Los instrumentos musicales eran empleados por muchas culturas antiguas para ciertos ámbitos sociales y también para rituales. En el caso de la cultura azteca, existe un silbato, apodado como el 'silbato de la muerte', cuya apariencia —tienen forma de calavera— y sonido han sido descritos como espeluznantes. Un equipo de neurocientíficos de la Universidad de Zúrich ha estudiado ahora las respuestas neuronales y psicológicas que el estremecedor sonido de estos silbatos produce en el cerebro.
La investigación, publicada en la revista Communications Psychology, consistía en realizar pruebas psicoacústicas a un grupo de 70 voluntarios en torno a una selección aleatoria de sonidos, entre los que se incluían los silbidos procedentes de estas calaveras. Al mismo tiempo, a 32 de estos participantes también se les escaneó el cerebro mientras escuchaban, entre otros sonidos, los 'silbidos de la muerte'.
"Los silbatos de calavera pueden producir sonidos más suaves, parecidos a siseos, pero también sonidos similares a alaridos que eran potencialmente significativos para los sacrificios, el simbolismo mitológico o la guerra intimidatoria de los aztecas", señalan los científicos en su estudio.
Según explican, estos sonidos fueron percibidos por las personas como "aversivos y aterradores, y como de origen híbrido natural-artificial".
Esa extraña mezcla entre lo natural y lo artificial hace que, según los investigadores, sea difícil para nuestro cerebro categorizar el efecto inquietante de sonidos como estos. Al no ser capaz de clasificar un sonido para poder valorar si nos resulta agradable, la ambigüedad provoca desconcierto en las personas.
Esto fue lo que les ocurrió a los voluntarios que escucharon el 'silbato de la muerte'. Al oír el sonido, se activaron las regiones corticales auditivas de orden inferior del cerebro, que son aquellas que sintonizan con sonidos aversivos, como pueden ser gritos o el llanto de un bebé, y dirigen al cerebro para que analice estos estímulos en un nivel más profundo.
Si se compara este sonido con otros producidos por humanos y animales, sonidos musicales o algunos de la naturaleza, el silbido de la calavera activó la corteza frontal inferior, que es la que se ocupa del procesamiento de clasificación elaborado, y la corteza frontal medial, una región involucrada en el procesamiento asociativo. Es por ello que los 'silbatos de la muerte' fueron clasificados por los voluntarios como un grupo propio de sonidos, cercano a aquellos que se consideran de alarma, como bocinas, sirenas o armas de fuego, pero también a otros ruidos humanos que impliquen miedo, dolor, ira o voces tristes.
Muchos de estos silbatos fueron localizados en tumbas que datan entre el 1250 y el 1521 d.C., y algunos se asociaron con rituales en los enterramientos, lo que ha llevado a pensar al equipo de investigadores que estos silbatos pudieron haber sido diseñados para simbolizar a Ehécatl, la divinidad azteca del viento.
Para los científicos, el sonido escalofriante procedente de un silbato con forma de calavera pudo haber representado los fuertes vientos de Mictlan, el inframundo de los aztecas.
"Teniendo en cuenta la naturaleza aversiva/aterradora y asociativa/simbólica del sonido, así como las ubicaciones de excavación actualmente conocidas en sitios de enterramiento ritual con sacrificios humanos, su uso en contextos rituales parece muy probable, especialmente en ritos y ceremonias de sacrificio relacionadas con los muertos", concluyen los autores.