Franco, otra vez

Mañana Pedro Sánchez presidirá el primer acto de la conmemoración del 50 aniversario de la muerte del dictador bajo el lema España en libertad. Según la Moncloa, se trata de poner en valor la "gran transformación" en este medio siglo de democracia y también de "homenajear a las personas que lo hicieron posible". Solo desde la ignorancia o el desdén por el rigor histórico se puede aplaudir una celebración que carece de sentido, excepto el que políticamente el Gobierno quiera darle como instrumento de guerra cultural frente a las derechas. Vayamos a los hechos.

Primero, Franco falleció el 20 de noviembre de 1975, es decir, todavía faltan 11 meses para ese aniversario, con lo que empezar la fiesta el 8 de enero es muy prematuro. Segundo, el dictador murió en la cama y, si bien es cierto que muchos españoles descorcharon ese día una botella de champán, no hay razón hoy para poner el acento en el final biológico, aunque se tratase de la peor persona del mundo. Tercero, ni la libertad ni la democracia llegaron inmediatamente tras la desaparición de Franco. A diferencia de Portugal, cuya dictadura cayó de la noche a la mañana con la revolución de los claveles en abril de 1974, en España el franquismo siguió en el poder. En realidad, el cambio pacífico fue posible porque los sectores aperturistas del régimen se impusieron a los inmovilistas, y se estableció una gradual entente con las fuerzas antifranquistas opositoras a las que se permitió salir de la clandestinidad. La transición democrática no se culminó hasta el referéndum constitucional del 6 de diciembre de 1978.

Por tanto, ni medio siglo de libertad ni menos aún de democracia, conceptos que se parecen, pero no son sinónimos. En 1976 empezó a haber más espacios de libertad, sobre todo tras el nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno, pero las leyes del franquismo siguieron vigentes hasta la Constitución. Las primeras elecciones libres fueron el 15 de junio de 1977, y el Congreso aprobó la ley de amnistía en octubre de ese año. En 1977, ya había mucha libertad ("y si no la hay sin duda la habrá", inmortalizó el grupo Jarcha con la canción Libertad sin ira), pero el sistema democrático no se estableció hasta un año más tarde.

En 2025 la única conmemoración con sentido histórico sería el 50 aniversario de la proclamación de Juan Carlos I como rey de España, siendo además como fue la pieza más importante de la transición democrática. Heredó todos los poderes de Franco y los cedió al Congreso de los Diputados. Pero hoy valorar su protagonismo, con todos sus matices, no es posible de forma explícita. Los socios de Sánchez no se lo consentirían. De manera que el Gobierno ha decidido, en lugar de recordar al emérito, hablarnos de Franco otra vez.

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