El president de la Generalitat, Carlos Mazón, escribió el pasado viernes la primera página de su particular Manual de Resistencia. Tras reconocer errores de manera muy superficial, fio su futuro a la reconstrucción de la zona afectada por la DANA. Mazón tiene en mente ganar tiempo para que baje la crispación y la sociedad se concentre en seguir adelante. Pero una cosa es la calle y la oposición, y otra bien distinta Génova, que puede haber dictado ya sentencia y cuya paciencia está al límite.
El Gobierno de la nación, representado por Sánchez, ha elegido la misma estrategia por mucho que critique a Mazón. Con una diferencia: no han dado la cara, ni en Paiporta ni en el Congreso. Por muchos anuncios de ayudas que hayamos escuchado en estas dos semanas, el presidente ha dado muestras de estar más interesado en RTVE, en la cumbre del Clima y en el futuro europeo de su vicepresidenta tercera, Teresa Ribera. Y de la ministra para la Transición Ecológica qué decir. Ni está ni se le espera, que diría Sabino Fernández Campo.
Esconder vergüenzas, culpar al de enfrente y confiarlo todo a la reconstrucción es el rumbo que han tomado ambos gobiernos. Todo menos asumir responsabilidades. Seguramente, lo que más exaspere a muchos ciudadanos es el uso desaforado de disposiciones legales y enmarañamientos técnicos de todo tipo como si al final todo se resumiera en un problema de protocolos. Isaiah Berlin censuraba a los que creían que todos los problemas políticos y morales podían convertirse en problemas meramente tecnológicos. Ese era, en su opinión, el significado de la famosa y profética frase sobre "reemplazar el gobierno de los hombres por la administración de las cosas" de Saint-Simon. Un juego muy peligroso.