Adela Domínguez, 26 años, envió hace unos meses una carta a la directora de un periódico rebosante de impotencia. Contaba que ella y su pareja debían volver a casa de los padres después de tres años "sobreviviendo" al alquiler de un bajo de 50 metros cuadrados en Madrid, cansados como estaban de pedir ayuda para llegar a fin de mes. "Tenemos que leer que somos unos egoístas, que no queremos formar una familia. El dedo acusatorio siempre señala a mi generación, pero nadie piensa en por qué no nos casamos, por qué no compramos casa, por qué no tenemos hijos. ¿Realmente es mío el fracaso o es de una sociedad donde cada vez es más difícil iniciar un proyecto de vida?", decía su misiva.
Idéntico camino de regreso a la casa familiar han recorrido en los últimos meses Valentina, Juan, Laura, Luis, Estefanía o Iñigo, jóvenes con trabajo (abogados, periodistas, peluqueros o administrativos) de entre 24 y 39 años, de Madrid, Barcelona, Sevilla y Bilbao. Ellos también han visto truncado su primer intento de independencia, se han visto obligados a dar un paso atrás y a cambiar de estrategia. Instalados en casa de sus padres intentan ahorrar para dar la entrada de una vivienda cuya hipoteca les permita volver a independizarse, de manera más estable.
Con estudios superiores e incluso compatibilizando varios trabajos, estos jóvenes forman lo que se conoce como 'generación bumerán'. El término fue acuñado por sociólogos en EEUU y define el fenómeno de jóvenes emancipados obligados a pedir cobijo a sus padres ante la imposibilidad de ser autosuficientes. Se popularizó en la crisis de 2008, pero ahora cobra vida de nuevo en España por la crisis inmobiliaria: ante la falta de oferta de alquileres, la escasez de vivienda pública (2,5%) y el exceso de vivienda turística que tensiona el mercado en las grandes ciudades.
Valentina, periodista, de 27 años, regresó a casa de sus padres hace poco más de un año: "Me fui con un novio que tenía a los 23. Cuando dejamos la relación yo tenía 25/26 años y vi que era insostenible vivir sola fuera de casa. Fue bastante duro, porque a esta edad se valora mucho la independencia", describe sobre el giro de guion de su vida. Aunque su sueldo comparativamente no es malo, no le pareció bien dedicar más del 50% a pagar lo que le pedían en Madrid por un estudio, "nunca menos de 900 euros al mes", ni gastarse "500 euros o más" en una habitación de un piso compartido.
Adela, 26 años: "¿Realmente es mío el fracaso o es de una sociedad donde cada vez es más difícil iniciar un proyecto de vida?"
"Mi idea, ahora, es aguantar lo máximo posible con mis padres para comprarme una casa. Aquí, la verdad, y por suerte, tengo apoyo y no tengo obligación económica, así que ahorro unos 500 euros cada mes. Tal y como están los alquileres, quiero llegar a juntar la entrada de una casa, aunque sé que necesitaré 30.000 euros". Y resopla. Valentina dice que la relación de su generación con la emancipación es "desesperante" y echa la culpa a los bajos sueldos, pero aún más a la crisis inmobiliaria.
El sociólogo urbano Carlos Rivas, profesor en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), ha analizado las "dificultades de acceso a la vivienda" que tienen estos jóvenes adultos. Rivas dice que esta generación vive "asfixiada por la rampante crisis de los alquileres" y que, aunque ellos han cumplido formándose, sus salarios resultan raquíticos para pagar la renta y tanto aval como reclaman los caseros para garantizarse cierta seguridad.
"Se da la paradoja", explica Rivas, "de que en muchos casos se acaba pagando más por alquilar una vivienda que por lo que se pagaría si se hipotecaran".
Según Rivas, aunque en el imaginario colectivo los desahucios afectan a familias precarizadas, también los están sufriendo los jóvenes que comparten vivienda. "Cuando un casero sube exponencialmente la renta o bien les dice que se tienen que ir por cualquier razón, están sufriendo expulsión, desplazamientos forzosos, y esto afecta a muchos". El profesor añade que nos encontramos ante "una crisis profunda" que requiere de "un gran esfuerzo y determinación por parte de las administraciones públicas para afrontarlo con carácter de urgencia y no con medidas cosméticas". Defiende que el Estado debería dedicar más recursos a vivienda pública, para que los jóvenes no se vean obligados a acudir a la vivienda libre y no se vean sometidos "a los vaivenes de la búsqueda de beneficio de especuladores con mayor o menor voracidad".
