Los motivos que llevaron a Rusia y Noruega a abandonar sus planes para explotar los recursos de Groenlandia

Harry Truman lanzó dos bombas atómicas sobre Japón, pero cuando en 1946 quiso hacerse con Groenlandia no mandó tropas sino que ofreció dinero: 100 millones de dólares (que hoy serían unos 1.300 millones). Dinamarca dijo no, lo mismo que ya le había dicho al presidente Andrew Johnson en la década de 1860. En cambio, ahora Donald Trump no descarta el uso de la fuerza para hacerse con la isla del Ártico.

Groenlandia está en el Atlántico Norte, entre Europa y Norteamérica, al otro lado de la bahía de Baffin, frente a Canadá. Es la isla más grande del mundo y un 85% de sus 2,1 millones de kilómetros cuadrados están cubiertos por el hielo. Su población apenas llega a los 60.000 habitantes, concentrados en la costa sur. Alrededor del 88% de ellos son inuit.

Un poco de historia

El navegante noruego Gunnbjörn Ulfsson fue el primer europeo en llegar a Groenlandia y Erik el Rojo lo hizo hacia el año 982. La costa occidental fue colonizada por islandeses y noruegos, que compartieron la isla con los habitantes de la cultura tardía de Dorset y más tarde con la cultura Thule. Debido al cambio de las condiciones climáticas y la presión territorial de los inuit, hacia 1430 los asentamientos ya habían desaparecido.

En 1605-1607, el rey Cristián IV de Dinamarca envió una serie de expediciones para afirmar la soberanía sobre Groenlandia. Los daneses lo volvieron a hacer en 1721 (parte de la colonización danesa-noruega de América). Poco a poco, los inuit se abrieron a los comerciantes daneses, pero sólo a ellos.

Cuando en 1814 la unión entre las coronas de Dinamarca y Noruega se disolvió, los noruegos ocuparon Groenlandia oriental. El asunto acabó en el Tribunal Permanente de Justicia Internacional, que en 1933 falló a favor de los daneses. Hoy, la isla es un territorio semiautónomo que forma parte de Dinamarca. Se integró oficialmente en el Estado danés en 1953 y obtuvo el autogobierno en 1979.

Los muy apetecibles recursos de Groenlandia

La isla es tan grande, está tan deshabitada y atesora bajo el hielo tantos recursos naturales, que resulta apetecible para todos los estados vecinos que cruzan sus frías aguas. En Groenlandia hay de todo: yacimientos de rubí y grandes depósitos de hierro, aluminio, níquel, platino, tungsteno, titanio, cobre y uranio, todos ellos por extraer. Y además, tierras raras. La isla ártica es considerada el depósito más grande de tierras raras del mundo.

Se estima que esta parte del mundo contiene miles de millones de barriles de petróleo y billones de metros cúbicos de gas natural, equivalentes a entre el 16 y 26% de las reservas terrestres no descubiertas. Rusia quiso hacerse con parte del pastel y se embarcó en una misión para perforar el fondo del lecho marino del Ártico. Envió para ello una flota de robots submarinos y embarcaciones no tripuladas.

El Proyecto Iceberg de Rusia

"Los rusos empezaron a construir centros regionales de salvamento completos con barcos y helicópteros para facilitar tanto el transporte marítimo para los proyectos de gas, petróleo y carbón en Siberia, como para el transporte marítimo a lo largo del Paso del Noreste [al norte de Rusia]", explica a la BBC Morten Mejlaender-Larsen, director de operaciones y tecnología árticas de la empresa noruega DNV.

Puesto que el Ártico es el lugar más difícil del mundo para perforar, en 2017, Moscú lanzó el Proyecto Iceberg para aplicar allí tecnología extrema. La idea era utilizar submarinos robots para buscar petróleo.

Pero la invasión rusa de Ucrania en 2022 lo paró todo. La guerra deterioró las relaciones entre Rusia y Occidente, de modo que gran parte del desarrollo económico previsto para la región ártica se paralizó. La navegación internacional en el Paso del Noreste prácticamente ha cesado, con la excepción de unos pocos buques chinos", asegura Mejlaender-Larsen.

Los planes de Noruega para extraer petróleo y gas

Lo mismo, parar sus proyectos, hizo Noruega. Este país llegó a realizar exploraciones de petróleo y gas en el Mar de Barents al norte de la Isla del Oso, a unos 400 km al norte de Noruega continental.

En diciembre pasado, el Gobierno de Oslo decidió detener la primera ronda de concesión de licencias para la explotación minera en aguas profundas del Ártico, entre las islas noruegas de Svalbard y Jan Mayen. Sonaron entonces los aplausos de las organizaciones ecologistas, que llevan tiempo advirtiendo del impacto de las perforaciones sobre el frágil medio ambiente polar.

Más cambio climático para favorecer el trabajo

Pero no han sido los argumentos ambientalistas los que han movido a Noruega a frenar sus ambiciones. Es mas sencillo: trabajar y extraer recursos en el Ártico sigue siendo muy difícil. "Las condiciones en el Ártico pueden ser extremadamente difíciles, incluso cuando la ausencia de hielo marino permite el paso", afirma a la BBC Helene Tofte, directora de cooperación internacional y clima de la Asociación Noruega de Navieros.

Según ella, las perspectivas del transporte marítimo en el Ártico habían sido "exageradas". "Grandes partes de la ruta están lejos de las capacidades de respuesta a emergencias, como búsqueda y rescate, y de los recursos de limpieza medioambiental", asegura. Está de acuerdo en ello el profesor Arild Moe, del grupo de investigación noruego Fridtjof Nansen Institute: "La euforia fue excesiva".

Lo que necesitan las potencias que quieren explotar los ingentes recursos naturales de Groenlandia y del Ártico en general es más cambio climático; o de otra manera, más temperatura y más deshielo. De ese modo podrían quedar a la vista (accesibles) buena parte de esos yacimientos de todo tipo de minerales. Además, con el deshielo podrían abrirse nuevas vías fluviales en la región. Groenlandia es estratégicamente importante para EEUU porque se encuentra en la ruta más corta de América del Norte a Europa.

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