"Los lobos cazan para sobrevivir. Los seres humanos, por diversión". Son las palabras del alegato final de Olga Serrano, fiscal del caso Samuel Luiz. El lunes el jurado popular se reunirá para pronunciarse sobre el papel de cada acusado. Ante agresiones grupales es difícil determinar la responsabilidad específica de cada participante. La desinhibición colectiva amplifica la conducta violenta. Por eso la legislación se apoya en la psicología.
A Samuel Luiz lo mataron la noche del 3 de julio de 2021 tras recibir una brutal paliza. Cinco acusados se enfrentan este lunes a condenas de entre 22 y 27 años. Diego Montaña, el "macho alfa", fue quien inició la pelea. Su defensa busca que se le condene solo por lesiones. Alejandro Freire, alias Yumba, alegó que únicamente forcejeó. Katy, acusada de impedir que otros socorrieran a Samuel, afirmó que intentaba separar a Diego, entonces su novio. Kaio, que además robó el móvil de la víctima, aseguró no haberlo siquiera tocado. Alejandro Mínguez insistió en que no participó activamente. A todos se los acusa de asesinato.
Si hay cooperación y propósito común, la responsabilidad es conjunta, es una coautoría, con independencia de quién hizo qué
Según los testimonios, ninguno tuvo la culpa de matarlo. En situaciones así, ¿qué plantea la justicia? ¿Cómo delimitar la culpa individual? Existe un enfoque, aplicado a menudo en este tipo de supuestos, que considera la responsabilidad penal de forma equiparada, más allá del rol específico. Ocurre así porque se entiende que el grupo actúa como unidad. Si hay cooperación y propósito común, la responsabilidad es conjunta, es una coautoría, con independencia de quién hizo qué.
¿Es igual de culpable el que da el primer golpe, el que remata, el que instiga o el que no permite defensión? ¿Merecen todos la misma condena? En esto enfatizaba, por ejemplo, la defensa de Katy, la chica que no golpeó, pero sí impidió la ayuda, a quien se piden 25 años de cárcel. En estas situaciones se lleva a cabo la teoría del dominio del hecho, que busca identificar quién tiene el control efectivo sobre la ejecución del delito.
La jurisprudencia del Tribunal Supremo equipara las penas si todos tienen control sobre la ejecución del delito y contribuyen de manera significativa al resultado. Se busca así evitar que los implicados eludan su culpa alegando participación menor, como está ocurriendo en el caso Samuel Luiz. El delito sería consecuencia de cada uno de esos actos.
En esto, precisamente, enfatizaba la fiscal: "Una manada de lobos sale a cazar. Y cuando sale a cazar tiene como objetivo común una presa. Mientras unos atacan, otros evitan la defensa. Pero el objetivo es común: aterrorizar, agotar y causar la indefensión absoluta de esa presa hasta que al final fallezca. Este ha sido un ataque grupal y todos han participado de la misma manera: unos golpeando, y otros evitando la defensa y la huida".
La teoría de la desindividuación
Las consideraciones legales tienen a menudo sus fundamentos en la psicología. Los individuos tienden a actuar de manera más agresiva y desinhibida en grupo. Se genera el fenómeno de la difusión de la responsabilidad y la teoría de la desindividuación.
El anonimato reduce el miedo al castigo, la difusión de responsabilidad disminuye el control individual
El psicólogo Leon Festinger propuso en los años 50 la "Teoría de la desindividuación", posteriormente ampliada por Philip Zimbardo y Gustave Le Bon. Explican que los individuos pierden su identidad personal cuando hay una multitud, adoptan comportamientos más impulsivos, antisociales, se produce una pérdida de ética en refuerzo del grupo.
Le Bon sentó las bases en La Psicología de las Multitudes al argumentar que las personas en masa actúan de forma emocional e irracional, perdiendo autoconsciencia. El anonimato reduce el miedo al castigo, la difusión de responsabilidad disminuye el control individual, y el arousal emocional intensifica las reacciones impulsivas. En contextos como disturbios o linchamientos, esta teoría ayuda a comprender cómo las dinámicas grupales transforman comportamientos individuales que en otros contextos serían distintos.
De hecho, la mera presencia de otros miembros del grupo se entiende como intimidación ambiental, lo que agrava la conducta y puede llegar a imputar responsabilidad incluso a quienes no han participado físicamente en el acto delictivo. Las imágenes de la pelea y los testimonios parecen indicar que, de algún modo, todos participaron, pero la consideración del grupo como unidad no está exenta de críticas.
Ciertas ramas de pensamiento consideran que las personas son individuos independientes de la acción de la multitud. ¿Debería ser condenada Katy a 25 años si no pegó directamente a la víctima? Este lunes el jurado se pronunciará.
Los acusados han pedido perdón, pero excusan sus actos señalando al conjunto. Las peleas de fiesta, el abuso de alcohol, el consumo de drogas, la normalización de la violencia nocturna… la fragilidad moral no debería esconderse tras el tumulto. El mal es contagioso. Así lo reafirmaba la fiscal del caso: "El mal existe, se disfraza de diversión… se contagia entre las personas".