Juan es peluquero y profesor de estilismo. Tiene 29 años y, después de vivir un tiempo en una habitación en el extrarradio de Sevilla por la que pagaba 390 euros al mes, en 2023 regresó a su barrio, Los Remedios, a casa de sus padres. "Lo que sucedió es que vi que con mi salario y compartiendo piso me daba para vivir escasamente y entonces decidí prepararme unas oposiciones de técnico de Hacienda, buscando un poco de estabilidad. Por eso he vuelto, para digamos, ahorrar y dentro de dos o tres años tener un colchón económico cuando apruebe oposiciones".
Juan, 29 años: "Vivir en la ciudad de alquiler se ha vuelto un lujo".
Juan hace una pequeña aportación económica a su madre para las cosas de la casa, guarda cierta cantidad para gastos y el resto lo mete a una cuenta ahorro en la que aspira a juntar 20.000 euros que le permitan dar la entrada a una vivienda en propiedad. Aunque tenga que ser un piso en un pueblo cerca de Sevilla, donde ya buscan casa muchas clientas de la peluquería en la que trabaja, fruto de la escasez y la escalada de los alquileres en Sevilla: "Vivir en la ciudad se ha vuelto un lujo", denuncia.
A mediados de enero de 2025, el Consejo de la Juventud de España presentó los últimos, y demoledores, datos de su estudio de emancipación. "Nos enfrentamos a la tasa de emancipación más baja de la historia", clamaron. Solo el 14,8% de los jóvenes viven emancipados antes de cumplir los 30. La razón, aducen, es una falta de alineamiento entre los precios del alquiler y los salarios. Según sus cálculos, un joven tendría que dedicar el 103% de su sueldo, o sea tendría que endeudarse, para pagar solo el alquiler.
"La emancipación se ha convertido en una especie de evento traumático para muchos jóvenes de una generación, que solo pueden sobrevivir si comparten piso", reflexiona el sociólogo Rivas. "Una vivienda compartida nada tiene que ver con el bienestar ni con la búsqueda de autonomía ni con el ser el adulto que todos perseguimos al emanciparnos", sostiene. "O sea, emanciparse es percibido por toda una generación, y con razón, como instalarse en la precariedad por un número indefinido de años".
Carlos Rivas, sociólogo: "La emancipación se ha convertido en una especie de evento traumático para muchos jóvenes de una generación"
Un número exacto de cuatro años y medio fueron los que Iñigo Merino, 29 años, pasó en Madrid independizado mientras hacía las prácticas de un máster. Pero a los 28 años tomó la decisión de volver a casa de sus padres, en Bilbao. "Los sueldos en Madrid eran tan bajos que, sin ayudas, no tenía capacidad de ahorro y no había una forma de avanzar económicamente", explica. "No tenía otra opción. No quería perder tiempo y quería ahorrar". Desde hace unos meses trabaja y se prepara una oposición del Gobierno Vasco y reconoce que nunca imaginó que tuviera que volver a pedir cobijo a sus padres. Pero, aquí está, con ellos al menos para otros dos años, ahorrando en una cuenta vivienda.
Luis Arnanz es sociólogo y, como Carlos Rivas, profesor en la UCM, y pone en la diana la falta de ayudas públicas a la emancipación. "Nuestro estado del bienestar se centra mucho en las pensiones, la sanidad y la educación pública, pero, como tenemos gran apoyo familiar por tradición mediterránea, el Estado se ha desentendido. Si ya están las familias dispuestas a ayudar a los jóvenes, para qué más, pero eso retrasa la emancipación", avisa.
Sobre por qué la vivienda en propiedad gana enteros entre la 'generación bumerán', Arnanz explica: "Con un alquiler disparado por la falta de vivienda disponible, tensionado por la vivienda turística, y con los tipos de interés están bajando, se entiende mejor que los jóvenes piensen que alquilar es tirar el dinero. Si compras vas a pagar más o menos lo mismo y será más difícil que te echen de casa". Lo que sucede, advierte, es que "a diferencia de las hipotecas de antes de 2008, los bancos te dan como mucho el 80% del valor de la casa. Fácilmente necesitas aportar unos ahorros de 20 o 30.000 euros. Y ¿quién tiene esa capacidad de ahorro? Solo el que tiene familia que le ayude".
