La UE cierra año estrenando su nueva cúpula, dividida por Gaza y con el foco en Kiev: "Toda decisión acaba teniendo allí una derivada"

La Unión Europea parece sumida en un constante examen para pasar de curso en un mundo cada vez más tensionado y peligroso. Esa prueba, ese examen, se ha multiplicado en el año 2024 que ahora acaba: doce meses de algunas divisiones, lentitudes, herencias y lecciones aprendidas para un bloque comunitario que desde 2020 se ha visto obligada a tomar decisiones sin precedentes y encara ahora un nuevo ciclo político lleno de retos. Ahora, ¿cómo ha sido este año para la Unión? En dos palabras: cambiante y exigente.

Este es el resumen de una montaña rusa política, estratégica y económica que tendrá su continuación, seguro, durante el próximo lustro:

Nuevo Parlamento, nueva Comisión, nueva era

Cuando se habla de reinicio político en la UE se hace a partir de que en 2024 se celebraron elecciones europeas, las mismas que dieron salida a la décima legislatura. Fue el arranque de una nueva era, con el Parlamento Europeo más fragmentado y derechizado de los últimos años y una Comisión adaptada a las nuevas realidades. Han cambiado muchas cosas en ese sentido, pero otras no tanto. Cierto es que la mayoría centrista se mantiene en la Eurocámara aunque sea mucho más estrecha; hay tres familias de derecha radical, como son los Patriotas (Vox, Orbán...), ECR, la familia política de Meloni, y los Soberanistas, grupo fundado por AfD. Pese a los giros, hubo votos suficientes para que Ursula von der Leyen repita como presidenta de la Comisión Europea, aunque su equipo fue aprobado por el margen más corto en la historia (387 síes).

En el lustro Von der Leyen 2.0 las prioridades se ha decidido que sean otras y su 'gabinete' no se libró de las polémicas. La nueva Comisión tuvo un arranque marcado por la 'crisis Ribera', con el PP forzando el bloqueo inicial de la exvicepresidenta del Gobierno como 'número 2' de facto del Ejecutivo comunitario y los socialdemócratas haciendo lo propio con el hombre de Meloni, Raffaele Fitto. Tras nueve días de órdagos y de idas y venidas todo se resolvió sin cambios y la nueva legislatura pudo echar a andar. Von der Leyen y la presidenta del Parlamento Europeo repiten en una era marcada por la Defensa, la producción europea, la industria o las relaciones exteriores; los cambios se han dado con Antonio Costa como presidente del Consejo Europeo y con Kaja Kallas como nueva Alta Representante.

La unidad, ¿solo respecto a Ucrania?

Si ha habido un actor más protagonista que secundario en la UE este año ha sido Ucrania. "La mayoría de las decisiones que se toman, o incluso todas, tienen como mínimo una derivada en Kiev", reconocen fuentes comunitarias consultadas por 20minutos, que reconocen que este ha sido el año "en el que la ayuda más ha fluido pero en el que la guerra más se ha estancado". A lo largo de 2024, se han enviado a Kiev un total 16.300 millones de euros, en subvenciones, préstamos y garantías concedidos por los Estados miembros. Y la "unidad se mantiene" pese al verso suelto de Hungría. De momento, la paz es algo lejano; la UE todavía no está en ese capítulo aunque Volodimir Zelenski ya piensa en cómo puede ser la época post conflicto.

Todos, al menos de puertas hacia fuera, cierran filas con Ucrania y los amagos de cualquier contacto con Putin sin contar con Kiev fueron frenados rápidamente. Que se lo pregunten al canciller alemán, Olaf Scholz, que habló hace semanas con el Kremlin y se encontró con el reproche del polaco Donald Tusk. "Nada de Ucrania sin Ucrania", sostuvo el expresidente del Consejo Europeo. Además, en estos últimos doce meses también se ha puesto sobre la mesa otra idea, esta salida desde París, que pasa por enviar "tropas de paz" a Ucrania, sobre el terreno. Todavía es algo muy verde y que no le suena demasiado bien a todos los socios. Por ejemplo, España dice que "no es algo que se plantee".

