Parecía que jamás lo publicaría cuando, ahora hace ya varios años, vacilaba en su Twitter e Instagram de tener el álbum listo al setenta por ciento, luego al veinte y más tarde al cincuenta. Sin embargo, toda una generación se reconfortó el fin de semana pasado al descubrir que Ameri era una realidad.
En una entrevista de hace un tiempo, Duki aseguraba que presentía que lo iba a petar. “Sentía que el Quinto Escalón lo iba a romper”, comentaba en referencia al ya mítico circuito de freestylers argentinos, “y que yo lo iba a ganar. Sabía que mis canciones se pegarían”. Acertó, desde luego.
En la noche del 31 de octubre, Duki, Duko o Mauro Ezequiel, según el grado de cercanía que tengas en su entorno, publicaba Ameri, su nuevo disco. Un álbum que, según la información que el artista ha ido soltando a cuentagotas durante sus últimos años de carrera, se lleva gestando a fuego lento cual guiso de berzas; un álbum que representa el final de un viaje, de un trayecto larguísimo, de un camino bellísimo aunque duro.
Duki empezó en esto de la música gracias a su arte improvisando. Corría el año 2016 cuando, en plena eclosión del freestyle argentino, el de Almagro conseguía alzarse con el campeonato del Quinto Escalón e invertir su premio en una apuesta no tan segura como parecería ahora: grabar una canción. De aquella sesión de estudio saldría No vendo trap, un tema que sin hacerle mundialmente famoso, posicionó todavía más a un joven chaval que ya empezaba a viralizarse en Youtube.
En aquellos años, Duki era un tipo peculiar. A caballo entre la estética emo, otaku y la regida por los nuevos códigos de vestimenta que comenzaban a asentarse en Argentina gracias a la popularización del trap latino, sorprendía por un estilo vocal inconfundible – esa forma de rapear rasgándose la garganta – y una pluma con mucho nivel y originalidad para tratarse de un tipo tan joven.
La carrera de la futura estrella pegó un subidón brutal en 2017 cuando sacó She dont give a fo junto a su colega y compatriota Khea, un tema que superó de lejos las trescientas millones de reproducciones y lo catapultó a lo más alto. Desde entonces, todo fue más y más hacia arriba, cual cohete despegando en Houston: discos de oro, números uno internacionales, capitanía general de la nueva ola argentina, colaboraciones con Bad Bunny, giras espectaculares y un largo etcétera. En muy poco tiempo, Duki se convirtió en el absoluto referente generacional de aquella ola de trap tan peculiar que mezclaba sonidos electrónicos con unas fuertes raíces rockeras. Sin embargo, no todo fue coser y cantar.
El artista, durante estos últimos años frenéticos, pasó por una adicción a las benzodiacepinas. El estrés, el pánico y el miedo a la muerte se acumulaban al otro lado de la puerta, sin embargo, siempre había una nueva fecha que llenar, un Bernabéu que petar o un lugar con el que soñar. Y este último era Ameri.
Ameri es el cuarto disco de estudio del argentino y quizá su proyecto más personal, innovador y ambicioso. Cocido a fuego lento durante al menos tres años, en él se materializa el lugar seguro que el artista ha encontrado al fin; es, si no tanto el final del camino, sí una especie de checkpoint o refugio en la montaña donde resguardarse: ahí fuera las cosas son muy duras, sin embargo, dentro hay paz y tranquilidad. A veces hay que buscar cobijo para salir a darse de golpes con las pilas cargadas.
El álbum se inicia, tras una breve introducción, con Nueva era, una brutal colaboración con el boricua Myke Towers que puede ser, y no es una exageración, uno de los mejores traps latinos escritos en los últimos años. El tema pega fuerte desde el primer momento, con una brillantísima entrada de Duki al beat.
Poco a poco, el álbum se va abriendo con un par de buenas canciones, donde destaca Buscarte lejos, una emotiva declaración de amor producida por Bizarrap, hasta llegar a Imperio, un tema brillante.
La canción, fácilmente la mejor del álbum, es una colaboración del argentino con la española Judeline, joven promesa que cabalga los sonidos urbanos y el flamenco. En ella, comienzan a cantar en tono de balada, lento y bello, hasta que el tema rompe y, envueltos en un beat con distorsiones, se lucen como pocos se han lucido en lo que llevamos de año. “Con el Duko haciendo lujo silencioso, los A&R se nos ponen pegajosos”, canta Judeline con su increíble estilo.
El disco continúa con buenas canciones, entre las que destacaría la rapera Cine, y también con alguna algo más floja, como el junte con Milo J en Vida de Rock, hasta llegar a No drama y Un día más, temas en los que colabora con Lucho SSJ y YSY A respectivamente, dos traperos de la ola argentina con los que nos hace recordar sus tiempos en Modo Diablo y esos primeros hits mal producidos que ahora escuchamos con nostalgia.
Para cerrar el álbum, Duki juega una carta complicada juntando a Arcángel y el legendario Wiz Khalifa en Wake up & beak up, una canción sencillísima que funciona sorprendentemente bien. El tema es simplón en cuanto a estructura y temática – va de que los tres fuman muchos porros, literalmente –, sin embargo, es maravilloso en su simpleza. Al escucharlo, tu cerebro te refresca escenas de aquellas películas sobre fiestas de adolescentes, tipo Supercool o Proyecto X, que veías de crío para pasártelo bien. Un temazo inesperado.
Antes de despedirse, Duki vuelve a apostar por una española emergente, la barcelonesa Lia Kali, para rebajar las revoluciones con un sonido algo más relajado, tipo RnB, en Constelación. Una forma de bajarnos a tierra después del subidón brutal de hedonismo que produce escuchar Wake up & beak up.
En general, el disco es muy bueno, quizá el mejor de Duki. En estos últimos años, el argentino ha demostrado tener tablas más que de sobra para posicionarse no solo como el cantante de su país más escuchado del mundo, sino también como uno de los referentes absolutos del género: desde luego, está en las grandes ligas.
También se aprecia en el álbum la omnipresencia de Duki en el mundo latino: el disco cuenta con las colaboraciones de tres artistas angloparlantes (el mencionado Khalifa, Headie One y YG), lo que demuestra que el trapero estaría buscando un nuevo mercado al que expandirse, el inglés, tras haber conquistado todo lo que un cantante puede conquistar en español (recordemos que es uno de los tres únicos artistas que han hecho sold out en el Santiago Bernabéu).
Duki ha llegado a Ameri; tras un viaje complicado, lleno de placeres y horrores, ha conquistado ese planeta con el que tanto soñaba. La duda ahora es ver hasta dónde quiere seguir viajando.