¿Cuánto pagarías por cumplir un sueño? La pregunta es tan manida que casi da vergüenza hacerla. Pero, en el caso que me ocupa, no se me ocurre una forma mejor de arrancar. Como seguro que sabes, el aventurero Jesús Calleja está a punto de convertirse en el tercer español en subir al espacio. Algo que, al parecer, era una de las ilusiones de su infancia.
Calleja tiene un asiento en la cápsula tripulada del cohete New Shepard de Blue Origin, un vehículo de dos etapas y unos 18 metros de altura con capacidad para transportar a seis pasajeros hasta la famosa línea de Kármán —considerado el límite espacial—.
La misión en la que participa Calleja este martes marca el décimo vuelo tripulado del programa New Shepard. Hasta la fecha, el programa ha llevado a 47 humanos a 100 kilómetros por encima de la superficie de la Tierra.
El motivo por el que he arrancado con esa pregunta este artículo es porque los viajes del cohete New Shepard se enmarcan dentro del floreciente mercado del turismo espacial. Y compañías como Blue Origin quieren hacer caja con los sueños de infancia de los millonarios, haciéndoles creer que se pueden convertir en astronautas. Pero viajar al espacio no te convierte en uno.
Adiós al programa ‘Wings’, las alas oficiales de los astronautas
En 2022, después del viaje al espacio de Bezos y del viaje del millonario Richard Branson con su compañía Virgin Galactic, la Administración Federal de Aviación (FAA) de Estados Unidos canceló el programa ‘Wings’ debido a “la llegada de la era del turismo espacial comercial”.
El programa ‘Wings’ fue creado en 2004 por Patti Grace Smith, entonces administradora asociada de la FAA, con el objetivo de promover el desarrollo de vehículos diseñados para llevar humanos al espacio. Las ‘alas’ se entregaban a pilotos y tripulantes de vuelo.
A partir de esa fecha, explicaba el comunicado, la FAA reconocerá a las personas que lleguen al espacio en su sitio web en lugar de emitirles alas de astronauta comercial.
“Cualquier persona que participe en un lanzamiento autorizado o autorizado por la FAA y alcance 50 millas terrestres sobre la superficie de la Tierra aparecerá en el sitio”, decía oficialmente el organismo estadounidense.
Ir al espacio no te convierte en astronauta
El propio Jeff Bezos fue una de las cuatro personas que compusieron la tripulación del vuelo inaugural de este programa de viajes turísticos al espacio. Al magnate le acompañaban su hermano; Wally Funk, una expiloto de entonces 82 años, y Oliver Daemen, que recién había cumplido la mayoría de edad.
En el momento en el que estos cuatro tripulantes estaban observando las maravillosas vistas de la Tierra desde su cápsula espacial, había un total de 14 personas más allá de la línea de Kármán… pero solo 10 de ellas eran verdaderos astronautas.
No obstante, nada más bajar de la nave, el astronauta de la NASA Jeff Ashby condecoró con a Jeff y Mark Bezos, a Wally Funk y a Oliver Daemen. Blue Origin ofrece a sus pasajeros su versión de alas: un pin con forma de letra ‘A’ compuesta por el logotipo de la empresa —la pluma— y un pequeño zafiro azul.
Meses después les otorgaron la insignia de la FAA. Serían parte de los últimos de esta nueva modalidad de acceso al espacio en recibir la honorable insignia.
Cómo se conseguían las ‘alas’ de los astronautas
No obstante, para ganarse la insignia alada, la FAA destaca que no bastaba con sobrevolar la Tierra por encima de los 80 kilómetros de altura, sino que se debían haber realizado “actividades durante el vuelo que fueron esenciales para la seguridad pública o contribuyeron a la seguridad de los vuelos espaciales tripulados”.
Los turistas espaciales son en gran medida participantes pasivos durante sus vuelos. De hecho, dado que la cápsula del New Shepard se pilota de forma autónoma, su tripulación ni siquiera cumple con la definición que la Real Academia Española (RAE) recoge para el término ‘astronauta’: “Persona que tripula una nave espacial”.
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