El relato

No sé si son muy conscientes los partidos políticos del poco ejemplo que dan a la ciudadanía. En unos momentos en los que el Estado debe recuperar el crédito perdido por culpa del desgobierno, nuestros representantes parecen más interesados en sus estrategias para mantenerse o alcanzar el poder a través de eso que llaman 'el relato'. El demiurgo de las encuestas lo condiciona todo.

Allá por 1993, cuando el felipismo estaba en plena decadencia, Jaime Campmany se lamentaba en una de sus columnas del hecho de que los españoles sufrían cada cierto tiempo esa disociación entre la España real y la España oficial que describió Ortega y Gasset. Es decir, que los relatos que nos vende la España oficial son imaginados y poco tienen que ver con lo que vive la España real. Lo mismo ocurrió con José María Aznar en 2004 y con José Luis Rodríguez Zapatero, que se negaban a admitir que estábamos en medio de una tormenta económica.

En estos momentos ocurre igual con las responsabilidades de la DANA. Lo que interesa es el relato, pero como esto se ha visto tan de primera mano, es decir, los valencianos y los españoles han sido testigos del desastre, tienen muy claro que en los ojos de unos y otros no hay paja sino vigas.

En mi opinión no hay nada más peligroso para una democracia, por encima de cualquier signo de autoritarismo o totalitarismo, que una creciente brecha entre la clase política y la ciudadanía; que entre los ciudadanos cunda la sensación de que sus representantes están a otra cosa y no en los problemas reales que afectan a sus compatriotas. Sobre todo cuando existe una idea muy extendida de que lo mejor de la sociedad no se sienta en los escaños.

Deberían aprender nuestros representantes de lo que ocurre en Francia o en EEUU cuando el electorado prefiere opciones al límite del sistema porque quizás sienten que los representantes tradicionales dejaron el sistema hace tiempo.

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