En el ámbito científico se prescribe que las políticas deberían nacer de abajo a arriba: los políticos recogen el sentir de la ciudadanía y lo transforman en actuaciones. Los años, y las enseñanzas de los grandes maestros, nos han enseñado que la situación suele ser justo a la inversa: el Gobierno impone su agenda y la hace pasar por demandas de la ciudadanía. Me venía esta reflexión a la cabeza al observar el barómetro de enero publicado por este periódico, un barómetro del que cabe hacer dos lecturas, y las dos poco halagüeñas para el Gobierno.
En primer lugar, la estimación demoscópica vuelve a una situación similar a la que estaba antes de la catastrófica DANA que asoló Valencia a finales de octubre: Alberto Núñez Feijóo recupera su valoración entre los ciudadanos y la suma de PP y Vox permitiría a ambas formaciones gobernar con una holgada mayoría en el parlamento. El PSOE mantiene el tipo con relación a los resultados de 2023, pero lo hace a costa de haber devorado prácticamente todo lo que había a su izquierda: ya no tiene más de dónde pescar porque el caladero se ha agotado; de ahí que no tenga manera de reeditar el Gobierno de coalición.
La segunda lectura está relacionada con las políticas puestas en marcha por la Administración, ante las que los españoles se muestran más pactistas y moderados que su Gobierno: creen, por ejemplo, que los cambios en el mercado laboral han de contar con el acuerdo de empresarios y sindicatos. No solo eso, a los españoles no les gusta la agenda diseñada por Moncloa para conmemorar (¿?) el cincuenta aniversario del fallecimiento, de muerte natural, del general Franco. Para los ciudadanos, incluidos los votantes socialistas, la medida es inoportuna y solo contribuye a generar más división. En esta línea, es mayoritaria la opinión de que el Gobierno socialista solo busca obtener rédito político, y que la misma afectará negativamente al espíritu de concordia que presidió la Transición.
No hay que olvidar que los españoles dieron la espalda en junio de 1977, al celebrarse las primeras elecciones libres tras la dictadura, a todas las opciones radicales que no deseaban una transición pacífica a la democracia: ni Fuerza Nueva, que agrupaba a los partidarios de la continuidad del régimen, ni la extrema izquierda, que renegaba del pacto, obtuvieron representación parlamentaria alguna. "Guárdate tu miedo y tu ira", cantaban nuestros padres; una canción que el Gobierno parece haber olvidado…