Pedro Sánchez, con o sin

El 23 de julio de 2023 tuvimos jornada de elecciones generales, prorrogada en noche de escrutinio, que permitió observar, conforme se iban sumando los votos obtenidos por cada una de las candidaturas presentadas en las distintas circunscripciones provinciales, cómo se iban asignando los escaños correspondientes. Había cambiado el viento, como acababa de probar la sonada derrota cosechada por el Partido Socialista apenas dos meses antes, el 28 de mayo, con el desalojo consiguiente de los socialistas que estaban al cargo de los gobiernos de casi todas las comunidades autónomas, salvo en el caso de los de Castilla-La Mancha, Asturias y Navarra.

Tenemos aprendido que las actitudes se configuran en función de las expectativas y por eso, porque se barruntaba retroceso, aquel domingo 23 de julio Pedro Sánchez había preferido seguir el desarrollo de la jornada desde la Moncloa y solo apareció, muy a última hora, en la sede de Ferraz para asomarse, muy a última hora, al balconcillo de mecanotubo para decir escuetamente aquello de "somos más", a la manera del ‘ucedeo’ Pío Cabanillas quien, después de unos comicios sentenció: "Hemos ganado, todavía no sabemos quiénes".

El candidato Pedro Sánchez optó por ser cauto, como cualquier especialista en amaneceres. Así, según fue saliendo el sol empezó a ilustrar al público de a pie sobre la naturaleza del "somos más", a desencriptar su significado. Fuimos siendo instruidos con perseverancia sobre la naturaleza de la democracia parlamentaria, un sistema donde el triunfo efectivo es el de aquel que consigue en el Congreso de los Diputados al menos mayoría simple de escaños a su favor en la segunda la votación que sigue al debate de investidura. Nos repitieron hasta la saciedad que era en el Parlamento donde residía la fuente de legitimidad que iba a permitir sin discusión al candidato socialista reengancharse para un nuevo turno en la Moncloa.

Por eso, Sánchez hubo de multiplicar los ejercicios de pedagogía constitucional frente a la cerrazón tozuda e impenetrable del candidato del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, empeñado en airear los resultados en número de escaños y de votos obtenidos como si constituyeran una victoria. De modo que para Pedro Sánchez los 137 escaños del PP –16 más que los del PSOE– y los 8.160.837 votos favorables a las candidaturas del PP –339.119 más que los obtenidos por el PSOE– en absoluto pudiera exhibirlos su adversario como triunfo.

Pero residenciar la legitimidad en la mayoría parlamentaria es un principio que ha caducado en apenas un año, porque al resquebrajarse la mayoría de la investidura, el presidente se ha atornillado en el centro del albero para decir ante el Comité Federal del PSOE del sábado pasado que piensa gobernar los tres años que restan de legislatura "con o sin concurso del poder legislativo". Es decir, de espaldas al Congreso y al Senado. Preguntado por esa frase en la rueda de ofrecida en Shanghái ha contestado en chino expresando su "máximo respeto y máxima colaboración con todos los grupos parlamentarios, salvo uno".

O sea, que no cabe mayor respeto al Parlamento que gobernar de espaldas al mismo y que tiene una hoja de ruta y una agenda política para este curso político y no va a renunciar a ella. José Félix Tezanos avanza por ese camino indagando en una encuesta del CIS acerca de si los españoles prefieren la tortilla de patatas con o sin cebolla. Que no falten ni el pincho ni Sánchez. Vale.

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