Estamos a las puertas de un nuevo invierno y durante los meses que están por venir nuestros hijos pasarán por alguna que otra infección respiratoria con sus toses, mocos y fiebres.
Los que tenéis hijos por debajo de los tres años y, sobre todo, aquellos que acuden por primera vez a la escuela infantil observaréis que casi se pasan más tiempo malos y sin poder ir a la escuela que alegres y contentos como cuando es verano.
Y seguro que los llevaréis al pediatra y en la mayoría de los casos la consulta acabará con que lo que tiene el niño es un virus que le está provocando un resfriado y que una de las cosas que hay que hacer es vigilar no le cueste respirar.
Y aunque parezca de Perogrullo, la dificultad respiratoria es un signo de alarma que los pediatras siempre vigilamos en la exploración física y que nos puede dar pistas de que un niño con tos y mocos puede tener una bronquitis o una neumonía en vez de un simple catarro.
Por ello es de vital importancia que los padres y madres aprendan a reconocer cuando a un niño le cuesta respirar, ya que esto marca la diferencia en cómo de pronto deben de acudir al médico.
La dinámica respiratoria de los seres humanos esta diseñada para que sin darnos cuenta y sin gran esfuerzo cojamos el aire del ambiente a través de nuestra nariz o la boca, este circule hasta los pulmones y luego vuelva a salir. Este proceso se da en dos fases: una activa (cuando el diafragma se contrae y hace que el aire entre hacia los pulmones) y otra pasiva (cuando el diafragma se relaja y por diferencia de presiones el aire vuelve a salir al exterior).
Pero cuando por una enfermedad respiratoria el fluir del aire por la vía respiratoria está dificultado, nuestro cuerpo pone en marcha una serie de mecanismos intentar que vencer esa dificultad que en mayor o menor medida son observables a simple vista.
Básicamente son dos, así que vayamos por partes.
1. La frecuencia respiratoria
O lo que es lo mismo, la cantidad de veces que respiramos por minuto. Este, sin duda alguna, es el primer mecanismo que nuestro cuerpo pone en marcha cuando nos cuesta respirar.
Por ejemplo, imaginemos a un niño de 2 o 3 años que tiene una bronquitis. Con esa edad lo habitual es que respiren unas 25-35 veces por minuto, pero si hay una obstrucción al flujo de aire que hace que en cada respiración consiga meter menos volumen a los pulmones, su cuerpo lo intentará compensar elevando la frecuencia respiratoria.
No hace falta que estéis contando las respiraciones de vuestro hijo con un reloj en la mano, basta con que os deis cuenta de que respira más rápido de lo habitual.
Y otra cosa importante que tenis que tener en cuenta es que cuando un niño tiene fiebre aumenta la frecuencia respiratoria sin que realmente le cueste respirar. En este caso, la velocidad a la que respira el niño volverá a la normalidad cuando le deis un antitérmico y le baje la fiebre.
2. El tiraje
Si el aumento de las respiraciones no es suficiente para meter suficiente aire a los pulmones, nuestro cuerpo pondrá a trabajar a una serie de músculos que normalmente no utilizamos para respirar.
Se trata de los músculos de la tripa, los que hay entre las costillas y los del cuello. A veces es difícil reconocer que esto está ocurriendo, pero suele ser fácil observar si marca las costillas al respirar (sobre todo en su parte posterior), como que respirara con la tripa en vez de hinchando solo el tórax o marcando mucho la parte central y anterior del cuello.
Empleamos la palabra tiraje para definir este signo de dificultad respiratoria en alusión al esfuerzo que hacen estos músculos, como si estuvieran tirando mucho, al intentar compensar la dificultad que tiene el niño.
En este video de abajo de nuestra cuenta de Instagram podéis ver a un niño al que le cuesta respirar y que presenta un aumento de la frecuencia respiratoria y tiraje intercostal y abdominal.
Por último, como sabréis, cuando respiramos no hacemos ruido, ya que el aire circula hasta nuestros pulmones de forma suave y sin turbulencias.
Sin embargo, cuando, por ejemplo, hay una obstrucción importante al flujo del aire, como en una laringitis o una bronquiolitis, es posible escuchar algún tipo de ruido cunado el niño respira.
Estos se producen porque en algún lugar de la vía aérea existe un estrechamiento y al pasar el aire aparece un silbido. En el caso de las laringitis que hemos mencionado sucede al entrar el aire y lo llamamos estridor y en el de las bronquiolitis ocurren al salir el aire y se llaman sibilancias.
Es cierto que en muchas ocasiones es algo sutil que solo podemos apreciarlo con el fonendo del pediatra, pero en ocasiones son audibles sin fonendo. Llegado ese caso lo habitual es que hayan aparecido los otros signos de dificultad respiratoria que antes mencionábamos.
Pero ojo, no confundamos los típicos ruidos que puede tener un niño con un catarro porque tiene mocos en la nariz con algún tipo de ruido que realmente esté provocado por dificultad respiratoria. En el primer caso los solucionaremos con un lavado nasal, mientras que en el segundo persistirán aunque nos empeñemos en hacer todo los lavados del mundo.
En resumen, cuando un niño esta enfermo debemos observar la aparición de dificultad respiratoria y para ello vigilaremos el aumento de la frecuencia respiratoria y la presencia de tiraje y ruidos al respirar.
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