Es fácil olvidar que en la pintoresca región de la Provenza de Francia sigue el juicio contra 51 hombres acusados de violar a Gisèle Pelicot, de 71 años, fue agredida por lo menos 200 veces durante un periodo de 10 años por docenas de desconocidos, invitados por su marido Dominique Pelicot, quien la drogaba con un potente ansiolítico en su comida.
Es fácil porque queremos olvidar de los horrores cometidos por Dominique Pelicot y sus cómplices, tachando a Pelicot como "el Monstruo de Mazan” y confiando en que es un caso espeluznante pero aislado, que solamente podría pasar en un pueblo perdido. Es complicado para muchos hombres y mujeres seguir el caso cuando algunos medios lo tratan esporádicamente y de forma misógina; el periódico británico, The Telegraph, por ejemplo, llegó a describir a la decisión valiente de la víctima de renunciar a un juicio a puertas cerradas como “una venganza pública” contra sus violadores.
Sin embargo, tenemos que prestar atención al tribunal de Aviñón porque tiene muchos mensajes para todos nosotros. En un acto de tremendo coraje, Gisèle Picot ha renunciado a su derecho al anonimato y a un juicio a puerta cerrada para mandar el mensaje más importante a otras víctimas de la violencia sexual, hombres y mujeres: “No estáis solos” dijo, animando a que denuncien a sus agresores. Son los violadores que tienen que sentir vergüenza, no las víctimas. Todos tenemos que luchar contra "la cultura de la violación", la impunidad de muchos violadores, afirmó con razón.
"¿Cómo es posible que en Francia en 2024 una mujer pueda todavía pasar por lo que ha pasado a Gisèle Pelicot durante, por lo menos, 10 años?", preguntó Antoine Camus, uno de los abogados de la víctima, en sus alegatos finales. “¿Cómo se puede encontrar, en Francia, en 2024, a 50 individuos en un radio de 50 kilómetros dispuestos a aprovecharse sexualmente, sin intercambiar palabra ninguna, de un cuerpo que parece muerto y al que había que dar la vuelta manualmente para moverlo?”.
Entre estos hombres están señores normales y respetables del pueblo: un bombero, un periodista, vecinos, padres y maridos (uno dejó su mujer pariendo para acudir a la casa de los Pelicots). Y de todas las edades, entre 26 y 74 años. La policía cree que había por lo menos 30 más, que siguen en libertad; hubo algunos hombres que rechazaron la oferta de Dominique Pelicot, pero no le denunciaron.
A pesar de que Gisèle aparece en los vídeos inconsciente y algunas veces roncando y que el marido les ha contactado a través de una página web en un chat llamado "Contra su voluntad", 35 de los 50, niegan haber cometido violaciones, algunos diciendo que fueron manipulados por Dominique e incluso que tuvieron el permiso de Gisèle a través de su marido.
Igual que el proceso contra "La Manada" llevó a presionar para un cambio de la ley en España que incluyera el consentimiento explícito, hay quienes creen que la ley francesa cambiará cómo resultado del juicio. “Gisèle Pelicot lleva el mensaje de la necesidad de tener consentimiento, que ya está en la ley porque la ausencia de consentimiento es la definición de una violación, pero es verdad que la palabra consentimiento no está en el código penal (francés) de forma literal,” dijo Béatrice Zavarro, abogada de Dominique Pelicot a FranceInter.
Luchar contra la impunidad de los violadores va más allá de un cambio de ley. ¿Quién en ese pueblo de 6.000 personas sabía de las violaciones y de las fotos de mujeres puestas en páginas de pornografía sin su consentimiento?, se pregunta en el programa The Debate en France24, cadena en la que trabajo.
Es brutal que ningún médico o ginecólogo sospechase algo raro a pesar del deterioro de la salud de Gisèle Pelicot.
No hay que olvidar nunca el caso Pelicot. En plena resaca del 25 de noviembre, en la semana de la eliminación de la violencia contra las mujeres, la mayoría de los delitos se cometen por familiares como apunta la ONU. Suceden dentro de nuestras casas, pero fuera de ellas hay profesionales que pueden y deben ayudar.