La llegada de un bebé al mundo está envuelta en una serie de procesos que van más allá del nacimiento. Uno de los más importantes es el periodo de exterogestación, en el que el neonato continúa su desarrollo en contacto con la madre o cuidador primario.
Y es que el ser humano nace muy prematuro en comparación con otros mamíferos debido al tamaño de su cerebro y la necesidad de pasar por el canal de parto, también más estrecho tras el bipedismo de nuestra especie. Por lo tanto, los primeros meses de vida fuera del útero se convierten en una "gestación externa", crucial en el proceso de adaptación y maduración de bebé.
Es más, la mayor parte del neurodesarrollo tendrá lugar fuera del vientre materno (más del 70%), por lo que la criatura necesita unas condiciones similares a las del interior del útero para continuar creciendo de la manera más saludable. Esta etapa dura en torno a 9 meses (aunque ya hay expertos que hablan de uno, o incluso dos años) de contacto estrecho, íntimo y afectivo con la madre para continuar su desarrollo madurativo.
Pasados estos meses, el bebé estará preparado para iniciar cierta independencia del cuerpo de su madre, a través del gateo y sus primeros pasos, comenzará a descubrir el mundo por sí mismo y a disfrutar de relacionarse y vincularse con otros miembros de la familia o amistades.
Las familias y, en general, la comunidad juegan un papel crucial en la promoción y el respeto de esta etapa de exterogestación necesaria. Los padres, informados y apoyados, pueden crear un entorno en el que el bebé se sienta seguro, amado y comprendido, asegurando el establecimiento y la salud de la diada madre-bebé, uno de los mayores protectores de la salud mental materna, previniendo la cada vez más incipiente depresión posparto.
Sin embargo, a pesar de estos signos evidentes de dependencia, inmadurez fisiológica y neurobiológica real del recién nacido, la exterogestación no está socialmente respetada ni visibilizada. Se debe contribuir con más ahínco, a través de la información actualizada y basada en la evidencia sobre la crianza respetuosa, a la divulgación, conciencia y acompañamiento de las nuevas familias. Además, se necesita de una mayor inversión para la investigación científica sobre el tema y políticas de maternidad y paternidad adecuadas, como licencias parentales extendidas que respeten esta etapa fundamental para el desarrollo físico y emocional de un bebé.