Israel y Gaza: el doble rasero en Bruselas

Y es que el doble rasero para muchos se da cuando la UE piensa en el otro gran conflicto de 2024: la guerra entre Israel y Hamás. "Creo que el compromiso de la Unión con Palestina está fuera de toda duda, lo dicen los datos", se limitan a comentar las fuentes consultadas por este medio. Quizá de la UE como bloque sí, pero en los Estados miembros hay todavía una clara división incluso en tres partes. El año que ahora termina fue el del reconocimiento del Estado palestino por parte de España o Irlanda, pero también el de la tibieza alemana, que por cuestiones históricas sigue cerrando filas con Israel.

Por tanto, sin Francia, Alemania o Italia parece que el reconocimiento del Estado palestino es una decisión con menos empaque de lo que se quiere hacer ver. Es otro de los conflictos que enseña las costuras de la UE y la complejidad de poner de acuerdo a 27 países. Es más, tampoco se ha valorado en 2024 la propuesta de España de revisar el Acuerdo de Asociación del bloque comunitario con Israel. Y sí, la Unión como actor defiende la solución de los dos Estados pero como avisó Josep Borrell a su salida del cargo de Alto Representante no se ha avanzado lo suficiente en las últimas décadas para convertir las palabras en hechos.

Dos acuerdos que parecían imposibles

Fumatas blancas también ha habido este año. El pacto migratorio terminó por cerrarse, pero siempre está presente. Los últimos detalles se cerraron al final del 2023 pero ahora el asunto vuelve a estar sobre la mesa a raíz del 'modelo Meloni', que consiste en la construcción de centros de detención de migrantes en terceros países -en su caso en Albania-, un plan que no le suena mal a la Comisión Europea y que solo España rechaza de plano. Con ese escenario, para cerrar el 2024 Ursula von der Leyen ya ha avisado de que tendrá esa propuesta en su nuevo listado de ideas para "asegurar los retornos" y para "trabajar con terceros países seguros". Acuerdo cerrado, acuerdo presente y la migración, tema perenne.

Algo que también parecía una quimera y que se ha acordado es el pacto entre la UE y Mercosur. Tras 25 años de negociaciones ambos lados del océano cerraron un texto que ahora tiene que pasar los filtros particulares de cada lado. Pero el paso que se ha dado ya se ha definido como "histórico" y, en un momento en el que Europa quiere ser un actor relevante, supone un avance para ser influyente en una zona que ni es secundaria ni puede servir como patio trasero, pero que era (y es) susceptible de una influencia china que va en contra de los intereses y de las dinámicas de la Unión.

Con la mayoría de sectores implicados -sobre todo el agrícola- en contra del acuerdo en algunos países, la UE estima que el pacto UE-Mercosur permitirá el ahorro de unos 4.000 millones de euros en aranceles al año. Esa ausencia de tasas, además de un aumento de las inversiones, intercambio de información y homologación de las condiciones son algunos de los puntos de un acuerdo que ahora tendrá que ser discutido no solo por los Estados miembros, sino también ratificado por el Parlamento Europeo.

China, más enemigo que socio

La lucha geopolítica ha marcado el año que se deja atrás. China ha pasado de ser más socio que enemigo de la UE a ser más enemigo que socio. En Bruselas prefieren llamar al gigante asiático "rival estratégico" pero lo cierto es que el órdago contra Pekín es claro: vale el ejemplo de la investigación por las subvenciones estatales al coche eléctrico, un cerco que se ha convertido en una prioridad para la Comisión Europea y que ha provocado durante los últimos meses recelos en los Estados miembros. España y Alemania, por ejemplo, piden ser más pragmáticos. La apuesta, en cambio, recalcan las fuentes comunitarias, reside en "un impulso a la industria europea a la vez que se reclama una competencia leal".

Esa parte sigue en negociaciones, pero el 2024 guarda también el mensaje de que si la UE quiere ser competitiva no puede ser complaciente con China. Esa actitud más 'guerrera' sirve en la parte industrial o tecnológica, con sectores como el de los materiales raros, pero también se ve a nivel diplomático. Hay alarmas encendidas en la capital comunitaria por los tentáculos de Pekín en lo que se refiere a espionaje, sin ir más lejos. Los más claros ven a China como un socio total y absoluto de Rusia en la guerra en Ucrania y eso es motivo suficiente para mantener los ojos bien abiertos.

La vuelta de Trump, ¿una oportunidad para la UE?

