La labor de los que tenemos el privilegio de opinar públicamente es la crítica, lo más imparcial y honesta posible, rehuyendo el alarmismo y la denuncia fácil. No obstante, coincido con el actor Richard Gere, galardonado con el Goya Internacional, cuando afirma sobre la nueva presidencia de Donald Trump que "son tiempos oscuros, el mundo está en peligro".
En efecto, no solo es que muchas de sus primeras órdenes ejecutivas sean desoladoras, aunque no nos causen sorpresa alguna, pues van en la dirección de lo que prometió en campaña en materia de inmigración, aranceles, abandono de organismos internacionales o suspensión de la ayuda humanitaria. El problema mayor es que algunas de las pretensiones que ha reiterado desde que asumió el poder entran en el terreno de lo perturbador. Cuando promete que "nada se interpondrá en nuestro camino" para hacer grande a EEUU otra vez, e insiste en un giro expansionista sobre Canadá, Groenlandia o el canal de Panamá, evidencia su desprecio por el derecho internacional y la seguridad colectiva, y un deseo por regresar a las formas imperialistas.
Comentario aparte merece el distópico plan sobre Gaza, que pasa porque Israel desplace a cientos de miles de palestinos hacia otros países de la región, y entregue a Norteamérica la propiedad de la zona, devastada en muchos casos hasta los cimientos, para convertirla en la "Riviera de Oriente Medio". La propuesta es sin duda estrafalaria, muy difícil de ejecutar, por no decir imposible, excepto que se busque en realidad el exterminio criminal. Aunque no se lleva a cabo, revela el profundo antihumanismo del personaje, que empieza por ignorar el derecho a la propiedad de la gazatíes sobre sus casas y bienes.
La historia nos enseña que es un error quitar importancia a las amenazas de los políticos matones. Con Trump a menudo se dice que es esa su forma de negociar, que durante su primera presidencia al final no pasó nada. Ojalá sea así. Pero haríamos mejor tomándonoslo en serio, ya que este es su último mandato, dispone de mayoría en ambas cámaras y controla el Tribunal Supremo. Sus planes geopolíticos no son fanfarronadas tratándose de la primera potencia económica y militar del mundo.
Por otro lado, su llegada a la Casa Blanca legitima un giro autoritario en la escena mundial, pues tanto Rusia como China se verán avaladas para hacer lo que quieran. Finalmente, las extremas derechas en Europa tienen por fin el espejo donde mirarse, y replican el lema del movimiento iliberal y chovinista MAGA, convirtiéndolo en Make Europe Great Again. No tiene nada de original y, además, va en la dirección opuesta. Los Patriots, reunidos en la cumbre de Madrid, no persiguen la unidad y grandeza europea, sino su destrucción.