Es mucho más probable que una víctima de acoso escolar guarde silencio si la agresión la sufre a través de un dispositivo digital que de forma presencial. Más de la mitad de las víctimas, el 55%, no le cuenta a nadie que está siendo blanco de acoso a través de internet, esto es, casi 20 puntos más que el 38% de las víctimas de acoso escolar presencial que tampoco lo manifiestan, según el I Estudio del Acoso Escolar y el Ciberacoso de la Fundación ColaCao y la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Una menor conciencia de la gravedad del acoso online, la falta de comunicación con los padres sobre lo que hacen en internet y un insuficiente acompañamiento educativo son algunos de los factores que propician esa mayor impunidad en el mundo digital, que se mantiene pese a que estiman que pueda haber un ciberacosador por aula.
La investigación, publicada con motivo del Día Internacional contra la Violencia Escolar que se conmemora este 7 de noviembre, ofrece una radiografía de la envergadura de este problema en España, después de entrevistar a casi 21.000 estudiantes de entre 4º de Primaria y 4º de Secundaria de las 17 comunidades autónomas del país. "Los datos pueden indicar una mayor conciencia social sobre el acoso presencial, porque se ha trabajado mucho la necesidad de pedir ayuda en esos contextos, cuando quizás no haya la misma conciencia colectiva en situaciones de ciberacoso", explica a 20minutos María Jose Díaz-Aguado, directora de la investigación y de la Unidad de Psicología Preventiva de la UCM.
Los amigos (78,1%), la madre (68,7%) y el padre (58%) son las principales figuras a las que recurren para contar una experiencia de ciberacoso, que suelen experimentar más las chicas (12,7%) que los chicos (8,7%). En ese sentido, otra de las razones que, según Díaz-Aguado, pueden explicar ese mayor silencio de la violencia online es que a los menores les cueste más comentar a qué se dedican cuando están navegando por internet.
Recuerda la psicóloga que apenas el 20,7% de los encuestados dice que habla "habitualmente" con sus padres de lo que hace en internet o las redes sociales. "No es un tema de conversación habitual, y esto puede deberse a que quizás han incurrido decisiones y comportamientos que no están siendo supervisados por los adultos", detalla la investigadora.
La mitad de los niños de 10 años tienen redes sociales
Al final, la edad legal en España para que un menor pueda abrirse un perfil en redes sociales sin consentimiento paterno está actualmente fijada en los 14 años. Sin embargo, los resultados evidencian que la mitad de los niños de 5º de Primaria, de unos 10-11 años, asegura que ya tiene un perfil creado en alguna red social. En 1º de la ESO, a los 12-13 años, esa proporción es de casi el 90%. "Esto —incide Díaz-Aguado— quiere decir que están navegando en internet y en las redes con un insuficiente acompañamiento educativo". Según la directora del estudio, la solución no debe ser impedirles formar parte de esa "cultura digital", sino más bien enseñarles a usar estas plataformas y explicarles por qué hay conductas que deberían evitar.
Depresión: causa y consecuencia del acoso
La investigación advierte también de una relación "muy preocupante" entre el bullying y la ideación suicida. Según la encuesta, uno de cada cuatro ciberacosadores y el 21,1% de las cibervíctimas reconocen haber intentado quitarse la viuda alguna vez. "La diferencia no es estadísticamente significativa, aunque llama la atención porque esperaríamos que sucediese lo contrario", explica la psicóloga. El problema, dice, es que la depresión puede ser consecuencia, pero también causa y motor para sufrir acoso escolar.
"Se sabe que los acosadores pueden elegir a víctimas que estén sufriendo psicológicamente porque las ven más vulnerables", asegura Díaz-Aguado, que también subraya que los ciberacosadores suelen tener más problemas de salud mentales relacionados con conductas antisociales y de riesgo. "Quien emplea la violencia contra los demás la tiene muy disponible contra sí mismo, y la aprovechan como forma de ejercer poder", precisa. La investigación evidencia, asimismo, el riesgo de que se intercambien los roles de víctima a agresor: el 10,6% de las víctimas de acoso escolar presencial reconocen haber participado en alguna situación de acoso; y cuatro de cada diez agresores presenciales confiesan haber sufrido ciberbullying como víctima.
"El anonimato y esa imposibilidad de ver a la otra persona pueden activar una desconexión moral que hace que se incremente el riesgo de ejercer violencia"
Además, muchas veces, que un menor ejerza violencia contra un compañero puede ser la punta del iceberg, un síntoma, de que le están ocurriendo muchas otras cosas que no sabe cómo gestionar. "Una de las principales causa de la violencia es la propia violencia", subraya Díaz-Aguado. Por ello, la investigadora hace hincapié en la importancia de que tanto las víctimas como los propios agresores reciban un tratamiento psicológico y educativo adecuado. A quienes sufren ciberacoso, por un lado, para evitar que incremente el riesgo de que vuelvan a caer en una situación parecida.
Y a quienes lo ejercen, por otro lado, para corregir su conducta y hacerles entender que lo que hacen no está bien. Porque, explica la investigadora, "en internet hay mayor riesgo de no empatizar con la víctima porque no ves que está sufriendo". "A los seres humanos se nos dispara la empatía cuando vemos señales de sufrimiento, y el anonimato y esa imposibilidad de ver a la otra persona pueden activar una desconexión moral que hace que se incremente el riesgo de ejercer violencia", añade.
¿Las consecuencias de no aplicar medidas a tiempo? Disminución de la autoestima, pérdida de la confianza en uno mismo y en los demás, sentimientos repetidos de tristeza, riesgos de depresión o de ideaciones suicidas, entre otras muchas secuelas.
Preguntados al respecto, los menores apuntan entre las situaciones más frecuentes de acoso escolar algún tipo de agresión repetida de tipo verbal y relacional: contar mentiras para causar rechazo entre los demás; hablar mal del aspecto físico para herir sentimientos; llamar por motes, burlarse o ridiculizar; o ignorar a propósito son algunas de ellas. Aunque las más comunes en el ámbito específico de las TIC suelen acarrear situaciones tildadas por los investigadores como "más preocupantes": enviar o publicar fotos o vídeos sin permiso o para hacer daño; llamar de forma anónima para amenazar o dar miedo; coger el móvil y enviar archivos para meter a la víctima en problemas; o piratear su cuenta para hacerse pasar por ella.
"No soltaríamos al océano a un niño que no sabe nadar"
La irrupción del mundo online, en definitiva, representa un reto más en la lucha contra el acoso escolar, que en los últimos años había empezado a doblegarse. "Hay importantes avances en los últimos 14 años, y se ve además que el 80% de los estudiantes dicen haber trabajado este tema en la escuela y otro 85% han abordado los riesgos de internet", afirma Díaz-Aguado, que señala que antes de la pandemia ese porcentaje rondaba el 50%. Sin embargo, precisa, el aumento del uso de las redes sociales ha conllevado, inevitablemente, un incremento del bullying ejercido en el mundo digital.
"Se trata de un problema cambiante y nuevo al que tenemos que prestar atención. Si antes ya estábamos en un buen camino en el que había que seguir profundizando con el acoso presencial, en esto nos queda mucho más por conseguir, y es extraordinariamente importante la implicación de las familias", destaca. "Nunca soltaríamos al océano a los niños sin saber nadar o haber desarrollado suficiente musculatura para mantenerse a flote. Y con esta nueva cultura tiene que ser algo parecido", concluye, antes de insistir en la urgencia de abordar las tecnologías como una oportunidad, pero desde la conciencia de que debe usarse con prudencia y conocimiento.