El verano se despide

Pues es verdad, cuesta asumirlo, pero el verano empieza a despedirse. Ya hace menos calor y la política que nos había dado unas cortas vacaciones vuelve a tomar con fuerza la crispación que solía. Pedro Sánchez se ha tomado un par de semanitas para reflexionar en la tranquilidad relativa de Lanzarote, recobrar fuerzas y reabrir la polémica; se ha dado un paseo por tres países de África para regresar a la Moncloa a presumir cuando menos de haber resuelto el problema de la inmigración ilegal, uno de los más graves que enfrenta el país.

Los resultados de su gestión están por ver, claro, porque el asunto no tiene soluciones fáciles. Los millones de africanos que quieren venir a Europa en busca de mejores condiciones es difícil que renuncien a sus propósitos. Si no les frena el riesgo a morir ahogados entre el oleaje del Atlántico, más difícil parece ser que obedezcan acuerdos diplomáticos de sus débiles gobiernos. Habrá que esperar y no demasiado para ver. Sánchez no es de esos demócratas que gusta contarles a los ciudadanos lo que acuerda o pacta con otros. En este caso parece que habrá cupos para emigrantes legales.

La pregunta es quién los va seleccionar, a contar y comprobar que vienen cumpliendo las condiciones. Luego vendrán los que no traigan los papeles en regla, que ya se encargarán muchos de destruir en la patera el pasaporte que acredite de qué país proceden en cuyo caso se planteará el dilema de reenviarlos a su origen, que para ocultarlo ya están las mafias, que es lo primero que habría que perseguir y luego tener a punto las 24 horas una flota de aviones, bien dotados de seguridad interna, para trasladarlos, una vez que hayan sido detenidos, una empresa también delicada. No se le podrán poner reparos a la voluntad del presidente, pero que haya regresado con buenos resultados se impone dudarlo. Eso, mejor en el marco de la Unión Europea, en Bruselas.

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