Darían para un buen título de western moderno aunque el escenario de su protagonismo radique en el más prosaico Congreso español. Son los siete diputados de Junts, fieles a Carles Puigdemont, de cuyos votos pende el Gobierno de Pedro Sánchez y su capacidad para aprobar leyes. Estos días vuelven a cabalgar a cuenta de la crucial votación de la senda de déficit, antesala de los Presupuestos, que el Gobierno ha decidido aplazar in extremis, al no contar con su placet.

Ni la visita a Suiza de Santos Cerdán, número tres del PSOE, este pasado viernes para negociar cara a cara con Puigdemont su apoyo a las cuentas del año que viene sirvió más que para constatar que sus siete diputados continuarán impidiendo su aprobación. Ni los cientos de millones que perderá no sólo la Generalitat, ahora en manos socialistas, sino también los muchos alcaldes de Junts, hicieron mella en el arsenal de reproches con que le recibió el contrariado expresident, que ha visto impedido su regreso a España por la restrictiva aplicación judicial de la Ley de Amnistía y frustrado su retorno a la presidencia catalana tras la investidura de Illa.

Los siete de Junts ya no son socios de Sánchez, aunque votasen su investidura y no estén interesados en que caiga su Gobierno, pero quieren, sobre todo, que se note.

Los siete de Junts ya no son socios de Sánchez, aunque votasen su investidura y no estén interesados en que caiga su Gobierno, pero quieren, sobre todo, que se note. Sus votos se han unido a los del PP y Vox no sólo para rechazar la tramitación de los Presupuestos sino, como ocurrió sorpresivamente la semana pasada, para frenar una regulación de los alquileres de temporada favorable a los inquilinos, con la siempre socorrida excusa de la “invasión competencial”. “Un fantasma recorre este hemiciclo”, llegó a advertir Gabriel Rufián con su habitual locuacidad alertando de nuevas mayorías en la derecha.

Con su actual guión, escrito y dirigido desde Bruselas, los siete de Junts impedirán, muy probablemente, que haya nuevos Presupuestos el año próximo con más dinero público para gastar e invertir, pero no que el Gobierno de Pedro Sánchez continúe vivo. ¿Cara incongruencia o inexplicable paradoja?