamás.

Algunas de estas cuestiones han sido analizadas recientemente por Gina Rosell y Javier Marín. Para estos expertos en salud, los estudios realizados en Latinoamérica, así como en Estados Unidos y Europa, destacan similitudes significativas en el perfil y las responsabilidades de los cuidadores informales. En todos los contextos, las mujeres predominan como cuidadoras, asumiendo tareas esenciales y complejas sin recibir formación profesional. La mayoría de estos cuidadores son familiares cercanos.

Estos hallazgos subrayan la creciente carga de los cuidadores informales y la necesidad de apoyo y reconocimiento para estas personas que desempeñan un papel crucial en el bienestar de los pacientes y que se vuelven importantes para lograr que los pacientes recuperen su salud. Además, la salud mental de los cuidadores es una dimensión crucial que merece atención y apoyo urgente. El rol de cuidar, aunque gratificante, conlleva un peso significativo sobre la salud emocional y psicológica de los cuidadores. De forma general, recientes investigaciones revelan altos niveles de depresión y ansiedad entre los cuidadores informales. Esta carga se agrava en contextos donde las estructuras de apoyo son insuficientes, y la tendencia cultural de cuidar a los mayores en casa sin remuneración añade un mayor sacrificio personal.

Cuidar a los cuidadores es, por tanto, una exigencia, no solo ética sino también económica. Con un futuro en el que habrá cada vez más mayores -en el año 2050 se doblará la cifra actual de dependientes en nuestro país- no habrá sistema de salud que lo soporte. Como recuerda la gerontóloga Maite Sancho, nunca debemos olvidar que sin cuidados no hay vida. Ni cuando somos niños y me temo que ni cuando nos hacemos mayores. Ni en invierno ni en verano.

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