Estefanía, 33: "Volver a casa después de independizarse una vez no es nada fácil"
Y puntualiza: "Si tienes la suerte de que tus padres te puedan acoger y al mismo tiempo que te ayuden a ahorrar, pues empieza a ser más atractiva la idea de la hipoteca".
"Volver a casa después de independizarse una vez no es fácil", reconoce Estefanía, de 33 años, que en octubre volvió con su madre al barrio madrileño de Begoña, en el norte de la capital. "Voy a intentar aguantar el máximo tiempo posible. Espero no volverme loca, yo lo voy a intentar". Después de tres años pagando un alquiler que la casera no dejaba de subirle, en la zona de Retiro, en un piso que compartía con una amiga, decidió que quería vivir sola. "Lo que ocurre es que miro alquileres y es absolutamente imposible. Pisos por menos de 1.000 euros al mes no hay en Madrid, y yo no quiero destinar casi todo mi sueldo a un alquiler y después malvivir", añade.
En ese momento, Estefanía empieza a pensar que igual le compensa ahorrar en serio para comprarse un piso. "Pero ocurre que nadie en mi familia me puede ayudar con la entrada, y eso me ha obligado a volver a casa de mi madre". Paga 200 euros de alquiler y corre con algunos gastos comunes, pero eso le permite ir haciendo el fondo con el que aspira a, en unos pocos años, volver a independizarse en un piso de su propiedad, con hipoteca. Estefanía explica que le ha costado que su entorno entendiera bien su decisión de volver a la casa materna pasados los 30 años: "Todo el mundo me miraba juzgando e intentando no opinar, no decirme que daba un paso atrás, pero a la vez que me escuchaban entendían que para ahorrar era la decisión más inteligente".
El sociólogo Rivas dice que este fenómeno de la 'generación bumerán' refleja cómo en muchas ocasiones las familias son comprensivas con las dificultades que tienen sus hijos, a los que se les acusa "de estirar una eterna juventud", cuando en realidad, dice, "lo que les espera es la eterna inestabilidad".
Y luego está el factor emocional. La socióloga Ester Sandor, que ha investigado por qué cada vez más jóvenes del sur de Europa regresan a la casa familiar tras una primera emancipación, reconoce que "si bien permanecer en el hogar de los padres podría ofrecer cierta seguridad financiera, los jóvenes que trabajan, en particular los de 25 años o más, se sienten más excluidos socialmente si viven con sus padres, y tienen un menor bienestar mental, vinculado a sentimientos de falta de autonomía y libertad". Según su estadística entre 2017 y 2022, en España el número de jóvenes adultos que vivía en casa familiar subió del 35% al 42%.
Una de ellas es Laura Rodríguez, que nunca imaginó que a los 26 seguiría viviendo con sus padres, pero tras dos carreras (Derecho y ADE) y dos másteres, recién contratada como abogada junior, "la situación del trabajo y sobre todo el tema de la vivienda ha hecho que todo se haya complicado". Laura cree que le quedan otros cinco años más bajo el techo familiar. "Yo sé que esto es una carrera de fondo, el conseguir comprar una vivienda para poder independizarme, porque ahora mismo ni en uno o dos años es algo factible". Entre sus amigas, dice, solo las que son de otras comunidades y trabajan en Madrid están independizadas "compartiendo". Las que son de Madrid solo si tienen "muchísima suerte" pueden vivir independientes.
Luis, 39 años: "Volver es un paso atrás, un proyecto de vida truncado, y tienes sensación de fracaso"
Los padres de Luis, de 39 años, el mayor de todos los entrevistados, no han tenido más remedio que acogerle de nuevo en casa después de verle marcharse por la puerta a los 26. Sin embargo, tras la separación de su exmujer, sin el piso común ni la custodia de los niños, no cabía otra posibilidad. Buscó alquileres, pero sin éxito. "Volver es un paso atrás, un proyecto de vida truncado, y tienes sensación de fracaso. Pero por otro lado, el tiempo te hace ver que al menos aquí tienes la suerte de poder intentar, a la larga, iniciar otro proyecto de vida".
La periodista de 27 años, Valentina, que como Luis volvió a la casa familiar tras una separación, confía en poder volver a independizarse en dos o tres años, máximo, esta vez con una hipoteca. Peor perspectiva es la que parece tener su hermano, Víctor, que también sigue en casa porque aún no ha podido emanciparse. Tiene 30 años y su sueldo de vigilante de seguridad le da para poco, ni oír de empezar a ahorrar: "Está pensando, fíjate, en comprar una furgoneta e irse a vivir ahí".