No sabe, no contesta

Si ya es inédito que un fiscal general del Estado se siente como imputado ante el Tribunal Supremo, resulta también sorprendente que una persona con su cargo se niegue a contestar al juez y las acusaciones, y solo responda ante las preguntas de su abogado. Cierto es que es un derecho que contempla la Constitución, pero choca que lo haga alguien que en su carrera en la Fiscalía ha tenido que hacer muchas preguntas a investigados como él. Una situación que lleva el refrán de la casa del herrero hasta sus más altas cotas.

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