El diccionario de la Real Academia define el funambulismo, en su segunda acepción, como la “habilidad para desenvolverse ventajosamente entre diversas tendencias u opiniones opuestas, especialmente en política”. El que tuviera el Congreso de los Diputados podría identificarlo, sencillamente, como sinónimo de Pedro Sánchez. La RAE denomina así mismo a quien lo practica como acróbata, trapecista, equilibrista e, incluso, saltimbanqui, profesiones que comportan serios peligros aunque también aplausos por la osadía de sus ejercicios.
En este 2024 al que le restan pocos días de vida hemos asistido, como nunca, a notables acrobacias políticas nacidas de la endiablada aritmética parlamentaria que alumbraron las últimas elecciones. La machacona certeza del PP sobre la brevísima duración de la legislatura, sin embargo, se ha ido disolviendo como un azucarillo con cada pirueta que Sánchez ha ejecutado para mantenerla en pie. Y no han sido pocas ni de escaso riesgo.
Unos insólitos “cinco días de reflexión” presidencial tras la imputación judicial de su esposa, una histórica Ley de Amnistía aprobada en el Congreso y despreciada en los juzgados, una nueva derrota ante el PP en las elecciones europeas y un primer caso de corrupción en su Gobierno con destierro del culpable y explosivos por detonar. También una crucial reconquista socialista de la Generalitat de Cataluña y un retroceso electoral y social del independentismo, una inflación controlada, un empleo creciente y una economía liderando el crecimiento de la UE.
En este 2024 al que le restan pocos días de vida hemos asistido, como nunca, a notables acrobacias políticas nacidas de la endiablada aritmética parlamentaria que alumbraron las últimas elecciones
Este año no hubo Presupuestos y los del 25 se hacen más urgentes que nunca pero la cabriola necesaria para alumbrarlos se presenta, incluso para el experimentado Sánchez, como el más difícil todavía. Carles Puigdemont, el juez Peinado, Víctor de Aldama o Isabel Díaz Ayuso son algunos de los nombres claves para saber si el Gobierno cuenta o no con red para mantener sus complicadas acrobacias. En Moncloa están convencidos de que sí.