El botón más importante quizá para la UE en 2024 fue el que se apretó desde Estados Unidos, con la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales. Fuentes comunitarias consultadas por 20minutos apelan a "las lecciones aprendidas" respecto a 2016 y la Comisión ya ha adelantado trabajo con un grupo de expertos para preparar al bloque para la vuelta de Trump que ahora es una realidad. Eso sí, la Unión sigue inmersa en una profunda crisis económica, mientras resuelve sus lagunas en la industria y sus carencias en Defensa, al tiempo que ve un importante auge de la derecha radical y cuenta con el Parlamento Europeo más dividido en décadas. Además, el eje Berlín-París pasa por su peor momento: Macron está desgastado en Francia y el Gobierno de Scholz ha caído. Eso sí, las fuentes piden "huir del caos y del dramatismo y ponerse a trabajar".

Sin dramatismos, pues, pero sin pausa. Ya hay bastante tarea avanzada sobre cómo afrontar desde Bruselas la era Trump 2.0, sobre todo en lo que se refiere a la ayuda a Ucrania y al papel de la OTAN. Ursula von der Leyen tiene claro el mensaje. "La UE y EEUU son más que simples aliados", sostiene, y se enfoca en lo concreto. "Estamos unidos por una verdadera asociación entre nuestros pueblos, que une a 800 millones de ciudadanos. Trabajemos, pues, juntos en una agenda transatlántica sólida que siga brindando resultados para ellos", sentenció. ¿Cuál es la conclusión que se saca? Que la Unión, en 2024, se ha dado cuenta de que la historia sí se puede repetir; "ya no nos podemos hacer los sorprendidos", sentencian desde Bruselas.

El motor de la Unión se estanca

Cuando más necesita la UE de su pilar fundamental, formado por Francia y Alemania, peor les va a los dos países. El 2024 ha sido el año del desgaste en París y Berlín. A orillas del Sena, Emmanuel Macron vive sus horas más bajas: en las elecciones europeas Marine Le Pen arrasó, y en las legislativas ganó un Nuevo Frente Popular que no ha visto premiado su éxito a la hora de elegir primer ministro. Así, ya ha caído el Gobierno del conservador Michel Barnier y Francia cierra el año sin saber muy bien si la segunda oportunidad, con un centrista como François Bayrou al frente del Ejecutivo, será la salida buena. No lo parece. Mientras, el déficit se dispara y el presidente tiene el peor índice de aprobación ciudadana desde 2017.

Alemania, por su parte, acaba el 2024 con una fecha clave ya en 2025: las elecciones del 23 de febrero. El Gobierno de Olaf Scholz siempre ha sido endeble y este año se convirtió en el de la puntilla final dados los desacuerdos entre los socialistas y los liberales en torno a los Presupuestos. El canciller cesó a su ministro de Finanzas, Christian Lindner, también líder del FDP, y lanzó al país a unos comicios en el peor momento: la ultraderecha de la AfD está en máximos, tal como demostró su resultado en las europeas y su victoria en algún paso por las urnas a nivel regional. Así, bajo la sombra de la recesión, Berlín vuelve a la casilla de salida.

La ampliación, la situación en Siria o el papel de la UE en África también han tenido espacio en este 2024. La primera es casi una cuestión existencial. "Es una prioridad total", ha asegurado por ejemplo el presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa. Se trata de hecho de una cuestión de valores, de influencia y de geopolítica, porque para la Unión la ampliación es también un antídoto frente a la Rusia de Putin. Eso sí, nadie habla de fechas. "Estamos preparados y comprometidos". Eso es todo. Con Siria, por otro lado, el 'momentum' para cerrar el año es de cautela: la UE ve como una buena noticia la caída de Al Asad, pero ahora solo quieren "vigilar" desde el punto de vista diplomático qué rumbo toma el país de la mano de los rebeldes.

La Unión cierra otro capítulo. Ni dista mucho el 2024 del 2023, porque la UE trata de hacerse adulta; y lo hace a su ritmo, con sus divisiones, sus apuestas arriesgadas, sus mensajes que ahora tienen que pasar a tangibles y sus tabús rotos y otros que quedan por romper. En realidad la historia es siempre la misma, solo se deja atrás una página... con muchos momentos para el recuerdo.

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